Cinco tesis sobre la transformación de la UE
La invasión de Ucrania por parte de tropas rusas hace inevitable y urgente que nos planteemos la reforma de la UE.
La invasión de Ucrania por parte de tropas rusas hace inevitable y urgente que nos planteemos la reforma de la UE. En lo que sigue se proponen cinco reflexiones sobre hacia donde podría dirigirse la tan necesaria transformación de Europa. “Transformar” significa, según la RAE, transmutar una cosa en otra. La oruga debería convertirse en mariposa, esta vez.
1. Democracia
La UE tiene que convertirse en una Democracia. No basta con que los Estados
Miembros de la UE sean democracias plenamente establecidas (con algunas
excepciones). Pero debe de dar el salto definitivo, dejar de un lado la legitimidad
democrática indirecta, a través de los Estados, para convertirse en una democracia.
¿Qué entiendo por democracia? No voy a entrar en un debate sesudo sobre qué es la democracia. Simplemente, haré alusión a toda una serie de instituciones de las que carece la UE y que denotan, en una definición mínima de democracia, la existencia de la misma. Yo tengo que poder elegir a mis representantes políticos si quiero sentirme en una democracia. Ello pasa solamente en parte en la UE, a través del Parlamento Europeo. El sistema electoral para elegir a mis representantes no puede ser el que elija cada Estado Miembro. Tiene que haber por tanto un sistema electoral común, único. En una democracia el demos es uno, no está artificialmente fragmentado. Un demos, por tanto, que es el europeo, quien elige, de forma común, a unos delegados políticos.
Esos representantes deben poder elegir, por mayoría, al Gobierno de la UE. La Comisión Europea no es el gobierno de la UE. Es una institución tecnocrática, a medio camino entre una agencia administrativa, un gobierno, y un mecanismo de representación de intereses nacionales. Tiene que dejar de ser eso y convertirse en el gobierno europeo. Eso supone asumir que el gobierno tendrá un color político determinado, o una amalgama de colores si el gobierno es de coalición. ¿Algún problema? ¿No es lo que vemos en los Estados Miembros? En España hasta hace poco era anatema y ya nos hemos acostumbrado a un gobierno de coalición. Europa se acostumbrará también a las dos cosas: a tener gobiernos de un determinado color político o gobiernos de coalición, en su caso. Europa tiene tantos problemas a la hora de activar el famoso artículo 7 del TUE porque no es una democracia plena. Y Europa tiene tantos problemas para intervenir en un asunto como el de la invasión de Ucrania por parte de Rusia porque no es una democracia plena. Primero, a hacer los deberes en casa. Luego, a aprobar el examen.
2. Democracia Justa
En esa democracia europea, nadie puede ser más que nadie. Eso significa
fundamentalmente dos cosas: controlar a los intereses económicos. Y controlar a los distintos pesos políticos de los países. Nadie puede tener la sospecha de que la nueva democracia europea es una especie de corporación industrial, en donde los grandes ganan, casi siempre, a los pequeños. Un ejemplo: los fabricantes de camiones frente a los consumidores. En este caso, tanto la Comisión Europea como el Tribunal de Justicia han apoyado a los consumidores. En este caso. Pero hay muchos otros en los que no ha sido así.
No los voy a citar ahora, en la mente de todos están. Al poner de ejemplo (positivo) la resolución del asunto Camiones, estoy dando una pista sobre por donde tendría la UE que caminar en este terreno. Una democracia europea justa es una democracia que defiende los intereses de todos, no solamente los intereses de unos pocos.
Segundo: hablar de controlar los distintos pesos políticos de los países equivale a hablar de Alemania. Europa no puede obviar por más tiempo su problema alemán. Hasta que Europa no encaje el problema alemán no habrá democracia justa en la UE. Alemania vale lo que vale, ni más, ni tampoco menos. Tiene que tener el peso que tiene en una Unión que va mucho más allá y es más vasta que la propia Alemania. Europa tiene que entenderlo. Y Alemania, también.
