Cuatro años de una política exterior de Trump con luces y sombras
Ha puesto de acuerdo a Israel con el Golfo, a los talibanes a negociar y ha ablandado a Kim, pero se ha alejado de la UE y ha agravado el pulso con China.
En sus cuatro años en la Casa Blanca, si hay algo que se puede decir de la política exterior de Donald Trump es que, para bien o para mal, ha roto muchos esquemas en un ámbito en el que Estados Unidos mantenía una histórica tradición bipartidista y ha tenido algunos éxitos sonoros, si bien otros resultados menos deseables, como el claro alejamiento de la Unión Europea (UE) y el continuado pulso con China.
Con su manido lema América first (primero, Estados Unidos) y como hiciera también a nivel interno, buena parte de los primeros pasos que dio como presidente fueron para revertir decisiones tomadas por su antecesor, Barack Obama. Así, en junio de 2017 sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático y ese mismo mes comenzó a revertir el acercamiento sellado por el demócrata con Cuba, endureciendo de forma paulatina las restricciones y limitando las incipientes relaciones entre los dos países.
Otro de los hitos de su Presidencia fue la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear firmado en 2015 con Irán, sin duda uno de los grandes logros de Obama -junto con Rusia, Francia, Reino Unido, Alemania y China-. El paso dado en mayo de 2018 contribuyó a agriar las relaciones con sus socios europeos y a la reintrodución de las sanciones, pero sin duda el punto crítico en el pulso con Teherán aún estaba por llegar.
El 3 de enero de 2020 Estados Unidos mató en un bombardeo en Bagdad al general Qassem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria y considerado como el verdadero poder en la sombra en Irán. Aunque el golpe hizo temer por un conflicto a gran escala entre los dos países, Teherán optó por una respuesta más contenida, limitándose a bombardear dos bases con tropas estadounidenses en Irak.
El otro gran foco de preocupación en estos cuatro años ha sido China. El presidente se embarcó en una guerra comercial con el gigante asiático, con subida de aranceles incluida. La pandemia de coronavirus, que tuvo su origen en la ciudad china de Wuhan, no ha hecho sino tensar aún más la relación, ya que Trump ha acusado a Pekín de ocultar información y no ha dudado en hablar del “virus chino”.
Cumbre histórica con Kim
Y mientras ello ocurría, el inquilino de la Casa Blanca protagonizaba un histórico acercamiento con Corea del Norte. Tras unos primeros meses de mandato en los que los insultos hacia el líder norcoreano, Kim Jong Un, eran una constante en sus mensajes en Twitter, tildándole incluso de “hombre cohete” por los lanzamientos de misiles, y con varias amenazas de atacar el país, Trump dio un giro de 180 grados que culminaría con la histórica cumbre entre ambos el 12 de julio de 2018 en Singapur.
Más allá de las buenas palabras y el compromiso de una “completa desnuclearización” de la península de Corea, lo cierto es que no ha habido cambios de importancia desde entonces. Tras una segunda cumbre en febrero de 2019 en Vietnam, que fue un sonoro fracaso, y el histórico encuentro en la frontera entre las dos Coreas en junio de ese año, la relación parece haberse enfriado, pese a que Trump se jactó en varias ocasiones de que Kim era su “amigo” y no escatimó elogios hacia él.
El otro gran acercamiento protagonizado por Trump ha sido con los talibán. Pese al tropiezo de septiembre de 2019, cuando el presidente canceló en el último momento un encuentro con los talibán en Camp David, finalmente el acuerdo de paz con el grupo insurgente afgano se selló el 29 de febrero de 2020 en Qatar.
En virtud del mismo, Estados Unidos se ha comprometido a retirar sus tropas a cambio de que los talibán no den refugio a terroristas en Afganistán, principalmente Al Qaeda, y a que estos entablen un proceso de paz con el Gobierno afgano, actualmente en curso.
El amigo israelí
Otro de los asuntos por los que sin duda pasará a la historia es por su política en Oriente Próximo. Su primer viaje al extranjero fue toda una declaración de intenciones, eligiendo en mayo de 2017 Arabia Saudí como primer destino, seguido de Israel y prometiendo un nuevo plan de paz para Oriente Próximo, que sin embargo tardaría casi tres años en materializarse.
Antes de ello, en diciembre de ese año, rompió con décadas de política estadounidense y anunció el traslado de la Embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, que se hizo efectivo en mayo de 2018. El cacareado plan de paz para Oriente Próximo terminó llegando el 28 de enero de 2020 y su anuncio lo hizo Trump acompañado por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Básicamente, el Acuerdo del siglo señala a Jerusalén como la capital “indivisible” de Israel, que retendría el control de las colonias judías y del valle del Jordán, mientras que Palestina tendría su capital en una zona de Jerusalén Este ubicada fuera de la barrera de seguridad instalada por Israel. La Autoridad Palestina lo rechazó de plano, así como otros países árabes.
Pero los esfuerzos de Trump no acabaron aquí. Su Administración ha facilitado la firma de sendos acuerdos de paz de Israel con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, los que Washington asegura que se sumarán próximamente otros países árabes, entre los que por ahora no estaría el más deseado: Arabia Saudí.
Por lo que se refiere a la lucha contra el terrorismo, sin duda su gran logro ha sido la muerte del líder de Estado Islámico, Abú Bakr al Baghdadi, quien se inmoló el 26 de octubre de 2019 tras verse acorralado durante una operación de fuerzas especiales estadounidenses en el noroeste de Siria.
Venezuela ha sido otra de las grandes cruzadas de Trump. El presidente fue el primer líder mundial en reconocer a Juan Guaidó como “presidente encargado” del país después de que el titular de la Asamblea Nacional se autoproclamara como tal en enero de 2018 y desconociera al Gobierno de Nicolás Maduro. La Administración ha aprobado todo un paquete de sanciones con vistas a asfixiar a la “dictadura” de Maduro, pero casi dos años después el cambio no se ha producido en el país, que atraviesa una grave crisis a todos los niveles.
Pulso con la ONU
Por otra parte, otro de los pulsos sonados que ha mantenido Trump en estos cuatro años ha sido con la ONU, y en particular con algunos de sus organismos. Así, el primer paso lo dio con la salida de la UNESCO en octubre de 2017, al que seguiría el Consejo de Derechos Humanos en junio de 2018 y que ha culminado con el abandono de la OMS por su gestión de la Covid-19. Además, Washington ha reducido su contribución de fondos a la ONU, de la que es el principal financiador.
Pero si había un ámbito que despertaba interés era el de la relación con Rusia, habida cuenta de la supuesta injerencia rusa en las elecciones de 2016 para ayudar al magnate. Lejos de lo que se llegó a esperar, no ha habido un acercamiento entre los dos países y Trump solo ha podido verse en persona con Vladimir Putin en dos ocasiones, la primera un breve encuentro en Varsovia, en julio de 2017, y la segunda una cumbre en Helsinki en junio de 2018.
En cuanto al aliado tradicional de Estados Unidos, la Unión Europea, el alejamiento ha sido manifiesto, con numerosas críticas desde el otro lado del Atlántico y no menos desinterés desde el continente europeo. También la relación ha sido tensa en el seno de la OTAN, organización compuesta precisamente en su mayoría por países de la UE. A los miembros de la Alianza Atlántica Trump les ha pedido un mayor gasto en defensa, advirtiendo de que Estados Unidos no puede ser siempre quien pague la factura.