Cuestión de actitud
Sé que estas palabras le incomodarán a más de uno al leerlas o al menos eso espero.
¿Cuántas veces te has cruzado con alguien que anda por la vida agotado, sin espíritu y quejándose de la vida como alma en pena? Te hablo de personas que tienen salud, trabajo, que llegan a fin de mes y que incluso se pueden permitir algún capricho a lo largo del año...
¿Y cuántas veces te has cruzado con alguien sonriente, lleno de energía y transmitiendo ánimo y fuerza por los cuatro costados? Muchas veces son personas iguales a las que te comentaba en el párrafo anterior; otras en cambio, son personas que están luchando contra cualquier mal, como pueda ser una larga enfermedad y cuyo día a día gira en torno a una incertidumbre total. Personas que están asumiendo dolores indescriptibles.
No soy psicoanalista ni pretendo serlo, pero para mí, la diferencia entre los primeros y los segundos está clara. Es una cuestión de actitud. De actitud ante la vida, ante el trabajo, ante las desgracias y ante las alegrías.
Vivimos rodeados de pitufos gruñones a los que todo les parece mal. Y no sólo eso, sino que además tienen la habilidad de delegar la responsabilidad de todos sus males en las manos de cualquiera, sin reconocer que son ellos mismos los que tienen el poder, diría que casi total. Gruñones que se encierran en sí mismos y a quienes les encanta regocijarse criticando a los demás, sin ni siquiera tener la deferencia de mirarse al espejo.
Normalmente procuro morderme la lengua para no herir sensibilidades, por eso de que me dedico a los recursos humanos. Pero me han llamado para dar en los próximos días una ponencia sobre lo que buscan las empresas hoy en día a la hora de contratar, y a mí, dejando habilidades técnicas a un lado, sólo se me ocurre una cosa de la que hablar: ACTITUD.
Enseñemos a los niños a tener esa actitud que mañana necesitarán a la hora de afrontar el desamor; a la hora de enfrentarse a una entrevista de trabajo, un trabajo nuevo o un despido; a la hora de luchar contra una enfermedad. Enseñémosles dónde serán capaces de llegar sólo con su actitud.
No tenemos que criar niños que sean "happy flowers". Tenemos que criar a niños a los que dejemos equivocarse para ayudarles a aprender la lección, niños sobre los que fomentar la libertad de elección, niños que tengan que afrontar frustraciones, que se críen teniendo, cuando sea conveniente, un no por respuesta. Y digo niños porque lamentablemente no son tantos los adultos dispuestos a mirarse al espejo para seguir formándose, y mucho menos en "eso que está ahora tan de moda y que llaman actitud".
Afortunadamente, nuestros niños serán los que terminen dándonos a los adultos más de una lección.
Y ahora, si te sientes incómodo con lo que has leído, seguramente sea porque eres un "pitufo gruñón", así que déjate de gruñidos y lamentaciones y ponte las pilas. Te aseguro que nunca es tarde para empezar a cambiar tu actitud.