Cómo sobrevivir a las Navidades con depresión
En una época del año conocida por la confluencia de estrés sin fin y felicidad sin medida, no es ninguna sorpresa que las personas con depresión puedan sufrir más. A mí me resulta muy duro, la verdad: la oscuridad opresiva del exterior junto con la expectativa de estar en paz en casa se suman a una importante batalla interna.
Esto es lo que hago para sobrevivir e incluso disfrutar de las Navidades con depresión.
Me gusta tomarme 10 minutos al final del día para reflexionar sobre lo que ha ocurrido y sobre los motivos por los que tengo que dar gracias. Ese listado lo incluye todo, lo grande y lo pequeño: desde el regalo que no me esperaba hasta la simple observación de que un amigo parecía contento de haberme visto. Según en qué fase de mi depresión me encuentre, esos detalles en apariencia minúsculos pueden ser recordatorios fundamentales de que ocupo un lugar importante en el mundo.
Cuando no puedo tomarme tanto tiempo, sigo haciendo lo posible por sacar un hueco de algún modo, aunque sea mediante una alarma en el móvil para detenerme un momento y pensar en las cosas por las que puedo dar gracias en ese momento.
Algo que he aprendido es que cualquier forma de gratitud que implique dejar cosas por escrito es mucho más eficaz que un listado mental. Si está en mi mente, me acabaré distrayendo, perdiendo el rumbo y no tendré esa sensación de haber completado la lista al terminar. Anotarlo te da pruebas palpables de los aspectos positivos y eso es más difícil de ignorar u olvidar.
Mi tendencia como persona con depresión es permanecer ocupada todo el tiempo posible para no tener que quedarme a solas con mis pensamientos. Ese no parar me deja exhausta, algo que solo sirve para agravar las voces desagradables de mi mente que justamente trataba de silenciar.
Decirme a mí misma que voy a negarme a hacer algo resulta abrumador, pero lo que sí puedo hacer es evitar decir sí al instante, dándome así algo de tiempo antes de añadir algo nuevo al calendario. De hecho, practico la forma de decir: "Tengo que comprobar unas cuantas cosas antes de responderte" y hago todo lo que está en mi mano para utilizar esa frase con cada invitación o propuesta que me llega.
Si tienes el problema opuesto y la depresión te lleva a huir de todos y de todo, plantéate la posibilidad de evitar decir no de forma instantánea.
Siempre es útil evitar las redes sociales. La inevitable comparación con la vida perfecta de los demás y la inseguridad que me provoca me resulta más intensa en fechas importantes, como Navidad o Nochevieja.
Es una espada de doble filo. O veo las cosas increíbles que está haciendo todo el mundo y me siento celosa/insignificante/marginada o veo que nadie sube nada y doy por hecho que están todos muy ocupados pasando un maravilloso tiempo de calidad con su familia mientras yo sigo siendo la soltera perdedora que cotillea a los demás en Instagram. Sea la opción que sea, ninguna es buena.
Lo importante es encontrar una actividad "de relleno" para cuando no tengo nada que hacer o necesito evadirme un rato. En vez de cotillear las redes sociales, he encontrado unos cuantos artículos que me gustaría leer, o un webcómic con un montón de archivos para pasar el rato. Un libro o un rompecabezas navideño también pueden obrar maravillas.
Tal y como dijo Theodore Roosevelt: "La comparación es la ladrona de la felicidad".
Las comparaciones ya se dejan notar bastante durante la vida corriente, y aún más durante épocas como las Navidades, que se supone que deben ser de un modo determinado (alegres, festivas, hermosas y cargadas de significado). Además, dar y recibir regalos es una vía simple de empezar a compararte con los demás: ¿cómo de sincera ha sido su reacción a mi regalo? ¿Odia en secreto el regalo (y a mí, por extensión)? ¿Hay algún otro regalo que le haya hecho más ilusión que el mío? ¿Qué pone en la dedicatoria del regalo que me ha dado? ¿Me conoce de verdad? ¿Le caigo bien?
Detener el tren de las comparaciones es complicado y puede que esta no sea la mejor época para empezar a hacerlo, pero para mí, el simple hecho de ser más consciente de que lo estoy haciendo mitiga los efectos negativos. Independientemente de si me comparo con alguien que está justo delante de mí, con alguien de las redes o con una persona imaginaria en mi mente, darme cuenta de que estoy haciendo comparaciones simplemente sirve de ayuda. Tampoco es mala idea recordarme a mí misma que no conozco los problemas que hay tras las fachadas perfectas que veo o me imagino.
Mi depresión quiere hacerme pensar que estoy sola, que soy disfuncional y básicamente incapaz de ser amada. Es duro vivir con esas voces en cualquier época, pero hay una época en concreto centrada en la unidad y la felicidad. Estos pequeños ajustes me ayudan a tener los pies en la tierra y hacen que me resulte más sencillo descartar las mentiras que me cuenta mi depresión para así ser capaz de disfrutar las cosas buenas que ofrecen estas fechas época.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.