"Cuando estás en la mierda absoluta sientes que así ayudas”
Viena Capellanes, empresa paralizada por el covid-19, sirve comida y bebida gratis a los sanitarios de Ifema: "Si hay que morir, que sea luchando"
De 7 de la mañana a 11 de la noche, los sanitarios que trabajan en Ifema no están solos. Uno de los primeros días de funcionamiento del hospital de campaña montado en el recinto ferial de Madrid, el Samur se puso en contacto con una empresa con la que suele colaborar para pedirle una cafetera. La zona era un “desierto” y no tenían “ni para tomar un café”. Unas horas después, llegaba un autobús con varios voluntarios, comida y bebida gratis y la promesa de que volverían al día siguiente.
Antonio Lence, director general de Viena Capellanes, acaba de regresar de Ifema y explica que, aunque la empresa ha paralizado sus tiendas y sus colaboraciones con otras empresas por el estado de alarma, algunos empleados no han cesado su actividad. Ahora son voluntarios.
Durante 16 horas al día 7 días a la semana reparten sin coste comida y bebida a los sanitarios de Ifema con una idea fija en la cabeza: si la empresa tiene que “morir”, que sea “ayudando”. Aunque, obviamente, esperan no llegar a esa situación. “Paramos la actividad de un día para otro y nos encontramos con que nuestros productos, al ser de caducidad temprana y artesanos, debíamos donarlos. Así que lo hicimos al banco de alimentos, con quienes ya trabajábamos para no desperdiciar”, señala el director general.
No conformes con eso, decidieron extender su solidaridad y avanzar hacia algo más: “Son pequeñas cosas que hacemos para sentirnos útiles porque, cuando estás en la mierda absoluta, sientes que así ayudas”. Poco después de levantar el hospital de Ifema, les llamó el Samur para pedir una cafetera. “Cuando hablamos con ellos recordamos que teníamos un autobús de la EMT adaptado para despachar, así que fuimos con él. Cuando vimos el panorama en Ifema decidimos que teníamos que volver y que no podíamos cobrar nada”, señala Lence.
Al principio, el objetivo era darles “café y algún bollo”, pero cuando los directivos de Viena Capellanes vieron todo lo que hacía falta, empezaron a ponerse en contacto con otras empresas. Ahora incluso reciben ayudas económicas de particulares: “De momento ha dado resultado, nos mandan muchas cosas y queremos mantenerlo durante todo el estado de alarma. Estamos viendo una reacción emocionante de la gente, el lado amable del ser humano”.
Una acogida “brutal”
En cuanto a los trabajadores de Ifema, según Lence, les han acogido de una forma brutal. “El primer día, cuando llegaron las voluntarias, tenían miedo. Ahora están emocionadas, no sabes cuánto agradecimiento y cariño reciben, les regalan flores, mascarillas de protección... Además de los correos que recibimos en la empresa dando las gracias”, celebra.
Las personas que despachan el autobús son gente de la plantilla de la empresa, que ha tenido que acordar un ERTE. Eso sí, Lence asegura que cuenta con el apoyo “total” de los trabajadores: “Somos una empresa de 600 personas, pero muy cercana y familiar”.
De hecho, mantienen contacto entre ellos todos los días desde que se decretó el estado de alarma y Antonio se encarga personalmente de mandarles un vídeo animándoles a aguantar. Cuando contó lo del autobús, “seis o siete trabajadores se propusieron voluntarios”. Ahora ayudan allí de lunes a domingo, en turnos de 8 horas: “Están felices a pesar de la paliza”.
Y es que Viena Capellanes no se ha librado de las consecuencias económicas de esta pandemia global. La hecatombe al paralizar su actividad y cerrar las tiendas “ha sido brutal”.
No sólo en Ifema
La empresa no sólo está presente en Ifema. No han tenido reparo en donar mascarillas, guantes y equipamiento a los sanitarios desde el primer día que se pidió ayuda.
Además, se han unido parcialmente a la iniciativa de Rodilla y Telepizza para proveer a los niños de un menú infantil. Pero ellos lo hacen en la periferia de Madrid: “Pueblos donde los niños también tienen ese derecho y el servicio no llega”. Recorren al día 1.300 kilómetros y 75 municipios, a algunos de los cuales se desplazan para entregar un solo menú.
A pesar de que algunos dicen que la posguerra será peor que la guerra, y que aún no se pueden calcular las consecuencias económicas de esta crisis, Lence se muestra optimista: “Tenemos claro que tenemos que sobrevivir como sea, pero si se pierde el patrimonio que sea siendo generosos, si hay que morir, morimos luchando. No queremos echar el cierre e hibernar”.