Después de colapsar como madre, me pregunto cómo pude ser tan monstruosa con mis hijos
En cuanto vi el test de embarazo, supe que no estaba preparada para vivir todos esos desbarajustes que han marcado mi día a día desde hace seis años.
Ser madre es el regalo más bonito que la vida nos puede hacer. Yo he tenido la oportunidad de quedarme embarazada dos veces y de traer al mundo a tres magníficos niños. Son toda mi vida, moriría por ellos, no lo puedo negar. Pero, en seis años, he tenido que hacer frente a sentimientos encontrados en numerosas ocasiones, que todas las madres habrán podido tener... Dejadme que os cuente mi historia. Todo comenzó en noviembre de 2010.
En cuanto vi esa pequeña barra que indicaba que el test de embarazo era positivo, supe que mi vida iba a cambiar por completo y que, sinceramente, no estaba preparada para vivir todos esos desbarajustes que han marcado mi día a día desde hace ya seis años.
Sea bueno o malo, lo que está claro es que, desde entonces, no soy la misma.
El momento en el que vi la cara de esos dos pequeños seres maravillosos, qué guapos. Yo no era capaz de volver en mí... ¡ya era Mamá! El problema es que desde hace mucho tiempo a mí me habían considerado como el bebé de la familia, la pequeña, la que nunca querían que creciera. Así que para mí fue muy difícil ese nuevo papel. He dedicado mucho tiempo a tejer un vínculo de apego con mis hijos. También los he querido desde lo más profundo de mi corazón, pero a veces he actuado de forma inmadura... Ser madre y seguir siendo una "niña" y, además, madre de gemelos... os podéis imaginar la situación. Acabé destruyéndome a mí misma psicológicamente.
Estas palabras pueden parecer duras, pero son ciertas.
La angustia de la separación, la fase de negación, los terribles dos años y todos los demás... No supe gestionar todas las etapas importantes para el buen desarrollo de mis hijos. Lloré mucho, grité y algunas veces llegué a ser violenta.
Un azote, un cogotazo, una torta... dios mío, sólo con escribir estas palabras se me hace un nudo en la garganta y se me caen las lágrimas.
¿Cómo pude ser tan monstruosa con ellos?
Estaba superada por su comportamiento, por toda esa incomprensión y, sobre todo, estaba desbordada por mis propias emociones. Me sentía incapaz de ser una buena madre para ellos.
Entretanto, el destino me ofreció de nuevo la oportunidad de dar vida. La verdad es que no estaba previsto, pero estábamos muy felices. Me sentí como en una nube después del nacimiento de este bebé, hasta el punto de llegar a dejar a un lado a sus hermanos mayores. Como si tratara de huir de mis responsabilidades. Pero ellos supieron hacerme reaccionar.
Fue ahí cuando me hundí peligrosamente en ese jodido colapso maternal.
Estaba alicaída. Me sentía sola e incomprendida. Nadie en quien pudiera confiar o hablar o que me pudiera comprender. También estaba totalmente aislada de todo contacto exterior (en esa época, estaba de baja por maternidad). Estuve a punto de rendirme en más de una ocasión, huyendo de esa vida y de esa versión de mí que tanto detestaba. Pero luché como una leona para salir de ahí sola. Por ellos, mis hijos, carne de mi carne, y por mí. La situación no podía durar más. Tomé consciencia de mis actos y me juré que nunca más les haría vivir este infierno. Merecían algo mucho mejor.
Después de un gran esfuerzo personal y de un cuestionamiento importante, pude salir adelante.
Ya sabéis, el camino fue difícil y agotador, pero me siento orgullosa al poder decir por fin que lo he conseguido. Es verdad que no soy la madre perfecta que todo el mundo idealiza, pero soy como soy, con mis cualidades y mis defectos. Con mis hijos lo hago lo mejor que puedo. Todavía les grito de vez en cuando (en los momentos en que estoy hecha polvo), pero ahora es diferente. Ya no hay odio ni rencor.
Bueno, más que nada, lo que hago es quejarme (sobre todo cuando son muy ruidosos), pero todos somos humanos, es normal. Lo más importante es no volver a esa violencia, sea como sea, verbal o física.
A día de hoy, estoy tranquila, en armonía conmigo misma.
He vuelto a ser esa madre (y esa mujer) dulce y acogedora, pero también optimista y feliz. En seis años, he madurado, he crecido... He cambiado como nunca y estoy orgullosa de haber superado todas esas pruebas que la vida me ha puesto en el camino hasta ahora. Estoy dispuesta a afrontar el futuro que venga y me prometo dar lo mejor de mí para conseguirlo.
Mis amores, si supierais hasta qué punto os amo...
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Si tú también has pasado por un período difícil, si te sientes una mala madre o totalmente incomprendida, no te quedes sola en un rincón. No tengas miedo a hablarlo; todas atravesamos malas rachas como madres. Ya sea a una amiga, a tu madre, tu psicólogo o incluso a un desconocido... Hazlo. En mi opinión, es esencial. No te quedes callada y lucha. Te juro que esta terrible prueba tiene final, aunque pueda durar meses o incluso años. Pero nunca bajes los brazos. ¡Nunca!
Este artículo también se publicó en el 'HuffPost' Francia y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano
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