'Caucus' de Iowa: por qué son tan importantes para el futuro del Partido Demócrata
El 3 de noviembre hay elecciones en EEUU, pero aún no hay rival claro para enfrentarse a Trump. Ahora empieza la pelea para elegirlo, y se espera a cara de perro
Caucus: “grupo de personas o representantes de la misma ideología que se reúnen para tomar decisiones comunes”. El diccionario Clave nos acerca a la palabra del día, un término poco usado en castellano que se pone de moda cada cuatro años, cuando se acercan las elecciones en EEUU.
Empieza el primer caucus, el del Estado de Iowa, un proceso político que marca el comienzo de la etapa en la que los votantes estadounidenses tendrán que definir cuáles serán los candidatos que se enfrentarán en los comicios presidenciales del próximo 3 de noviembre. Donald Trump asiste relajado, desde la barrera, a este combate, porque nadie discute su candidatura a la reelección con los republicanos, pero para sus oponentes demócratas se inicia una carrera a cara de perro por ser su contrincante.
Los aspirantes a la victoria, en este caso, son el senador Bernie Sanders (78 años), el exvicepresidente Joe Biden (77), la senadora Elizabeth Warren (70), el alcalde Pete Buttigieg (38) y la también senadora Amy Klobuchar (59 años). Las dos mujeres han sido elegidas como las apuestas favoritas del prestigioso diario The New York Times. Ha llegado a haber una lista de veinte precandidatos a la presidencia por el partido del burro, y aún hay alguno más haciendo campaña ajeno a este proceso, a base de talonario, como el millonario Mike Bloomberg (77 años).
Algún estado tiene que ser el primero en echar a rodar el balón, pero todos los ojos están puestos en Iowa porque lo que allí pasa acaba teniendo el poder de fortalecer o debilitar a determinados aspirantes a la Casa Blanca. No tiene, en realidad, demasiadas razones objetivas para ocupar un lugar relevante en las primarias demócratas, porque es un estado de 3,1 millones de habitantes -en su inmensa mayoría, blancos-, de inclinación republicana, que elige a apenas a 41 delegados (el 1% del total).
Sin embargo, empezar con buen pie allá es adelantarse muchos cuerpos. Lo dicen las estadísticas elección a elección. “Es el estado que tiene la llave. Iowa pone las cosas sobre la mesa. Históricamente ha sido una parte extremadamente importante del proceso presidencial”, explica John J. Zogby, un reconocido experto en opinión pública de Estados Unidos, a AFP.
Iowa es la más importante de las siete jurisdicciones -sobre un total de 56- en las que no se vota con un sistema de primarias tradicional, sino a través de caucus. En vez de depositar un voto secreto en una urna, los vecinos de los 1.678 distritos en los que se divide el estado se reúnen en una escuela, en una biblioteca pública o incluso en la casa particular para discutir quién es el mejor líder para su partido. Una cita que empieza hacia las siete de la tarde, cuando la mayor parte de la gente ha acabado con su jornada de trabajo.
Para participar en esas reuniones primero hay que estar inscrito en el censo electoral, que no es automático, y al hacerlo cada persona se ha identificado como simpatizante demócrata. Es un ejercicio de democracia participativa, de base, donde se supone que los convencidos de la causa tratan de convencer con argumentos a los otros sobre las bondades de su elegido.
En esta ocasión, este caucus no es únicamente la primera criba, un termómetro real más allá de las encuestas para apuntalar un nombre, sino que puede servir para detectar una tendencia de voto general, en un partido que no sabe bien si hacerse más progresista, si inclinarse más a la izquierda, o seguir templado y casi conservador, como se ha visto en los debates de meses atrás.
Iowa viene eligiendo representantes más o menos de la misma manera desde hace casi dos siglos, pero este proceso empezó a ganar protagonismo en 1972. Después de que la Convención Demócrata de 1968 se convirtiera en el epicentro de una protesta contra la guerra de Vietnam y la escasa participación de las bases en la toma de decisiones, la formación decidió cambiar la organización de las primarias. Entonces se extendió el plazo para que los estados voten en distintas fechas y, por la complejidad de su sistema, Iowa pasó a ser el primero.
Lo que hay que hacer para ganar
Para ganar las elecciones internas (que comienzan este lunes y finalizan el 6 de junio en las Islas Vírgenes), los precandidatos demócratas necesitan cosechar 1.990 de los 3.979 delegados que se ponen en juego en todo Estados Unidos. Si bien hay relación entre la población del estado y la cantidad de delegados que tiene asignados, ese criterio se combina con otro más: la fortaleza electoral del partido allí. Una suma compleja.
