Si fuera verdad...

Si fuera verdad...

Las claves de la semana: todos los escenarios están de nuevo abiertos. Sánchez ha hablado de “volver a empezar”.

Sánchez e IglesiasEFE

Entre las nueve de la mañana y las nueve de la noche de un jueves cualquiera no solo hay doce horas, sino también una sucesión de declaraciones y señales emitidas por un mismo actor político que a veces son contradictorias. En esta noria previa a la sesión de investidura, hemos visto y escuchado de todo y por su orden. Desde un nunca jamás a un todo está abierto pasando por un quizá, según y cómo. Se llama zigzaguear. Y pasa cuando se duda sobre el rumbo, cuando no se dice lo mismo en público que en privado, cuando importa más la narrativa que el acuerdo o cuando fracasadas las estrategias anteriores urge improvisar una nueva táctica.

En su relación con Unidas Podemos, a Pedro Sánchez empieza a pasarle lo mismo que a Albert Rivera con VOX: que necesita sus votos para gobernar, pero quiere que le salgan gratis y que, además, no parezca ante la opinión pública que son sus socios naturales o que les han doblado el pulso. Así no hay investidura que salga adelante. Ni en Madrid, ni en Murcia, ni en el Gobierno de España. Si no se fían entre ellos y no se reconocen, cómo van a pedir a los españoles que confiemos en ellos. Mientras en política la cesión se interprete como una rendición, no hay acuerdo posible.  

Si fuera verdad todo lo que Rivera dijo un día que era -moderado, liberal de centro, regeneracionista y contrario a la ultraderecha-, en Murcia y en Madrid no estaríamos ante la pantalla ante la que estamos de sendas negociaciones bloqueadas por la exigencias de VOX. Y si fuera verdad que Sánchez nunca tuvo intención de hacer un Gobierno de coalición con Podemos, jamás le hubiera ofrecido a Iglesias, en su primer encuentro tras el 28-A, las carteras de Comercio, Industria y Juventud ni se hubiera sacado de la chistera lo de los ministros independientes que más tarde podían ser de Podemos, siempre que tuvieran un perfil técnico y no formaran parte de la dirección de los morados.

Si fuera verdad que el presidente del Gobierno, como dijo, solo se sometería a la más que probable investidura fallida de los próximos días 22-23, tampoco hubiera planteado en sus conversaciones privadas con Iglesias y Casado la posibilidad de que se abstuvieran sus respectivos grupos parlamentarios en septiembre.

  5d28b5cd3b00003700dac404SERGIO BARRENECHEA-EFE

Si fuera verdad que el PNV hubiera condicionado en algún momento su apoyo en la investidura -como dijo Adriana Lastra- a que no hubiera un gobierno de coalición, Andoni Ortuzar no hubiera sido tan claro ante los micrófonos de la Cadena Ser esta semana al decir que el problema para ellos no es Podemos, sino que sean públicos los contenidos que se pacten.

Si fuera verdad que la posición sobre Cataluña de Podemos y las dudas sobre la aplicación de un nuevo 155 que nadie quiere es una distancia insalvable para Sánchez, el PSC no se habría repartido el Gobierno municipal de Barcelona con Ada Colau ni el pacto con los post convergentes hubiera dado la presidencia de la Diputación de la Ciudad Condal a la socialista Nuria Marín. 

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Y si fuera verdad que el presidente en funciones no teme una repetición electoral, no andarían los suyos agitando el espantajo de la futura sentencia sobre el procés para allanar el camino de una necesaria unidad de acción frente a la posible reacción del independentismo catalán.

Hablan, hablan y hablan… Dicen una cosa y su contraria. Y el nivel de perplejidad del respetable es tan colosal como su capacidad para la argucia y el aburrimiento del personal. La fragmentación parlamentaria era exactamente esto. Un Parlamento con cinco partidos nacionales que han recibido de las urnas un mandato: pónganse de acuerdo, gobiernen… y a ser posible no nos engañen. Y si no son capaces, que vengan otros, pero no sometan a los españoles a un estrés electoral hasta que el resultado sea el que ustedes deseen.

En su relación con Unidas Podemos, a Pedro Sánchez empieza a pasarle lo mismo que a Albert Rivera con VOX: que necesita sus votos para gobernar, pero quiere que le salgan gratis

Y si Sánchez no quiere un gobierno de coalición que se retrate y que diga abiertamente que el problema no es Podemos, ni Cataluña, ni la política exterior, ni el pacto antiterrorista, sino Pablo Iglesias y la posibilidad de que en España haya un Gobierno con dos cabezas. Algunos ya lo admiten abiertamente. El problema es explicarlo ante la opinión pública y convencer al secretario general de los morados para que se sacrifique en aras de la estabilidad de España. No descarten que este sea el siguiente paso. 

Como dijo Cortázar, nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo. Las últimas señales emitidas desde La Moncloa apuntan en esa dirección: todos los escenarios están de nuevo abiertos. Sánchez ha hablado de “volver a empezar” que, además del título de una película de José Luis Garci que habla de regresos, de reencuentros y renuncias, es una forma de admitir implícitamente que las estrategias negociadoras anteriores -por la derecha y por la izquierda- han fracasado estrepitosamente. 

Pues eso. Que vuelvan a empezar, cuanto antes, con todas las cartas sobre la mesa, con transparencia y, a ser posible, sin filtraciones cruzadas, sin descarados intentos de manipulación y sin faltar a la verdad.