Ni los niños son supercontagiadores de Covid-19, ni son inmunes ni infectan más que los adultos
Frente a las teorías sin base y los mitos falsos, la ciencia ya tiene algunas conclusiones fundamentales aunque aún, también, unas cuantas dudas sobre los menores y el virus.
Un año después del inicio de la pandemia por coronavirus, aún se acumulan los malentendidos, las dudas, los falsos mitos sobre cómo la enfermedad golpea a los niños. Han surgido teorías de todo tipo sobre si se contagian más o menos o son directamente inmunes, si sus síntomas difieren de los de los adultos, si pegan más el virus, si la vacuna les sirve de algo.
Las conclusiones reales, las de los científicos, son que los menores representan un pequeño porcentaje de las infecciones, que su sistema inmunológico puede estar mejor equipado para eliminar el SARS-CoV-2 que el de los grandes, pero que también sufren, y de manera diferente a los pacientes de edades medias.
Cuántos enferman
Los niños también enferman de covid-19, claro, pero los distintos estudios constatan que lo hacen en un porcentaje sensiblemente inferior al de los mayores. Según la ponencia Clínica y epidemiología de la Covid-19 en niños, elaborada por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), los casos de menores de 18 años infectados por en España apenas representaban el 1% del total en la primera ola, en la que se diagnosticaron 1.400 casos.
En la segunda, la cifra subió al 12%, con 66.000 casos de niños infectados, porcentaje que se ha mantenido más o menos estable desde finales del pasado año. Estos datos concuerdan con la evolución epidemiológica de otros países desarrollados como los comunitarios o EEUU, recuerdan. Sigue siendo menor que la proporción de los más pequeños en nuestra sociedad, 8,7 millones, rozando el 19% del total.
No sólo son las conclusiones del estudio español: otro informe del British Medical Journal (BMJ) establece que el riesgo de que los niños necesiten tratamiento hospitalario por el coronavirus es “pequeño” y de que se enfermen de gravedad es “aún más pequeño”.
El BHJ constata el dato, “sorprendentemente bajo”, de que el 1% de los 651 niños y jóvenes que analizaron falleció en el hospital con covid-19, en comparación con el 27% en los demás grupos de edad del Reino Unido.
En los primeros meses parecía que no había niños que pudieran fallecer por el virus, pero tristemente no ha sido así. En España se han registrado siete casos mortales, según datos recopilados por la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) como la Sociedad Española de Cuidados Intensivos Pediátricos (SECIP). Hubo un fallo en la comunicación de los datos y la revista The Lancet llegó a publicar que eran 54 los menores fallecidos en España, pero Sanidad reconoció el error.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los casos diagnosticados de covid-19, el 1,2% se corresponde con menores de cuatro años; el 2,5%, con niños entre cuatro y 14 años; y el 9,6%, con los jóvenes de entre 15 y 24 años. Por el contrario, el 64% de infecciones detectadas se han producido en personas de entre 25 y 64 años y algo más del 22% en mayores de esta última edad.
Cómo enferman
La mayoría de los casos de niños afectados corresponden a asintomáticos o con cuadros más leves que los de los adultos, que tienen una buena evolución, y de los cuales solo el 1% requiere hospitalización, indica la SEPAR.
Los síntomas que suelen tener son cuadros febriles, catarrales o gastrointestinales. Algunos menores también evolucionan hacia neumonías, aunque suelen ser cuadros menos graves que los de los adultos. A partir de los 10 u 11 años, se presentan los cuadros más graves, que se asemejan más a los de los adultos. En general, en las edades pediátricas los síntomas de Covid-19 que predominan son la cefalea, los vómitos, la linfopenia y las neumonías, que tienen unas características algo distintas a las de otros agentes bacterianos o virales.
Se ha probado que los factores de riesgo que más influyen a la hora del contagio de menores son, sobre todo, dolencias previas como la obesidad, la diabetes o el asma. “Condiciones de salud subyacentes profundas”, afirma el estudio británico, que también pueden ser una enfermedad cardíaca congénita, afecciones genéticas o enfermedades que afectan el sistema nervioso o el metabolismo. Siempre, de “media o alta seriedad”.
Aunque se han dado brotes en colegios y guarderías, tampoco han sido masivos. Los mayores focos de contagio, como en el caso de los mayores, son las casas o las reuniones sociales.
Y respecto a las nuevas cepas, no hay evidencia científica de que les afecten de manera diferente a la salida supuestamente desde China. Científicos del hospital King’s College de Londres han publicado en The Lancet que, aunque haya habido más ingresos hospitalarios de niños desde la aparición de la cepa británica, se debe únicamente a la estadística. Hay más ingresos porque hay más contagios, no porque esta mutación sea peor para niños y menores que para adultos. El hecho de que los primeros contagios se dieran en entornos escolares, en torno a las navidades, en países como España o Bélgica, hizo saltar las alarmas sobre una prevalencia mayor.
Un extraño síndrome
Los niños afectados han desarrollado, de forma minoritaria, un síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico (conocido como PIMS, por sus siglas en inglés, y también conocido como SIMP o MISC-C). Esta condición no es frecuente y se comenzó a detectar hace casi un año en varios países, durante los primeros meses de la pandemia.
