Coronavirus, crisis climática y nuevas tensiones centran la Asamblea anual de la ONU
Más de un centenar de líderes se dan cita en un Nueva York blindado por la pandemia, con deudas pendientes como la vacunación justa por resolver.
La Asamblea General de las Naciones Unidas vuelve a ser de carne y hueso. Tras un 2020 de pandemia, en el que fue imposible celebrar presencialmente la principal cita de los líderes del mundo entero, este martes vuelven a verse las caras en Nueva York los representantes de un centenar de países, aunque una parte de ellos, aún, intervendrán por videoconferencia.
La cita, por eso, podría tomarse con esperanza y hasta con alegría, pero hay poco que celebrar y mucho que debatir y mejorar. Porque el coronavirus no se ha ido, porque no todo el mundo lleva el mismo ritmo de vacunación, porque los desequilibrios sociales se acentúan en el mundo, porque la crisis climática no tiene freno, porque se suman más tensiones en el planeta, que se llaman Afganistán, Myanmar o Tigray. “Estamos ante un momento crucial para el mundo”, como resume el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres.
La cita, en la que se estrenan por ejemplo el presidente de EEUU, Joe Biden, y el iraní Ebrahim Raisi, es un recordatorio en sí mismo de lo pendiente, desde las delegaciones que no van por el riesgo extremo que el covid-19 sigue suponiendo en sus países hasta la llegada de nuevos regímenes como el talibán.
El coronavirus, arriba en la agenda
La pandemia sigue dominándolo todo y, obviamente, también el mayor encuentro planetario de líderes, con un formato híbrido, con algunos interviniendo en persona (entre ellos, el español Pedro Sánchez, aunque ha retrasado su viaje por la erupción del volcán de La Palma) y otros desde sus capitales, online.
El coronavirus se impone por una doble vía: el dibujo de la situación actual y la toma de decisiones al respecto y el propio acceso de las legaciones al edificio de la ONU en Nueva York, una de las capitales del mundo más golpeadas por el SARS-CoV-2.
Guterres clama por una “acción conjunta” para revertir el fracaso mundial en el reparto de vacunas, tan desigual e injusto. La ONU quiere garantizar que el 70% de la población mundial esté vacunada en la primera mitad de 2022, cuando ahora mismo se han puesto 5.700 millones de dosis en el mundo y el 73% de ellas han ido a 10 países. Ni el 2% ha llegado a todo el continente africano, con una población de 1.216 millones de personas. Son datos aportados la pasada semana por la Organización Mundial de la Salud (OMS), dependiente de Naciones Unidas.
Esa realidad, esta tremenda separación entre pobres y ricos representa el mayor obstáculo potencial para poner fin a la pandemia y evitar que aún más cepas infecciosas del coronavirus, como la variante delta, desarrollen resistencia a las vacunas existentes. Se han dado algunos pasos, como Europa, poniendo a su gente tantas vacunas como las donadas a otros estados (700 millones de dosis para cada parte), pero es claramente insuficiente. “Se podría acabar enviando al mundo entero al punto de partida”, insiste la OMS. Mientras, EEUU, Reino Unido o Israel ya ponen terceras dosis.
El mundo ha fracasado hasta ahora para dar una respuesta unificada a la peor crisis de salud pública en 100 años, un tema que estará en el centro de innumerables discursos de los líderes mundiales en las próximas dos semanas. Un nudo gordiano que no sólo tiene la vertiente de la vacunación, sino de los distintos ritmos de la recuperación económica. “Saldremos más fuertes”, colgábamos en los balcones. Lo que es seguro es que salimos más desiguales.
La Casa Blanca tiene previsto organizar en los márgenes de la Asamblea una cumbre virtual sobre la covid-19 con el fin de pactar compromisos en materia de vacunación a escala mundial, pero está por ver lo que es capaz de movilizar.
Y luego está la polémica física, la de cómo acceder a la Cumbre en tiempos de limitaciones. “Nos preocupa que el evento de la ONU sea un evento súperpropagador”, dijo el viernes Linda Thomas-Greenfield, representante permanente de Estados Unidos ante la ONU. “Necesitamos tomar todas las medidas para asegurarnos de que no se convierta en un evento de superpropagación”. Todos los viajeros que lleguen a EEUU deberán mostrar prueba de Covid-19 negativa, pero el hecho de que las vacunas sean tan escasas en gran parte del mundo plantea la posibilidad de que muchas delegaciones queden desprotegidas.
