La gran pregunta que se hacen en EEUU: ¿cuál será la siguiente trampa de Trump?
“La duda de si intentará hacer trampas o no es casi ridícula. ¡Claro que lo va a intentar!”.
Quedan menos de dos semanas para las elecciones presidenciales de Estados Unidos y los detractores de Donald Trump tienen una preocupación en mente: ¿cuál será su siguiente trampa?
Con un presidente acusado de impagos a cientos de contratistas cuando era empresario y que aceptó la ayuda de Rusia para ganar las elecciones de 2016 y que ya ha extorsionado a otros líderes extranjeros para que le ayuden a ganar en 2020, se da por hecho que intentará algo a lo largo de las siguientes semanas.
“La duda de si intentará hacer trampas o no es casi ridícula. ¡Claro que va a intentar hacer trampas!”, asegura Daniel Goldman, el fiscal general que encabezó el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes durante el juicio político a Trump por su presunto intento de extorsión a Ucrania.
Las posibilidades que prevé Goldman son que Trump vuelva a animar activamente a otros países a ayudarle, que intensifique su ataque a los demócratas o que trate de suprimir el voto por correo. “Creo que va a utilizar todas las herramientas gubernamentales que hay a su disposición”, advierte. “Es algo que da mucho miedo”.
Mary Trump, sobrina del presidente, ha desvelado en su libro Siempre demasiado y nunca suficiente: Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo que Trump hizo trampas incluso para ser aceptado en la Universidad de Pensilvania, ya que pagó a otra persona para que hiciera el examen de admisión por él. En su opinión, no es necesario especular sobre si va a hacer trampas en estas elecciones: “Es algo que ya está pasando. Ya está haciendo trampas activamente”, sostiene, poniendo como ejemplo su guerra contra el voto por correo y el sabotaje al Servicio Postal para que menos gente reciba su papeleta.
“Cuanto más nos acercamos a la fecha y más encuestas desfavorables salen, más desesperado está”, explica.
Ni la Casa Blanca ni Donald Trump han querido hablar con la edición estadounidense del HuffPost sobre estas declaraciones.
Trump ni siquiera se ha comprometido a garantizar un traspaso de poderes pacífico en el caso de que pierda: “Ya veremos lo que pasa”, respondió justo antes de reanudar su ataque a la legitimidad del voto por correo: “Renunciad al voto por correo y tendréis un traspaso de poderes muy muy pacífico. Bueno, en realidad no va a haber ningún traspaso, porque voy a continuar”.
Esas declaraciones llegaron horas después de que admitiera que piensa que el resultado de las elecciones se decidirá en el Tribunal Supremo, motivo por el que quiere ocupar con alguien de su confianza la vacante creada por la muerte de la magistrada progresista Ruth Bader Ginsberg. “Esta estafa que están tramando los demócratas ―porque eso es lo que es: una estafa―, acabará ante los magistrados del Tribunal Supremo de los Estados Unidos”, aseguró.
Y esto llega después de que lanzara su mensaje más peligroso hasta la fecha: las próximas elecciones serán ilegítimas si no las gana él: “La única forma que tienen los demócratas de ganar es hacer trampas”, declaró la semana pasada.
“Tratará de cerrar el proceso electoral lo antes posible para que sea difícil tener el recuento completo”, advierte Ruth Ben-Ghiat, especialista de la Universidad de Nueva York en autoritarismos.
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Todas las declaraciones en las que Trump ha tratado de deslegitimizar las próximas elecciones (si no gana él) se han producido con el telón de fondo del fiscal general William Barr siendo investigado por desacreditar pruebas presuntamente incriminatorias contra Trump en relación con la ayuda que recibió de Rusia en 2016 y posiblemente también en 2020. Trump, en vez de renunciar a la ayuda del dictador ruso Vladimir Putin, criticó al director del FBI por revelar dicha ayuda en el Congreso.
Un exfuncionario de seguridad nacional de Trump en la Casa Blanca ha comentado desde el anonimato que las personas que todavía no están alarmadas por las prácticas de Trump están pecando de excesiva tranquilidad.
“En su mente, Trump de verdad cree que la ley no es aplicable a su persona”, comenta, y añade que el presidente intentará invalidar las elecciones si encuentra la forma de hacerlo impunemente. “No me sorprendería que el presidente intentara ser una especie de autócrata al estilo de Putin”.
Saltarse normas y leyes ha sido una constante en la vida de Donald Trump desde que heredó el imperio inmobiliario de su padre a comienzos de los años 70.
La primera mención a Donald Trump en el New York Times data de 1973, cuando el Departamento de Justicia del presidente Richard Nixon ordenó a Trump padre e hijo a dejar de violar las leyes contra la discriminación por negarse a alquilar pisos a personas de raza negra.
Durante años, Trump colaboró con el crimen organizado en sus grandes proyectos de construcción. En los 80, contrató a inmigrantes ilegales por un sueldo miserable para demoler un edificio que ocupaba el espacio de su actual Torre Trump de Nueva York.
A lo largo de tres décadas, Trump ha sido acusado por cientos de contratistas por impagos relativos a la construcción de sus edificios y sus campos de golf.
También fue acusado de utilizar la organización benéfica que fundó como un fondo ilícito personal del que se sirvió para financiar gastos tan variados como un casco de fútbol americano firmado por 12.000 dólares o la cuota de 7 dólares de los Boy Scout para su hijo. Al final, el fiscal de Nueva York ordenó cerrar esta falsa organización benéfica.