El distrito más importante es California, que es el estado más poblado del país y un destacado bastión demócrata. Elige a 415 delegados. Le siguen en relevancia Nueva York (274), Texas (228) y Florida (219). En el extremo opuesto están dos territorios no incorporados, es decir, bajo soberanía estadounidense pero que no forman parte del territorio nacional: son Samoa Americana y las Islas Marianas del Norte, ambos con seis.
Después de Iowa, el 11 de febrero, le llegará el turno a New Hampshire, un estado que se enorgullece de ser el primero en celebrar auténticas primarias, es decir, elecciones como tales, en las que los ciudadanos utilizan la tradición (urnas) y la modernidad (ordenadores) para votar. Después de este territorio, habrá un tiempo de reflexión y es posible que muchos candidatos abandonen la carrera presidencial. En dos rondas, la supervivencia de los fuertes se podrá ver claramente.
Luego hay otras dos fechas clave por la gran cantidad de delegados que se reparten: la primera es el llamado supermartes, que se celebra el 3 de marzo y en el que votan 14 estados. La segunda es el 28 de abril, cuando se distribuyen 663 delegados demócratas, con lo que estarán ya entregados el 90% de los avales. Además, ese día es importante porque, al ocurrir tan al final de la campaña, suele se decisivo para aclarar el vencedor.
Acabadas ya las primarias, el objetivo único ya serán las elecciones generales de noviembre. Será el momento de que el elegido o la elegida pongan toda la carne en el asador, porque fácil no lo van a tener para tumbar a Trump.
Para que un aspirante pase a la siguiente ronda, su propuesta tiene que alcanzar mínimo un 15% de los presentes en el recinto del caucus. Si no lo consigue, hay dos opciones: o se convence a suficientes personas para que engrosen el grupo hasta llegar a ese 15% o se disuelve la reunión y cada quien busca un aspirante alternativo. Si ninguno obtiene la mayoría en la primera vuelta, otros 770 delegados, unas figuras controvertidas apodadas “superdelegados”, entrarán en la contienda. Se trata de cargos electos y de personalidades del partido que pueden votar por cualquier candidato.
En 2016, los seguidores de Sanders acusaron al partido de favorecer a la que consideraban como la candidata del establishment, o sea, Hillary Clinton, después de que la exsecretaria de Estado recibiera el apoyo de la mayoría de los superdelegados.
José Parra, un experto en comunicación política y exasesor del anterior líder demócrata en el Senado Harry Reid, sostiene en EFE que para vencer a Trump, los demócratas quieren repetir una coalición similar a la que encumbró a Barack Obama en 2008 y que fue capaz de movilizar a latinos, afroamericanos, mujeres y votantes blancos con estudios.
Desde Jimmy Carter en 1976, el Partido Demócrata ha elegido ya nueve candidatos en primarias -sin contar cuando el propio Carter, Bill Clinton y Barack Obama fueron por la reelección-. De esos nueve, siete empezaron la carrera ganando Iowa. Las excepciones son Michael Dukakis, que en 1988 fue superado por Dick Gephardt, y Bill Clinton, que en 1992 perdió ante Tom Harkin. Estos antecedentes explican por qué las campañas destinan tanto tiempo y dinero en convencer a los ciudadanos de Iowa para que los voten.
En los últimos 20 años, el candidato demócrata elegido en Iowa ha sido el designado final en las primarias oficiales. Es lo que ha ocurrido en los casos de Al Gore, de John Kerry, de Barack Obama y de Hillary Clinton. En este estado, Sanders figura en primera posición en las encuestas como el favorito para ganar. Le siguen Biden, Warren, Buttigieg y Klobuchar, según la web RealClearPolitics.
Realmente, sorprende un poco el ascenso de Sanders -hasta ahora, Biden era el más fuerte-, teniendo en cuenta que el juicio político a Trump ha obligado al senador a quedarse en Washington durante casi las dos últimas semanas de la campaña en Iowa, un estado donde las diferencias sobre los otros candidatos se suelen conseguir sobre el terreno.
Como él, otros dos pesos pesados de los demócratas tuvieron que asistir al juicio del presidente en la Cámara Alta del Congreso: las senadoras Warren y Klobuchar. El final del proceso contra Trump está previsto para este miércoles. Una semana determinante para el futuro de EEUU.