Thomas-Greenfield pidió a todas los países que se aseguren de que “sus acciones no pongan en peligro la salud y la seguridad de la gente de Nueva York, de todos los participantes aquí en las Naciones Unidas, y que no lleven el covid a sus países de origen”. Biden ha intentado disuadir a los países de que acudan a la cita, abogando por las intervenciones en la distancia, pero como el edificio de la ONU está considerado territorio internacional o extraterritorial, se ha decidido que no hará falta una prueba de vacunación para entrar, sólo una declaración de que no se es portador del coronavirus (ya sea por haber obtenido la vacuna, una prueba negativa o no tener ningún síntoma). Hablan de “honor”, creen en la palabra dada por cada mandatario.
Se obligrá, además, a usar mascarillas y a mantener el distanciamiento social, un máximo de siete personas por delegación en el recinto de la ONU, cuatro en el anfiteatro de la Asamblea General y reducción de las reuniones bilaterales al mínimo.
La visita más polémica por este flanco es la del brasileño Jair Bolsonaro, negacionista y antivacunas, que la semana pasada declaró que no necesita inyectarse nada porque ya es inmune, tras haberse infectado de coronavirus hace unos meses. En caso de que cambie de opinión, la ciudad de Nueva York ha colocado una furgoneta frente a la sede de Naciones Unidas para ofrecer pruebas e inyecciones gratuitas de la dosis única de Johnson & Johnson. El presidente de Brasil será el primer orador de la cumbre, de hecho.
Si hay algún “crimen” -cualquier problema con cualquiera de los participantes- las autoridades estadounidenses y la policía de Nueva York pueden entrar en sus instalaciones, siempre que estén autorizadas por la dirección de la organización, aseguró el portavoz de Guterres, Stéphane Dujarric. Fuera de la sede de la ONU, en cualquier zona cerrada de la capital económica y cultural estadounidense (restaurantes, pabellones deportivos, cines, museos, centros de convenciones -excepto los transportes, los bancos y las empresas-), los dirigentes y diplomáticos deben demostrar que están vacunados, como el resto de personas que están en Nueva York.
Rusia se ha quejado de estas normas locales y ha enviado un escrito denunciando que son “claramente discriminatorias”, contrarias a la Carta de la ONU; no todas las vacunas están reconocidas por las autoridades sanitarias internacionales y estadounidenses, recuerda, y tiene la suya en mente, claro: la Sputnik V aún no ha sido aprobada por la OMS.
Nuestra casa sigue ardiendo
El cambio climático será, sin duda, otro de los ejes de la Asamblea. Tras un año de pandemia, todas las grandes acciones parecían secundarias. Lo urgente y lo importante, encarados de nuevo. A poco más de un mes de la cumbre del clima (COP26) de Glasgow, Naciones Unidas quiere usar la nueva cita para presionar a los Gobiernos y asegurar que lleguen a la ciudad escocesa con planes concretos para aumentar sus medidas contra el calentamiento global. Es una cita clave, porque es la que debe determinar cómo se está cumpliendo el Acuerdo de París de 2015, el mayor hito de consenso ambiental de los tiempos recientes.
El secretario general Guterres se ha reunido en privado este lunes con unos 40 líderes “para dar la señal de alarma y para exigirles más ambición”, informa EFE. Una manera de meter presión y garantizarse algunas cosas concretas antes del plenario.
Afganistán, como hace 20 años
Aunque había informes que decían que era previsible, EEUU vendía que los talibanes no iban a hacerse con el poder en Afganistán rápido. Dos meses cortos les ha costado y ya están mandando de nuevo, imponiendo su régimen. La comunidad internacional tiene estos días la oportunidad de decidir ahora cómo gestionar la situación en el país y qué tipo de relaciones quiere mantener con el nuevo Gobierno de Kabul.
Por ahora, sólo hay contactos en el plano humanitario por parte de las principales potencias occidentales, sin afán de reconocimiento, pero hay muchas más voces que escuchar, como las de los países limítrofes, los grandes Rusia y China y mediadores como Qatar, que juegan nuevos papeles tras el abandono por parte de EEUU.
