Descanso para Yamila: la niña marfileña ahogada hace siete meses en Canarias ya tiene sepultura
Su madre, Cadi, ha viajado desde Francia al fin para poder enterrarla, pese a que temía ser deportada. Una cadena de complicidades le ha brindado esta reparación.
La joven marfileña Cadi llevaba siete meses esperando a que le permitieran viajar de Francia a las Islas Canarias para despedirse de su hija Yamila, el mismo tiempo que la niña pasó en un depósito de cadáveres tras morir en una barcaza que trataba de llegar a suelo español desde África, atrapadas ambas por el sistema legal: sin papeles, la mujer temía ser deportada si acudía a la Gendarmería francesa.
Cadi, de 22 años, llegó a la isla de Gran Canaria de forma semiclandestina, la red de apoyo que lo hizo posible prefiere no dar detalles de cómo salió de Francia, pero al mismo tiempo reconoce que el Gobierno de España cumplió con la palabra que dio de hacer todo lo posible para que estuviera en el funeral de su hija, por razones humanitarias.
Para entender lo que sucedió este sábado en el cementerio de la papital de la isla hay que retrotraerse al impacto que produjo en España la muerte de Fatmate Zara, Yamila, de cinco años, en un helicóptero del Ejército del Aire español mientras la evacuaba al hospital la noche del 30 de junio al 1 de julio del año pasado desde una barcaza a la deriva en la que había perecido ya una veintena de personas, tras doce días en el océano.
Incluso hay que retroceder algo más, al caso de la niña maliense Eléne Habiba, de 24 meses, que murió de sed, como Yamila, en un hospital de Las Palmas de Gran Canaria el 21 de marzo pasado, tras recuperarse de una parada cardiorrespiratoria gracias a dos enfermeros de la Cruz Roja, ya en suelo español.
Las dos niñas mostraron a la sociedad española el drama de miles de personas que pierden la vida en la Ruta Canaria, la más peligrosa de la inmigración irregular que parte de África. La muerte de Elene Habiba llevó al presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, a expresar sus condolencias públicas por lo ocurrido; la de Fatmate Zara hizo que el Gobierno se comprometiera en el Congreso a que la madre pudiera enterrarla.
Solo así se entiende que un funeral que estuvo a punto de celebrarse el pasado 7 de febrero casi en silencio, con la niña aún sin identificar formalmente, sin más compañía que un imán y un representante de la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias, se haya oficiado este sábado con una treintena de asistentes, incluidos una representante del Gobierno y un diputado socialista de origen senegalés, Luc André Diouf.
“La muerte de su hija y de otros niños ha consternado a la sociedad de Canarias. Se ha hecho todo lo posible para que estuviera usted aquí”, le dijo a Cadi la subdelegada del Gobierno en Las Palmas, Teresa Mayáns, antes de fundirse con ella en un abrazo, una escena inédita en los funerales de quienes mueren en pequeños barcos camino de las costas españolas, todo un gesto de reparación por tantos otros como han sido y son enterrados bajo el anonimato de un número.
La madre de Yamila llegó al cementerio acompañada de Helena Maleno, la fundadora de Caminando Fronteras, el colectivo que se ocupó de traerla a Canarias, con la complicidad de algunos servidores públicos que se sintieron afectados por el caso.
La forense española sabía quién era la niña: le habían hecho llegar desde Francia fotos en las que se la reconocía sin duda, pero el juzgado encargado del caso se resistía a aceptar que esa emigrante marfileña fuera la madre hasta que se hiciera una prueba de ADN.
Todos se toparon con un muro infranqueable: Cadi, con otros dos niños a su cargo en Francia, uno de dos años y otro de seis meses, no quería acudir a la Gendarmería francesa a dar una muestra de ADN y tampoco se aceptó que ese trámite se hiciera en un consulado español en Francia, por eso estuvieron a punto de enterrarla sin la familia y sin nombre, bajo la anotación de “cadáver 10, patera 30/6/2021”.
La mediación de la forense fue determinante para que el juez aplazara unos días el entierro, con la promesa de que la madre llegaría esta misma semana. Las pruebas ya se han hecho y, aunque su resultado tardará, Cadi pudo despedirse de su hija.
Terminada la ceremonia, cuando el imán y todos los asistentes se fueron, la mujer rezó en dos tumbas: la de su niña y la de Eléne Habiba, situada a unos metros, todavía identificable por un fragmento descolorido de una corona de flores con su nombre.
“Muchas gracias, si hubieran enterrado a Yamila sin mí, no habría podido descansar”, declaró a Efe a la mujer, al despedirse.