Cronología personal del País Vasco
En 2020, con 45 años veré la serie Patria en una plataforma de televisión en línea, tranquilamente sentado en el sillón de casa.
Con 43 años escuché indiferente el fin de la banda terrorista ETA en aquella ridícula puesta en escena de Cambo les Bains. Poco más que una rueda de prensa en realidad.
Con 41 años escribí mi primer testimonio personal sobre ’los años de plomo’ en este mismo medio. Me quité un bonito peso de encima, y abrí una mochila que sigo vaciando todavía hoy.
Con 39 años me reí con el show del desarme, los verificadores, las pistolas y las cajas de cartón. Curioso vodevil. Mucho más me reí todavía, es cierto, con Ocho apellidos vascos.
Con 36 me emocioné al enterarme de que ETA se rindió anunciando el cese de “la actividad armada”. Me alegré mucho por mis hijas y sobre todo por mis padres. Pensé en la tranquilidad y el alivio de mucha gente que dio la cara. Y curiosamente, en el dolor añadido que la certificación de la inutlidad de tanta violencia (no por conocida menos lacerante) pudo significar ese día para las victimas del terrorismo.
Con 33 años fui padre por primera vez.
Con 28 años me sorprendió la osadía e irreverencia de Vaya Semanita, que disfruté mucho.
Con 27 años de nuevo pintadas y acoso a la familia. “Socialización del sufrimiento”, lo llamaban ahora.
Con 26 años volví definitivamente al País Vasco a pesar de todo.
A los 22 años, en el verano del 97, participé en las manifestaciones contra el asesinato de Miguel Angel Blanco, en las oficiales y las espontáneas.
A los 18 años me fui otra vez ’a vivir fuera’. Cuando estaba en el País Vasco, llevaba el lazo azul.
A los 16 años volvimos al País Vasco. También con 16 años me enteré de que 5 años antes detuvieron in extremis a un comando listo para actuar, con toda la información para atentar contra mi padre y/o toda la familia. Era inminente. Me acuerdo todavía con claridad, lo veo, me acuerdo de la hora y el sitio exacto en el que me enteré.
Desde los 12 (y hasta a los 36 años) siempre que me encontraba en el País Vasco y que había una concentración ciudadana contra el terrorismo acudí.
Con 12 años me fui con mi familia ’a vivir fuera’.
Con 11 años una bomba explotó debajo de casa.
Con 10 años nos pusieron una puerta blindada, como de diez centímetros de espesor y que pesaba un quintal.
Cuando yo tenía 9 años mi padre empezó a llevar escolta.
Con 8 años descubrimos unas pintadas en la escalera de casa.
De niño se oían las bombas por la noche. De día no recuerdo bien el número de atentados que presencié desde el parque o desde casa, pero fueron unos cuantos.
Nací en 1975 en el País Vasco.