¿De verdad estará Europa lista para "salvar el verano"?
Si la UE no empieza a progresar a un ritmo mayor hacia un pasaporte europeo e internacional único, cada vez más gobiernos irán por su cuenta.
Después de un año conviviendo con el coronavirus y con diversos confinamientos y restricciones, los europeos empiezan a ver la luz al final del túnel y muchos ya están planificando sus vacaciones.
En el Reino Unido, jamás un comunicado de la Agencia de Noticias de Chipre había tenido tanta repercusión como para provocar que miles de británicos recién vacunados se apresuraran a reservar una hamaca al sol en las playas de Ayia Napa y Limassol.
“Hemos comunicado al gobierno británico que a partir del 1 de mayo facilitaremos la llegada de sus ciudadanos vacunados, de modo que podrán visitar Chipre sin tener que hacerse pruebas ni guardar cuarentena”, declaró el viceministro de Turismo Savvas Perdios el jueves 4.
Aunque la medida entrará en vigor dos semanas antes de que los ciudadanos del Reino Unido tengan permiso para viajar al extranjero, el anuncio se produjo solo dos días después de que la Unión Europea (UE) confirmara que estaba trabajando en un “pasaporte Covid” para reactivar el turismo y el empleo.
Este pasaporte no solo estaría vigente durante el periodo vacacional, según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y también beneficiaría al Reino Unido.
Los líderes de la UE acordaron la semana pasada empezar a trabajar en un certificado de vacunación en el que se muestran muy interesados países como España y Grecia, cuya economía depende en gran medida del turismo de verano.
Aunque von der Leyen dio esta buena noticia, Stella Kyriakides,
Comisaria europea de Salud y Política de Consumidores, se encargó de presentar la otra cara de la moneda: “La vacunación debe seguir agilizándose para que no queden lagunas ni vacunas sin usar”, explicó en rueda de prensa.
Tanto las declaraciones de von der Leyen como las de Kyriakides suponen una reiteración de lo obvio, pero también una advertencia: antes de que la UE permita la entrada de turistas británicos, primero debe preparar el terreno para que sus propios ciudadanos puedan viajar con seguridad. Pero, hasta el momento, la mayoría están sufriendo más (no menos) restricciones.
“Estamos observando un resurgimiento en Europa Central y Europa del Este. También están aumentando los casos en varios países de Europa Occidental, donde la tasa de contagios sigue siendo muy alta”, explicó el jueves 4 Hans Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud.
Seis semanas después del descenso de infecciones en Europa, los nuevos casos han aumentado un 9% en las últimas semanas.
El aumento de casos derivado de la expansión de las nuevas variantes ya está forzando a muchos países a renunciar a sus planes de Pascua, mientras que España e Italia se encuentran entre los pocos países que todavía buscan fórmulas para salvar la Semana Santa.
En Francia se han impuesto nuevas restricciones y el Gobierno ha advertido que decretará cierres durante los fines de semana en París y en otras 19 regiones si no consiguen frenar la expansión del coronavirus.
En Italia, donde los casos se dispararon un 25% en la primera semana de marzo en comparación con la semana anterior, el Gobierno ordenó el martes 2 el cierre de todos sus colegios en las zonas más afectadas por el virus y extendió las restricciones comerciales y de movimiento hasta después de la Semana Santa.
En Grecia, que ha sido uno de los países de la UE que más han insistido para reabrir el turismo, el Gobierno extendió el miércoles 3 su cuarentena e intensificó las restricciones en diversas áreas del país, después de un aumento de infecciones que volvió a poner en jaque su sistema sanitario.
Con “solo” 6797 fallecidos por Covid-19 desde el inicio de la pandemia, Grecia ha salido bastante mejor parada que otros países europeos. Sin embargo, pese a una cuarentena en Atenas de más de dos semanas, la cifra de infecciones no ha dado muestra de remisión.
“Nuestro sistema sanitario está sufriendo una presión insoportable”, ha asegurado recientemente el ministro de Sanidad Vassilis Kikilias.
Alemania también ha extendido recientemente sus restricciones tres semanas más. Ahora, la variante británica ya supone el 46% de las nuevas infecciones en el país, frente al 22% de dos semanas antes.
“No vengáis”, pidió el mes pasado el alcalde de Niza (Francia), Christian Estrosi, a los potenciales turistas que estuvieran pensando en visitar la ciudad. “Este no es el momento”.
Por si fuera necesario aportar más pruebas del gran trabajo que queda por delante en toda Europa, a comienzos de marzo saltó la noticia de que la UE había bloqueado la exportación de 250.000 vacunas de AstraZeneca fabricadas en Italia a Australia.
Días después, von der Leyen advirtió que este bloqueo no sería un caso aislado si la farmacéutica seguía incumpliendo sus acuerdos con la UE, dado que ha entregado “menos del 10% de lo prometido entre diciembre y marzo”.
Este movimiento, concebido en un principio como sanción a la farmacéutica por su retraso en la producción y distribución de vacunas comprometidas, no hizo más que poner de manifiesto el precario programa de vacunación de toda Europa.
En Australia no parecieron tomarse la noticia demasiado mal. Más allá de una “queja oficial”, los políticos australianos manifestaron su comprensión.