3. Valores, ¿qué valores?
No hace falta ser un hacha para descubrir lo que el experimento europeo tiene de singular. Se llama Estado del Bienestar, trademark europeo. Tenemos el copyright y todos los derechos de autor en esta materia. No me acusen de socialdemócrata: el Estado del Bienestar es posiblemente el lugar de encuentro entre la socialdemocracia y la democracia cristiana. Por supuesto, en la futura historia europea habrá veces en las que ese Estado del Bienestar pivotará más hacia la socialdemocracia, y otras en las que pivotará más hacia la democracia-cristiana. Pero así es la democracia, así es la vida. Lo que no se puede poner en cuestión es el Estado del Bienestar. Europa tiene que ser un espacio, sobre todo, frente a todo, ante todo, de bienestar común compartido. Esa es su seña de identidad más específica. Es un sitio donde la gente duerme segura en sus casas. Donde la gente no va con armas por la calle. Donde las disputas se resuelven de manera racional y civilizada. Donde apetece vivir y desarrollarse como persona. Donde si tengo problemas de salud, sé que me atenderán, y no a cambio de un riñón. Donde puedo estudiar y formarme de manera relativamente económica. Donde puedo tener una cierta perspectiva profesional.
Y donde hay paz. Si, el bienestar produce paz. Por eso los padres fundadores lo vieron claro: si generamos bienestar, habrá paz. El bienestar no solamente puede ser económico en esa Europa de valores, tiene que ser además social, político, legal, intelectual. El bienestar es el valor europeo. De él provienen todos los demás: la paz, ya mencionada, la estabilidad, la seguridad, el equilibrio, la confianza. No hace falta ser un materialista histórico para defender que el bienestar es nuestro valor cumbre. Si estamos de acuerdo, ¿por qué no lo escribimos negro sobre blanco?
4. Identidad
¿Qué es ser europeo? ¿Y que es ser europeo en el siglo XXI? Sin un debate sobre nuestra identidad todo lo demás no será suficiente. Sabemos lo que es ser europeo, pero somos incapaces de definirlo. Y lo sabemos porque cuando vemos a un europeo sabemos diferenciarlo. Un europeo es una persona que tiene muy claro que estamos unidos en la diversidad. Que cualquier proyecto de vida es posible en Europa siempre que tengamos claro que al final somos uno.
Que esa unidad en la diversidad, esa diversidad en la unión, es lo que nos define. Me gusta que se hablen idiomas diferentes en la Unión Europea. Pero al final sabemos que hay una lingua franca a través de la cual nos podemos comunicar todos. Esa lengua es el inglés, hoy. Es contingente. Mañana puede ser el italiano, o el polaco. Y ello qué más da. La belleza de la metáfora de la lengua estriba precisamente en que tenemos las dos cosas: el reconocimiento de que cada lengua es el origen de una riqueza insondable en la Europa de hoy y de siempre, al mismo tiempo que reconocemos que tenemos que elegir una sola lengua que nos permita comunicarnos a todos.
5. Coda: ¿Quo vadis, Europa?
Todos conocemos la historia. Pedro huye de Roma. Encuentra a Jesús cargado con la cruz y le pregunta a donde va. “A ser crucificado de nuevo”. Y entonces Pedro cambia de opinión y se vuelve a Roma, donde es martirizado hasta la muerte. Europa tiene un destino, que es expandir sus valores allende y aquende sus fronteras. Tiene que intentar que el mundo se parezca cada vez más a ella, y no parecerse cada vez más al mundo. Y tiene que estar dispuesta a asumir las responsabilidades derivadas de ello.
Incluso, con la vida si es necesario. En el contexto en el que se escriben estas líneas ello puede parecer una llamada a la confrontación bélica: nada más lejos de mi intención. Todos los caminos conducen a Roma. Lo interesante de la expresión es que hay muchos caminos hacia Roma, no solamente uno. Europa tiene que medir sus fuerzas, eso es evidente. Pero lo que quiero decir va mucho más allá. Si los cuatro puntos anteriores se ponen en pie, entonces tiene que haber, como resultado de lo anterior, un compromiso ciudadano, personal y colectivo, de defender nuestra democracia, la justicia de la misma, nuestros valores y nuestra identidad. Europa debe estar dispuesta a asumir la altura de la empresa que tiene por delante. Porque ningún proyecto que haya merecido la pena en la historia de la humanidad se ha realizado nunca jamás a coste cero.