Esta tendencia a saltarse la ley no se interrumpió en su campaña presidencial de 2016. Donald Trump pidió a Rusia que le ayudara a encontrar información para desprestigiar a su rival política, Hillary Clinton, e incluso invitó a varios representantes rusos a su cuartel general para debatir sobre dicho asunto. Posteriormente, cuando los rusos publicaron el material contra la campaña de Clinton, Trump lo utilizó a diario durante el último mes previo a las elecciones, a sabiendas de que era material robado por el servicio de inteligencia de Valdimir Putin.
Esto desencadenó una investigación de dos años del fiscal especial Robert Mueller, que redactó un informe detallando tanto el apoyo ruso como la interferencia de Trump en la investigación. Barr, sin embargo, malinterpretó el informe de Mueller para exonerar a Trump en marzo de 2019.
No bien hubo acabado dicha investigación, Trump inició un nuevo proceso de trampas para conseguir la reelección, esta vez tratando de extorsionar al presidente de Ucrania para investigar a Biden. Este intento recibió una denuncia anónima que acabó con el proceso de impeachment a Trump, que se convirtió en el tercer presidente de la historia de Estados Unidos en enfrentarse a un juicio político.
El Senado, de mayoría conservadora, votó a favor de la inocencia de Trump, con la excepción del senador republicano Mitt Romney, de Utah.
Aunque algunos senadores predijeron que Trump aprendería la lección y dejaría de abusar de su poder, lo cierto es que el presidente intensificó su voluntad de utilizar a las autoridades y sus poderes para su propio beneficio político.
Esta primavera, después de pasar semanas minimizando el peligro de la pandemia y de incluso calificarla de “fraude”, Trump obligó a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) a enviar una carta a todos los hogares del país en su nombre con el asunto “Recomendaciones del presidente Trump relativas al coronavirus en Estados Unidos”. Utilizó el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Justicia para intentar bloquear la publicación del libro del exasesor de seguridad nacional John Bolton, que desvela que Trump imploró al dictador de China que le ayudara a conseguir la reelección a cambio de comprar una gran parte de su producción agrícola.
Trump insistió en incluir su nombre en el cheque de 1200 dólares que recibieron casi todos los estadounidenses como ayuda durante la pandemia. El jueves 23 anunció que enviaría otros 200 dólares a todos los inscritos en el servicio de sanidad Medicare para ayudarles en el copago de medicamentos, después de haber intentado forzar a las farmacéuticas a aportar 100 dólares por persona. La forma de ese supuesto pago sigue sin estar clara.
Y lo que preocupa más a muchos de sus detractores es que Trump convenciera al fiscal general y al Departamento de Seguridad Nacional para que despejaran con gas lacrimógeno un parque donde se estaba celebrando una manifestación pacífica para sacarse una foto sosteniendo una Biblia ante una iglesia que está enfrente de la Casa Blanca. Estas fotos no tardaron en aparecer en sus panfletos de campaña.
“Trump y Barr saben que tienen pocas probabilidades de ganar unas elecciones libres y justas y están dispuestos a hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder”, asegura Ben-Ghiat. “En su mente, ahora están empezando a consolidarse en el poder y las elecciones no son más que una molestia que deben neutralizar para seguir a lo suyo”.
El hecho de que Trump pueda apoyarse en el fiscal general y en el secretario de seguridad nacional le permite hacer un uso indiscriminado de la fuerza bruta siempre que lo desee, pero lo que más preocupa a sus detractores es que abuse de esa autoridad en las próximas elecciones.
“En vez de hacer trampas en las elecciones, directamente va a intentar robarlas”, advierte Goldman, que añade que Trump, al igual que un jefe de la mafia, ya ha dejado claras sus intenciones: “Sabemos cuáles son sus motivaciones porque él mismo las dice”.
Fernand Amandi, encuestador demócrata de Florida especializado en el voto latino, dice que un escenario plausible para Trump sería utilizar al Servicio de Inmigración y Aduanas, como ya hizo para reprimir el descontento popular, para dar fe de que el voto por correo ha sido fraudulento.
“¿Y si envía a un batallón de agentes de inmigración para custodiar los votos por correo de Florida, ¿quién le va a detener?”, especula Amandi. “¿Y si lo hace no solo en un estado, sino en todo el país? Por primera vez en la historia de Estados Unidos, vamos a necesitar observadores electorales extranjeros para vigilar lo que sucede”.
No obstante, Miles Taylor, exjefe de seguridad del Departamento de Seguridad Nacional y actual opositor de Trump, piensa que el miedo a que el presidente se convierta en un dictador es exagerado. Los agentes de inmigración, según él, van a cumplir la ley al igual que se negaron a obedecer a Trump cuando este ordenó devolver en caliente a inmigrantes en la frontera de México.
“Los agentes de inmigración no quieren acabar en la cárcel y saben hasta dónde llega su autoridad”, tranquiliza.
Sí que está preocupado, en cambio, por el respeto nulo que muestra Trump por las leyes y las instituciones democráticas. “El presidente y su retórica son como una pistola cargada, y él está apuntando en todas las direcciones”, compara Taylor. “Está preparando el terreno para un descontento popular en todo el país, eso es lo que más me preocupa”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.
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