“En Italia está muriendo gente a un ritmo de 300 personas al día. Por eso entiendo completamente la ansiedad extendida en muchos países europeos”, declaró el primer ministro australiano Scott Morrison.
“Se encuentran en una crisis sin paliativos, y esa no es la situación de Australia”, añadió.
Desde la solidaridad y no desde el enfado, el oficial médico jefe de Australia, Paul Kelly, declaró: “Mi hermana vive en Italia. Allí están diagnosticando 18.000 casos al día. Y mueren unas 300 personas al día”.
Alexander Downer, exministro de Asuntos Exteriores, por su parte, se mostró más duro y señaló que Europa debería haber pedido ayuda en vez de caer en el “nacionalismo de vacunas”.
“Habría sido mucho mejor que ponerse a jugar con leyes europeas que, al parecer, les permiten incumplir acuerdos de forma unilateral con países que no pertenecen a la UE. Ya visteis lo que pasó con el Reino Unido”, expuso Downer en el programa Radio 4 Today, de la BBC.
Y Australia tiene razones para hablar con cierta superioridad. No han registrado ni una sola muerte por coronavirus desde el 28 de diciembre y solo dos desde el 28 de octubre, mientras que su propia producción de la vacuna de AstraZeneca alcanzará el millón semanal a finales de este mes.
Su producción doméstica será de 50 millones de dosis, más que suficientes para inmunizar a sus 22 millones de habitantes, por lo que el ministro de Sanidad, Greg Hunt, ha asegurado que las 250.000 dosis fabricadas en Italia que no le van a llegar al país ni siquiera entraban en sus planes de distribución para las próximas semanas.
Teniendo en cuenta que Australia levantó hace mucho sus restricciones, ya acogen eventos deportivos con público y tienen totalmente abiertos sus restaurantes y su turismo interior, muchos australianos se lo han tomado con humor:
Sin embargo, a los médicos australianos no se les ha escapado la ironía de que Europa esté imponiendo su poder para bloquear un envío de vacunas que sus líderes han cuestionado, que sus autoridades no querían autorizar al principio para mayores de 65 años y que sus propios ciudadanos están rechazando.
“Lo cierto es que me decepciona ver este nacionalismo de vacunas asomando la cabeza”, admite Omar Khorshid, director de la Asociación Médica de Australia.
“Es irónico porque hace unas pocas semanas, Europa no parecía muy convencida con la vacuna de Oxford/AstraZeneca, y justo cuando ven que en el Reino Unido está funcionando muy bien, bloquean un envío a Australia”, argumenta Khorshid.
A esta ironía hay que añadir a Francia, que dijo que iba a seguir el ejemplo de Italia y bloquear la exportación de vacunas, pese a que su presidente, Emmanuel Macron, dijo hace pocas semanas que la vacuna de AstraZeneca era “casi ineficaz” en personas mayores de 65 años.
La aceptación de la vacuna de AstraZeneca en Francia es una de las más bajas de Europa, ya que solo el 25% de las dosis que ha recibido el país se habían administrado a fecha del domingo 7, en contraste con el 82% de la vacuna de Pfizer/BioNTech.
El problema es tan grave que Macron ha considerado la opción de obligar a los trabajadores sanitarios y sociosanitarios a recibir esta vacuna, pero poco después, un lote de 400.000 dosis de AstraZeneca que estaban destinadas para este sector se abrió para el conjunto de la población.
Y ahí reside el dilema de Europa: bloquear las exportaciones de una vacuna que no consiguen administrar a su población, justo cuando los casos vuelven a aumentar y las restricciones se extienden, está mermando la confianza en que logren resolver el rompecabezas del pasaporte Covid.
La UE tiene previsto presentar sus planes para el Pase Verde Digital el 17 de marzo y cooperar con diversas organizaciones internacionales para garantizar que el sistema funciona más allá de las fronteras europeas.
“La base de una estrategia común como esta es la confianza”, explicó von der Leyen en una carta para los gobiernos de la UE.
Consciente de la urgencia y de lo cuestionado que está su cargo en las últimas semanas, von der Leyen ha presionado a los gobiernos de los 27 países miembros para que se pongan manos a la obra con el sistema de certificado de vacunación europeo con vistas a que se pueda implementar a tiempo para el verano. Además de un marco legal, este sistema requiere de una infraestructura técnica que garantice que las autoridades de un estado puedan verificar los certificados de otro estado con plena interoperabilidad.
La Comisión Europea está trabajando con los estados miembros para que esta infraestructura, que debe garantizar la autenticidad de los certificados, esté lista en tres meses, ha informado von der Leyen.
“Este sistema solo puede funcionar si todos los sistemas nacionales están listos a tiempo”, ha añadido.
Las aerolíneas son muy conscientes de las reticencias de algunos países sobre estos plazos ambiciosos.
Michael O’Leary, jefe de Ryanair, ya predijo a comienzos de marzo que este sistema “no se implementará con la suficiente rapidez antes del verano”, por lo que está pensando en permitir la subida de certificados médicos a la propia app de los clientes con la esperanza de que las autoridades den el visto bueno.
Si la UE no empieza a progresar a un ritmo mayor hacia un criterio europeo e internacional único, cada vez más gobiernos irán por su cuenta y más viajeros verán obstaculizadas o anuladas sus ansiadas vacaciones.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.