De vocación internacionalista
Tras años en los que lo más relevante que nos dejó la política exterior de la derecha es que conocimos el gusto del presidente Aznar por los habanos, sólo unas pinceladas en la trayectoria del gobierno actual bastan para concluir que nunca antes España fue tan escuchada y tan decisiva en el contexto internacional.
Reivindicamos los principios fundamentales de la socialdemocracia. Esa socialdemocracia internacionalista por la que defendemos una fuerte gobernanza mundial, que pone en el centro a las personas y lleva la igualdad por bandera.
Un proyecto que está liderando las grandes transformaciones y desafíos que tenemos: transición ecológica y digital, la lucha contra todas las brechas de desigualdad, avanzar en la transformación de un sistema productivo en profundo cambio, en consolidar los espacios cívicos y democráticos o promover economías de mercado éticas, son prioridades incontestables, a pesar de que la instrumentalización populista del mensaje simple enturbie la claridad de las respuestas a nuestras realidades.
Esta profunda convicción es el motor de impulso por el que, tras años de irrelevancia, hoy España ocupa el centro del tablero internacional a través del liderazgo de un presidente del Gobierno de reconocida vocación internacionalista. Una convicción que, por otro lado, le llevará en los próximos días a ser el primer español que se sitúe al frente de la Internacional Socialista con el objetivo de consolidar y desarrollar las políticas socialdemócratas en el mundo, respaldadas por el avance de la socialdemocracia en Europa y de la izquierda en América Latina.
Con esta perspectiva miramos hacia un escenario muy importante para la proyección internacional de España: la Presidencia Española de la Unión Europea.
Durante un semestre, España seguirá impulsando que la Unión Europea sea un verdadero actor global con una agenda progresista y sostenible reflejo de los valores e intereses del proyecto europeo, sin dejar de avanzar en la mayor de nuestras fortalezas: la unidad.
Con un programa de trabajo articulado en torno a la Transición Ecológica, Transformación Digital y el pilar social de la UE, la envergadura de los retos que afrontamos marcan como asuntos prioritarios la autonomía estratégica, avanzar hacia el mercado único de la energía, culminar un pacto europeo sobre inmigración y asilo, y relanzar las relaciones de la Unión con América Latina.
Mencionaba al inicio la relevancia de la gobernanza mundial y no es baladí trabajar por la consolidación del multilateralismo en tiempos en los que la mayor parte de los retos estructurales son de carácter global y, por consiguiente, exigen una respuesta global.
Reforzar nuestra influencia en los foros multilaterales, contribuir con todas nuestras capacidades al fortalecimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y de las políticas de Cooperación, son aspectos destacables en el desarrollo del proyecto europeo para lograr economías y sociedades inclusivas y sostenibles.
La pandemia y ahora la guerra de Putin, han sido aceleradores en la necesidad de transformar un sistema productivo que se ha evidenciado vulnerable y dependiente en diversos ámbitos.
Es prioritario que Europa consolide una posición propia que nos permita crecer de forma independiente promoviendo nuestros intereses y valores, que deben compaginarse con la defensa de unas relaciones comerciales libres y justas.
Por ello, es esencial que la presidencia española abunde en esta autonomía estratégica abierta, orientada a la seguridad y bienestar de la ciudadanía en los ámbitos que más repercuten en su día a día como la salud, bienes de primera necesidad y especialmente la energía.
Un mercado único de energía en el que debemos seguir avanzando porque la ausencia de iniciativa en este sentido tiene un costo demasiado alto.
España está siendo determinante en el mantenimiento de la cooperación y la unidad para responder al impacto de los precios de la energía en la ciudadanía y en las empresas.
Nuestra alianza con Portugal para limitar el impacto del precio de la energía en la economía está siendo un éxito; primero con la excepción ibérica, reconocida por la presidenta von der Leyen como un mecanismo a extender al conjunto del mercado europeo, y más recientemente con el anuncio de un nuevo corredor de energía que conecte la Península Ibérica con el resto de la UE, que servirá para el transporte de hidrógeno verde y otras energías renovables, además de gas durante el periodo de transición.
Y si marcamos un hito histórico en el fortalecimiento de la alianza atlántica en la reciente cumbre de la OTAN en Madrid, no menos destacable será la iniciativa del Gobierno de España para relanzar las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe en la cumbre que se celebrará bajo la presidencia española.
España, como miembro de la UE y de la Comunidad de Naciones Iberoamericanas, además de ser el primer país europeo en términos de inversión en la región y por sus estrechos lazos históricos y culturales, sabe que es prioritario relanzar estas relaciones y que nuestro país es el mejor puente entre la UE y AMLC para volver a situar a la región en las prioridades exteriores del proyecto europeo.
Tras años en los que lo más relevante que nos dejó la política exterior de la derecha es que conocimos el gusto del presidente Aznar por los habanos, sólo unas pinceladas en la trayectoria del gobierno actual bastan para concluir que nunca antes España fue tan escuchada y tan decisiva en el contexto internacional y por tanto, nunca antes nuestros intereses tuvieron tanto peso en la toma de decisiones.