¿Cómo será el Brexit tras la aplastante victoria de Boris Johnson?
¿Quiénes son los conservadores ahora?
Por Tom Quinn, profesor senior del Departamento de Gobierno, Universidad de Essex:
La victoria de los conservadores en las elecciones generales del Reino Unido es, a la vez, un momento decisivo de claridad y un presagio de incertidumbre. El primer ministro Boris Johnson convocó elecciones con la promesa de “hacer efectivo el Brexit” y, ahora que acaba de obtener la mayoría parlamentaria, está en condiciones de cumplir a rajatabla su promesa.
La forma del Brexit ya se ha definido en el acuerdo de retirada que Johnson negoció con la Unión Europea en octubre, según el cual el Reino Unido abandonará la unión aduanera y el mercado único y celebrará un acuerdo de libre comercio más adelante.
Según ha afirmado Johnson reiteradamente durante la campaña electoral, su acuerdo de retirada está “listo para el horno”, no le hacen falta más negociaciones, y solo necesita que el Parlamento lo apruebe. Salvo que se produzcan contratiempos de última hora, el Reino Unido abandonará la Unión Europea el 31 de enero de 2020.
Pero hasta aquí llegan las certezas. La principal promesa electoral del Gobierno se habrá cumplido tras solo siete semanas en el cargo, lo que deja por delante otros cinco años para gobernar. Parte de ese tiempo se rellenará negociando acuerdos de comercio con la Unión Europea y otros países.
Sin embargo, a los gobiernos se los juzga normalmente por sus programas nacionales, y, como demostró la campaña electoral, los votantes han manifestado su deseo de que se afronten problemas como la atención sanitaria, los servicios públicos y los impuestos. ¿Qué se puede esperar del Gobierno de Johnson después de enero?
Aparte de su política marcadamente personal sobre el Brexit, resulta difícil saber con certeza qué medidas va a proponer Johnson.
Más que en el caso de ningún otro político reciente, el ascenso de Johnson a la cima de la política británica se vio impulsado por la ambición personal, no por la ideología. En ocasiones ha dado la impresión de ambicionar el puesto más alto para tenerlo, en lugar de usarlo para conseguir logros. En consecuencia, sus posturas políticas han reflejado, en general, los altibajos de su carrera política, y no su visión de futuro a largo plazo.
El ejemplo más conocido fue cuando algunas personas pensaron que, en el referéndum de 2016, Johnson haría campaña a favor de permanecer en la Unión Europea, hasta que, para colmar sus aspiraciones de liderar el partido, resultó conveniente defender la salida de la Unión. Dimitió del gabinete de Theresa May por oposición a la política de la primera ministra relativa al Brexit y votó dos veces contra su acuerdo de retirada en el Parlamento, para luego apoyarlo la tercera vez.
Como alcalde de Londres entre 2008 y 2016, Johnson se vio envuelto en ardides destinados a llamar la atención, como los nuevos (y costosos) “autobuses Boris” de Routemaster, el teleférico Aerolínea Emirates del Támesis, acusado por sus detractores de ser un costoso elefante blanco, y el desafortunado “puente-jardín” sobre el Támesis. Si bien en el Ayuntamiento Johnson ensalzó las virtudes del sector empresarial, más recientemente se ha mostrado crítico.
En la aparente ausencia de ideología, Johnson se hizo famoso como “personaje”. Sus errores, su lenguaje colorido (en ocasiones insensible) y su caótica vida personal han sido también centro de atención.
El exceso de ambición de Johnson también ha hecho que se le considere poco fiable y poco escrupuloso y que los opositores lo acusen con frecuencia de mentiroso.
Por otra parte, gracias a esa ambición no solo ha llegado a la cima, sino que ha logrado su acuerdo sobre el Brexit.
Entre las señas de identidad de su primer mandato hasta la fecha cabe mencionar su crueldad y su asunción de riesgos.
Nada más estrenarse como primer ministro, en julio, emprendió una remodelación de gabinete tan amplia que creó un gobierno completamente nuevo. Retiró la citación para que acudieran a votar (el whip) a los diputados conservadores que habían votado en su contra en el Parlamento, entre ellos el exministro de Hacienda, Philip Hammond. Johnson tampoco dudó en sacrificar a sus aliados parlamentarios, el Partido Unionista Democrático, para asegurarse un acuerdo sobre el Brexit que dejó a Irlanda del Norte en la situación de hacer frente a fricciones comerciales con Gran Bretaña. Luego se lo jugó todo en unas elecciones anticipadas.
Ahora que ha vuelto al cargo con mayoría, a Johnson le saldrán las cuentas en el Parlamento para marcar su propia dirección política. Los detalles de esa dirección no están claros, y el manifiesto conservador, aparte de propugnar que “la seguridad es lo primero”, da pocas pistas. Sin embargo, cuando el Brexit esté asegurado, se abrirán grandes debates políticos en el seno del partido para decidir el tipo de país en el que pretende convertirse Gran Bretaña después del Brexit.
Algunos integrantes de la derecha partidaria del libre mercado defenderán un modelo “Singapur a orillas del Támesis”, que promueve una reducción del sector público, grandes recortes de impuestos y una “hoguera de papeleo burocrático”. Esta tendencia podría vincularse con una orientación estratégica que se aleje de la Unión Europea y se oriente hacia Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Mientras tanto, algunos conservadores seguirán insistiendo en mantener estrechos vínculos comerciales con la Unión Europea, aunque eso signifique aceptar sus exigencias de igualdad de condiciones en las futuras conversaciones comerciales.
Otros conservadores, como el antiguo asesor de May, Nick Timothy, han hecho un llamamiento en favor de un Estado más intervencionista y un mayor gasto público, una postura más adecuada para mantener la nueva coalición electoral de los conservadores, que incluye a antiguos votantes laboristas en las zonas que apoyan el Brexit.
También habrá debates sobre inmigración, en particular para dirimir hasta qué punto el modelo económico del Reino Unido debería seguir dependiendo de la migración a gran escala.
No está nada claro cuál de estas posiciones promovería Johnson en última instancia, si es que promueve alguna. Ha hablado de celebrar acuerdos comerciales con la Unión Europea, Estados Unidos y otros países. Ha prometido más dinero para los servicios públicos, pero se ha comprometido a no aumentar los impuestos. Sin embargo, su débil orientación ideológica —y su aparente falta de interés en los detalles de la política— generan mucha incertidumbre en lo referente a su programa.
“Hacer efectivo el Brexit” le dio a Johnson una misión, un objetivo que alcanzar, un grito de guerra para movilizar partidarios con el fin de ganar, primero, el liderazgo tory y, luego, las elecciones generales.
Pero una vez que se haya asegurado el cargo de primer ministro y que se haya llevado a cabo el Brexit, ¿qué querrá Johnson que suceda a continuación? Si no adopta posiciones claras sobre los grandes temas, se expone a que lo vean como un líder de la era del Brexit, necesario para rematar el trabajo que May no pudo terminar, pero sin una perspectiva clara para el futuro.
Pese a ser uno de los personajes más conocidos y más importantes de la política británica, todavía hay mucha incertidumbre en torno a Boris Johnson. Su ambición desmedida, su reputación como ganador de las elecciones y una desesperación generalizada por hacer efectivo el Brexit lo han traído hasta aquí. Ahora que ha alcanzado su mayoría parlamentaria, debe decidir lo que quiere hacer con ella.