Este síndrome, que consiste en una respuesta inmunitaria excesiva relacionada con el coronavirus, causa complicaciones graves, incluyendo la inflamación de tejidos y órganos como el corazón, los pulmones, los riñones, el cerebro, la piel o los ojos, según explican en la web de la Clínica Mayo. Puede darse en niños sin dolencias previas.
A nivel mundial, se estima que 1 de cada 5.000 niños que padecen covid-19 desarrollan PIMS, según un estudio de la Real Escuela de Pediatría y Salud Infantil de Reino Unido, publicado en febrero. Los expertos advierten que aunque tienen indicios, todavía hay muchas preguntas por resolver respecto al PIMS, incluyendo qué lo causa y cuáles son los factores de riesgo. También dicen que es tratable, por fortuna, aunque es importante detectarlo pronto para evitar complicaciones y desenlaces fatales. Hace pocos días, por ejemplo, Chile ha reportado la muerte de una niña de 11 años y un adolescente de 16 por este motivo.
La respuesta todavía no está clara. Algunos expertos sugieren que los niños quizás no se vean afectados de manera tan grave porque hay otros coronavirus que se propagan en la comunidad y causan enfermedades, como el resfriado común. Como los niños con frecuencia se resfrían, tal vez su sistema inmunitario esté preparado para proporcionarles alguna protección extra contra la nueva amenaza, indica por ejemplo la revista Nature. Se llama “inmunidad cruzada” y es también una de las razones que se investigan ante el bajo número de casos detectados inicialmente en África.
También es posible que el sistema inmunitario de los niños interactúe con el virus de una manera diferente a la que lo hace el de los adultos. Algunos mayores, de hecho, están enfermando porque su sistema inmunitario parece reaccionar en exceso al virus, lo que causa más daño al cuerpo. Quizás sea menos probable que esto suceda con los niños. En un estudio con 32 adultos y 47 menores de 18 años citado por la misma revista científica, se vio que los niños producen anticuerpos especialmente dirigidos a las proteínas de las espículas del coronavirus, las que permiten la infección y la replicación viral.
Otra de las razones analizadas para determinar la mayor protección de los niños es la presencia de menos receptores ACE2. Se trata de una proteína humana fundamental para la infección por coronavirus. Un trabajo publicado en Science refleja cómo la espícula del patógeno utiliza la ACE2 para encajarse en la célula humana e introducir su material genético. Si los críos tienen menos receptores, bajan sus posibilidades de infectarse.
Cuál es su poder de transmisión
Los niños no son supercontagiadores, como se especuló inicialmente. El Hospital Universitario Vall d’Hebron, en Barcelona, ha llevado a cabo un estudio que revela que apenas un 8% de los pacientes pediátricos han transmitido el coronavirus a otros miembros de su familia. Desde el 1 de julio hasta el 31 de octubre, únicamente 86 niños, de un total de 1.081, contagiaron la enfermedad. Un porcentaje mínimo.
En pleno confinamiento, los números fueron aún más bajos: ni siquiera se llegaba al 4%. Estos datos, por lo tanto, desmienten la supuesta fama de supercontagiadores que se les atribuyó a los menores a lo largo del verano.
“Los niños tienen menor fuerza, menor capacidad torácica y, por lo tanto, menor capacidad expectorante, por lo que también es mucho más difícil que transmitan el virus”, afirma el doctor Manuel Baca, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Málaga.
Cómo se les puede proteger
Si enferman, hay que protegerlos. De ahí que también se estén investigando vacunas para los más pequeños, pero adaptadas a su manera de llevar el virus. Si se ha empezado más tarde a investigarse con ellos ha sido por rutina, la que se sigue siempre cuando se lanza una vacuna: se suele empezar por las edades medias. Además, en este caso se necesita el permiso de los padres, lo que ralentiza el proceso.
Siete empresas y laboratorios, públicos y privados, han comenzado ya los ensayos clínicos de su fórmula infantil. Pfizer, que anunció el jueves pasado el comienzo de las pruebas, ha sido la última. A ella se suman AstraZeneca, Moderna, Janssen y Sinovac, más los equipos de la vacuna Sputnik rusa y Soberana, de Cuba. La mayoría están ya en una segunda fase de estudio.
Hay que ver también cómo ayuda a los pequeños la vacuna española contra el SARS-CoV-2, del virólogo del CSIC Luis Enjuanes, lista para administrar en torno al primer trimestre de 2022, pero que se da en una sola dosis y por vía intranasal, lo que puede ser más cómodo para los niños.
Un reciente estudio realizado en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria de Tenerife ha aportado, igualmente, nuevos datos sobre los efectos de la vacunación en bebés lactantes: varias madres que habían recibido las vacunas de Pfizer y de Moderna han transmitido los anticuerpos protectores a sus pequeños, a través de la leche materna.
De hecho, la OMS aconseja a las embarazadas que se vacunen y ha medido las dosis especiales que deben recibir. Ponerla sigue siendo la mejor opción, por la madre y por el niño por llegar.