La cuarentena, en un barco: así están pasando Elena y Paul el confinamiento a bordo
“Cuando hace bueno tomas el aire, el sol y hay mucha tranquilidad”, afirman.
España ha cerrado bares, cines, pabellones, museos, centros de trabajo o estadios y ha decretado el confinamiento para evitar la propagación del coronavirus, que este jueves superó la barrera de las 10.000 muertes y de los 110.000 contagiados.
Cuando Pedro Sánchez pidió a la población que no saliera de sus casas, se tendió a entender que se tenían que quedar en sus pisos o en sus chalets, de mayor o menor tamaño, pero no fue habitual pensar que una casa podría ser también un barco. Esto es lo que les ha sucedido, por ejemplo, a Elena y Paul, una pareja que lleva más de un año y medio viviendo a bordo de Maracas, un velero que se encuentra actualmente amarrado en el Real Club de Regatas de Cartagena.
“Esta es nuestra casa y estamos viviendo la cuarentena de una forma normal”, comenta a El HuffPost esta pareja de 33 y 27 años respectivamente. Pero no están solos, junto a ellos hay otros ocho barcos con gente.
Cuando se decretó el estado de alarma el pasado sábado 14 de marzo, les pilló con el barco en varadero en Murcia porque le estaban haciendo el mantenimiento. Cuenta que en esa situación, servicios tan imprescindibles como el váter o el fregadero dejan de funcionar.
“Estuvimos con la incertidumbre de no saber que iba a pasar, de si íbamos a poder ir al agua o no. Menos mal que finalmente nos dejaron sacar el barco y lo pudimos traer a Cartagena sin ningún problema. No nos paró la Guardia Civil ni nada”, afirma Elena.
Paul, un suizovenezolano que trabaja como capitán de yate, apunta que, aunque parezca que no, están entretenidos porque, por motivos económicos, el barco que se compraron necesitaba una reforma.
“Nuestro presupuesto no da para uno nuevo, compramos uno y decidimos reformarlo en la medida de lo posible. Paul entiende mucho de barcos, así que entonces lo vimos como un proyecto y los inviernos los dedicamos a hacerla”, explica la madrileña Elena, quien a pesar de doctorarse en Química en la capital decidió mudarse en 2015 a Cartagena para primero ser instructora de buceo y luego empezar a navegar en yates hasta ser capitán.
La cuarentena no solo les pilló a contracorriente con el barco en varadero, sino que además habían vaciado el mobiliario de parte de dos de los tres camarotes. “Ahora hemos tenido que traer una parte del sofá, algún colchón y en ese sentido, dentro de vivir en un barco estamos en una condición menos cómoda”, apunta Elena. Paul, de fondo, también añade que habían dejado dos ventanas para arreglar en Murcia y con el estado de alarma no las han podido recoger.
Esos huecos, combinado con la lluvia que ha caído en los últimos días, ha hecho que tengan que estar casi de “apagafuegos”, como ellos mismos se definen entre risas: “Hemos puesto plástico para la lluvia. No pasa nada, pero estaría mejor tener la ventana”.
Otra situación a la que les ha obligado la reforma es a tener que ir al club a ducharse o a lavar la ropa. “No nos cruzamos con nadie y al volver desinfectamos todo, lo mismo que hace una persona normal”, matiza Elena. Cuando van al supermercado en coche hacen exactamente lo mismo: limpian todo lo que han traído. “Es la forma de ganar al virus y hay que respetarlo lo máximo posible”, afirman.
A pesar de estos inconvenientes, destacan la tranquilidad que tienen cuando salen a tomar el sol en su Grand Soleil 46, que mide 14 metros de eslora (longitud) y cuatro de manga (anchura): “Cuando hace bueno tomas el aire, el sol y hay mucha tranquilidad”.
También resaltan que su proyecto, llamado Sailing the life, va a ser contar cómo es la vida a bordo en largos viajes, de esta forma la cuarentena les está preparando. “El año que viene queremos cruzar de Canarias al Caribe. Son más de 20 días, así que tienes que tener el barco para más tiempo preparado y para más personas que solo dos. Nos está sirviendo un poco de entrenamiento”, asegura Elena.
Por su parte, también les está enseñando a aprender a “cómo organizar la comida” para que las cosas duren y no haya que ir con frecuencia al supermercado.
Su intención futura, además de hacer viajes largos, va más allá y pretenden hacer alguna obra social en sitios a los que vayan donde pueda haber necesidades, así como explicar la técnica que requiere el manejo de barcos de vela.