Cuidar el presente y el futuro del país
Existen dos posibilidades: aprovechar el talento que habita en la universidad para crear una nueva sociedad o volver a expulsar a toda una generación muy formada.
Durante estas últimas semanas una afirmación común ronda la cabeza de miles de estudiantes: nos han abandonado. Viven con la angustia de sentir que nadie les dice cómo acabará el curso, con la incertidumbre de que sus sueños puede que no se cumplan. Porque quizá bajen sus notas, o suspendan alguna asignatura, y no obtengan una beca. También hay preocupación por desconocer cómo van a ser evaluados o qué pasará con sus convalidaciones del programa Erasmus.
A estas dudas, debemos sumarle las situaciones personales. Hay estudiantes afectados por la enfermedad, otros han visto a familiares sufriendo las consecuencias y también los hay que padecen ansiedad debido a las dificultades socioeconómicas. Esto está suponiendo un reto para las universidades y para el presente y futuro de nuestra sociedad. El estudiantado no puede sentir que está solo o abandonado, hay que hacer política.
La universidad, decía Ortega y Gasset, es ese lugar donde la juventud encuentra nuevos ideales y no solo una máquina de hacer títulos y profesionales, como se pretende. Quizá este parón es buen momento para que la universidad también trabaje en ello. No se trata solo de encontrar métodos para no copiar en un examen, ya que estos se han convertido en pruebas de memorizar. El objetivo fundamental es la transmisión de conocimientos profesionales y vitales, por lo que la evaluación debe ser una forma de demostrar la adquisición de los mismos. Además, ¿se dan las garantías para evaluar por igual? No. Y apunto tres reflexiones:
Los recortes públicos realizados en la década anterior provocan la precarización del profesorado, demasiados estudiantes por clase sin llegar a los parámetros de Bolonia; la falta de respuesta y ayuda y la dificultad para investigar. Debemos asegurar la evaluación sin que nadie se quede atrás. Y si no es posible, ajustar el precio del crédito a primera matrícula..
La creciente brecha social existentente en todos los ámbitos de nuestra vida provoca la brecha digital. La subida de las tasas y la disminución de becas nos obliga a recuperar el lema “el hijo del obrero a la universidad”. Debemos sustituir la mal llamada beca de excelencia por becas de carácter socioeconómicas porque las primeras no miden el esfuerzo realizado merecedor de reconcimiento, sino que prima a quien llega más alto sin tener en cuenta de dónde parten y cuánto han avanzado.
Existe un alto nivel de exigencia, producida por un modelo de sociedad muy competitivo. Por ello, si el mundo se para y aprendemos que debemos ir más despacio, la universidad también. Debemos crear periodos extras de evaluación, sin coste añadido y sin retrasar el resto de las etapas formativas. Y entender las dificultades y situaciones de estrés y angustia poniendo gabinetes psicopedagógicos gratuitos, a disposición de los estudiantes, en los centros universitarios.
No es regalar nada, sino cuidar el futuro del país. Los estudiantes tienen que ver que hay luz al final del túnel, y la política es el ámbito en el que se debe conseguir. Es difícil pedirle a una generación que crea en la democracia e instituciones si somos incapaces de dar respuesta a sus necesidades. Existen dos posibilidades: aprovechar el talento que habita en la universidad para crear una nueva sociedad o volver a expulsar a toda una generación muy formada. Es una cuestión de democracia generacional y se deben aplicar medidas de urgencia. Cómo será el futuro lo determinará la forma en que nos organizamos ahora.
Estudiantes hoy, líderes del futuro, tenemos un reto como generación. El mundo no solo necesita creatividad y lógica, que ya hay mucha. Lo que necesita es más humanidad para mejorarlo. Empecemos.