Cómo detectar si tienes una relación tóxica con el deporte
Aunque no se consideren trastornos, ciertas conductas no son saludables.
Cuando hablamos sobre la cultura de la dieta y los estándares de belleza irreales, el debate suele girar en torno a la comida, pero lo cierto es que la cultura de la dieta va mucho más allá de la alimentación. La obsesión por conseguir o mantener un determinado tipo de cuerpo también puede materializarse en tu relación con el ejercicio físico, una relación tóxica fomentada a menudo por la cultura del fitness.
La mayoría de los programas de fitness se centran en la pérdida de peso o en la recomposición corporal (ganancia de músculo y pérdida de grasa) y demasiada gente piensa en el deporte exclusivamente como una herramienta para cambiar su aspecto.
Por eso es fundamental que examines tu relación con el ejercicio, que determines si es una relación tóxica y que, en caso afirmativo, cambies tu forma de ver el ejercicio.
Ilya Parker, especialista en medicina deportiva y creadora de Decolonizing Fitness, pone los siguientes ejemplos de cultura tóxica del fitness:
Probablemente ya habrás vivido alguno o varios de los ejemplos anteriores. Sin embargo, debes saber que usar el ejercicio exclusivamente como herramienta para cambiar tu cuerpo no es saludable. Tampoco es realista para la mayoría de las personas conseguir el cuerpo ideal (modelos con poca grasa, musculados y cisgénero) que promociona un sector tóxico de la industria del fitness.
De hecho, existen problemas de salud mental que tienen que ver con el ejercicio y la dieta: la anorexia atlética es un trastorno que se caracteriza por sentir la obligación de hacer ejercicio e ir siempre al límite para maximizar el tiempo en el gimnasio. La bulimia del ejercicio es un trastorno por el cual la persona que lo padece se da atracones de comida frecuentes y “compensa” haciendo más ejercicio del recomendable.
No obstante, más allá de estos (y otros) trastornos, hay una gran zona gris que, aunque no se consideren trastornos, tampoco son conductas saludables. Descubre las preguntas que debes hacerte si sospechas que tu relación con el ejercicio no es del todo sana.
Preocuparte por no poder hacer ejercicio es una señal de relación tóxica con el deporte, sostiene el psicólogo Sand Chang. Una cosa es convertir el ejercicio en un hábito y otra es no dejar de pensar en cuándo y cómo será tu siguiente sesión de entrenamiento.
Chang recomienda que te preguntes a ti mismo: ¿Cómo te sentirías si no hicieras ejercicio durante una semana? ¿Y durante un mes?. Pasar una semana o dos sin hacer ejercicio no va a afectar a tu salud. A no ser que el ejercicio sea tu afición preferida, si la idea de alejarte del entrenamiento te resulta incómoda, quizás tu motivación no sea del todo sana.
Kristy Fassio, especialista en salud mental, considera que la inflexibilidad es una señal de relación tóxica con el ejercicio.
“Se convierte en un problema cuando no te puedes tomar ni un día libre sin sentirte mal, cuando no priorizas el descanso o cuando pones tu salud física en peligro porque no quieres descansar”, advierte Fassio.
Está muy bien planificar los entrenamientos con antelación, pero es un problema que no seas capaz de cancelar o mover esos entrenamientos a otra fecha. La cantidad de descanso que necesitas entre entrenamientos varía mucho de una persona a otra, pero todo el mundo necesita encajar algún día de descanso en su planificación o saltarse un día si tiene mucho cansancio acumulado, molestias o estrés.
¿Consideras que el ejercicio es solamente una forma de moldear tu físico?
“Eso no es una mentalidad sana”, sostiene Chang. “Yo animaría a la gente a hacer actividades físicas que disfruten, no como un medio para cambiar su cuerpo”.
Eso quizás te parezca absurdo, sobre todo si te has criado en la cultura del no pain, no gain (‘sin dolor no hay recompensa’) y de la disciplina estricta en el entrenamiento. Sin embargo, debes preguntarte qué “recompensa” esperas de una rutina de ejercicio que ni siquiera disfrutas. Aunque tu cuerpo cambie en el corto plazo, adelgazar a largo plazo es casi imposible si no te gusta lo que haces, por no hablar de que cambiar tu cuerpo no te va a cambiar la vida.
“La raíz del problema es la cultura de avergonzar a las personas que no tienen un cuerpo fitness, y no hay adelgazamiento o musculación suficiente que vaya a cambiar eso”, comenta Chang.
¿Cuentas solamente ciertas actividades físicas como ejercicio?
La palabra ejercicio se ha usado de forma muy restrictiva, pero merece la pena que te preguntes cómo lo concibes tú. A menudo solo se considera ejercicio a aquella actividad física que tiene un fin, pero la realidad es que cualquier tipo de movimiento es ejercicio.
“¿Y si desvinculamos la idea de hacer ejercicio con cambiar nuestros cuerpos y la empezamos a asociar a liberar estrés, divertirse, estirar el cuerpo, tomar el aire, rehabilitar una lesión, probar algo nuevo o simplemente para conectarnos con nuestro cuerpo?”, propone Fassio.
Los objetivos fitness son inherentemente malos: quizás te interese ser más fuerte por motivos de salud o más rápido porque te gusta echar carreras, pero si tu forma de ver el ejercicio es tan estrecha que solo encajan como tales ciertas actividades intensas, quizás deberías expandir tu perspectiva.
El movimiento es una forma de aliviar el estrés, no debería ser otra fuente de estrés. Aunque frases como “hacer ejercicio es mi terapia” puede ser bienintencionada y tenga algo de razón, merece la pena aclarar que el ejercicio, de por sí, no es una terapia.
Tal y como han dicho Fassio y Chang, ser inflexible con el ejercicio y no querer descansar es una señal de relación tóxica con el ejercicio, y esta forma de pensar solo genera estrés, no lo alivia.
Otra pregunta que Chang recomienda que te hagas es: ¿Haces ciertos ejercicios porque te gustan o porque piensas que debes hacerlos?
En otras palabras: ¿Cómo me puede motivar este ejercicio si no me gusta? El ejercicio no tiene por qué ser totalmente cómodo en todo momento (está bien forzarte un poco si lo disfrutas), pero no hay ningún motivo para ceñirte a una rutina que detestas.
Muchos expertos hablan del movimiento mindful para describir una relación con el ejercicio que se centra en tus gustos y necesidades y no en las convenciones y las opiniones externas. La clave está en descubrir lo que te gusta (o lo que te apetece en ese momento), porque cada persona es distinta.
Lo cierto es que solo tú puedes saber si tu perspectiva del ejercicio es sana o no.
“El movimiento mindful se centra en lo que tu cuerpo quiere y necesita”, comenta Fassio.
Aunque escuchar a tu cuerpo sea liberador y empoderante, también puede ser complicado si estás acostumbrado a llevarlo al límite y a ignorar las señales que te manda.
Encontrar un psicólogo que trabaje desde una perspectiva no gordófoba es un buen punto de partida para aprender a establecer una relación sana con el movimiento, recomienda Fassio. Y lo mismo sobre los monitores de gimnasio y los instructores de clases dirigidas: si vas a confiar en ellos para que te ayuden a hacer ejercicio, asegúrate de que su enfoque coincida con lo que buscas.
A fin de cuentas, tú mandas sobre tu cuerpo y solo tú puedes decidir lo que te sienta mejor. Si en algún momento el ejercicio empieza a generar más problemas de los que soluciona, merecerá la pena que te hagas estas preguntas y estés dispuesto a cambiar tu forma de pensar.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.