Tras asegurar nuevos fondos de los donantes para responder a la crisis humanitaria que viven millones de afganos (mil millones de dólares), la ONU busca evitar que la economía del país se derrumbe, para lo que ha solicitado que se restaure el flujo de dinero hacia Afganistán, paralizado en buena medida tras la victoria insurgente.
Nuevos y viejos enfados
El mundo afronta la pobreza, el reto tecnológico, la guerra nuclear, la injusticia que toma las calles o las fake news -todas ellas, materias destacadas por Guterres en la previa a la Asamblea-, y lo hace con viejas rencillas y nuevos desencuentros. No son buenos tiempos.
Por ejemplo, habrá que ver en qué términos se expresa el iraní Raisi, de estreno tras su victoria electoral, con una vuelta de tuerca conservadora en la República Islámica. Su llegaba ha sido un jarro de agua fría a las negociaciones, lentas, que se llevan produciendo desde hace meses en Viena, en busca de la reedición del acuerdo sobre energía nuclear para el país logrado en 2015, del que EEUU se salió en época de Donald Trump y que Teherán dio entonces por roto, avanzando en sus investigaciones.
También la tensión en la península coreana ha vuelto a elevarse en los últimos días, con nuevas pruebas armamentísticas por parte de Pionyang contra Japón, respuestas desde Seúl y con el diálogo sobre la desnuclearización estancado. Los apretones de manos del 2019 quedan para las fotos.
Y a ello se suman nuevas tensiones, incluida una ruptura diplomática entre Estados Unidos y su aliado, Francia, por un acuerdo de submarinos nucleares. Australia, como parte del pacto con EEUU y Reino Unido, dijo que cancelaría un contrato multimillonario para comprar submarinos de Francia. El viernes, Francia llamó a sus embajadores en Washington y Australia. Emmanuel Macron, el presidente galo, hablará este martes, poco después que Biden, y se espera recado.
No se espera que Xi Jinping, de China, y Vladimir Putin, de Rusia, asistan a la reunión o se dirijan a ella directamente, dejando el trabajo a sus subordinados. Son los otros dos grandes que tienen tensiones con EEUU y la UE, en forma de sanciones, guerras comerciales o peleas defensivas.
De fondo, hay conflictos que se enquistan y agravan, como el de Myanmar, donde se produjo un golpe de estado y lo que llegan son noticias de protestas sofocadas a tiros, detenciones arbitrarias y juicios sin derechos al antiguo gabinete, o en Tigray, Etiopía, donde la celebración de unas elecciones parlamentarias sin la autorización del Gobierno central y la guerra posterior ha mandado a la tumba a miles de civiles.
Biden se estrena
El Presidente Joe Biden tiene previsto dirigirse a la Asamblea General por primera vez como mandatario el martes, y tiene presupuestado comparecer en persona después de la reunión virtual del año pasado. Podrá lucir una cara un poco menos severa en el plano de la multilateralidad; ha prometido desde su discurso de investidura prestar atención a las alianzas internacionales, se ha reincorporado al acuerdo climático de París, ha revertido un movimiento para salir de la Organización Mundial de la Salud y está haciendo campaña por un puesto para Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, después de que el país abandonó el grupo bajo la Administración Trump.
La expectativa es que Biden busque recuperar el papel de liderazgo estadounidense y reconducir las relaciones con algunos aliados, muy dañadas con la anterior administración.
En su discurso, se espera que Biden aborde la pandemia y el cambio climático mientras presiona a otros gobiernos, incluido el nuevo régimen talibán y China, sobre cuestiones de derechos. Las posiciones estadounidenses sobre cuestiones climáticas, de salud y de derechos resaltarán las tensiones entre Washington y Beijing, auguran los analistas. Biden ha presionado a China para que se comprometa con las emisiones de gases de efecto invernadero, revele más sobre el origen de la pandemia de Covid-19, deje de socavar la autonomía de Hong Kong y detenga a las minorías musulmanas en la región de Xinjiang, una campaña que la administración Biden ha llamado “genocidio”.
El viernes, liderará una cumbre virtual con los líderes de Australia, India y Japón, una alianza informal conocida como Quad, mientras se prepara para su propia cumbre global de democracias a finales de este año. Ya prometió que, incluso en política exterior, su brújula sería el bienestar de los estadounidenses.