Avelina Lesper. Cuando el crítico es un payaso
Ha roto una obra de arte para hacerse un selfie porque es un producto de las redes.
El suceso ya es global. En la feria mexicana de arte Zona MACO la galería OMR exponía una instalación de Gabriel Rico, un artista local consolidado y de amplia proyección internacional. El sábado alguien hizo la payasada de colocarle una lata de refresco encima para hacer una burla a las instalaciones contemporáneas. La obra, no preparada para esa acción, colapsó, quedando destruida. La que hizo la payasada fue Avelina Lesper, una conocida crítica de arte mexicana. Sin ánimo de insultarla recordaré libremente a Forrest Gump con una máxima que no falla: payasa es quien hace payasadas.
Hace diez años Avelina era un personaje local mexicano. Mi galería, T20, estuvo presente muchos años en Zona MACO y no llegué a conocerla. Era una estrambótica figura de allí, con fuerte apoyo institucional de la parte más rancia pero sin gran trascendencia fuera. Era ese espécimen que dice que todo lo que no sea pintura que refleje la realidad no es arte, salvo, a veces, algunos abstractos pero que “se ve que saben pintar”. Era esa visitante ajena al arte que dice “eso lo hace mi hija de cinco años” cuando va a un galería de arte, la que piensa que los artistas conceptuales son conceptuales porque no saben dibujar bien y que el arte es cuando se pinta una naranja tan bien que parece que se va a salir del cuadro. De esas y esos hay miles. Suele ser gente que ni conoce ni entiende la historia del arte, aunque en algunos casos tengan una carrera, algo que, como sabemos bien, no significa nada.
El caso es que Avelina no tiene nada de tonta y el 31 de julio de 2014 le metió un gol por la escuadra a Podemos. Sí, desde México se la jugó al partido español en el momento de su máximo esplendor, cuando irrumpieron con fuerza. En la confusión del éxito electoral la Lesper lanzó el Manifiesto Artístico Podemos desde su página web. La encabezó con una imagen de David Alfaro Siqueiros, uno de los grandes muralistas mexicanos, brigadista en la Guerra Civil, estalinista que atentó contra Trotski… Ya digo que de tonta no tiene un pelo. El caso es que en ese manifiesto, pura demagogia, encabezaba cada frase con un escandaloso PODEMOS en mayúscula, como cuando se grita. Las frases son populismo baratero para ultraconservadores artísticos, del tipo “PODEMOS entregar el arte a sus creadores” y, poco a poco, colocaba su mensaje reaccionario “PODEMOS acabar con la casta de falsos artistas, académicos, galeristas y especuladores que manipulan las expresiones y el mercado”. Bingo. Estaba tocando todos los resortes y remataba la faena diciendo: “Este manifiesto forma parte de mi apoyo a DesenmascarArte el movimiento artístico de PODEMOS, la nueva plataforma política española”, y Podemos picó. En sus redes difundieron el manifiesto de arte facha sin control. La postura de Podemos en el tema del arte contemporáneo es decepcionante desde sus programas electorales pero en estos días demostraron que no es un tema al que hayan dedicado mucho cariño.
Al final la presión del sector hizo que Podemos, discretamente, fuese eliminando ese manifiesto de sus redes pero Avelina ya había entrado en el debate español. Luego le pegaron un tartazo en una charla en México, comenzaron los memes… Atacándola, las redes la han convertido en un fenómeno global que el arte desprecia pero parte del público, ante la total falta incomprensión de lo que en el arte pasa, cree que tiene razón. Incluso una parte de los artistas la aceptan, aquellos que creen que el arte únicamente es que la naranja parezca salir del cuadro.
Avelina ha roto una obra de arte para hacerse un selfie porque es un producto de las redes. Su discurso paleto y carca no tendría repercusión si no fuese por la difusión acrítica de Twitter, donde se mueve como pez en el agua. Ella no tiene nada que ver con el arte, ni le gusta ni lo entiende, le gustan determinados productos bien ejecutados formalmente porque no entiende nada más. Es digna de pena, pero ha roto una obra de arte y la debe pagar, aparte del resultado de la denuncia que la galería OMR o el artista (o ambos) deban interponer ante las autoridades.
Si hemos condenado que unos integristas destruyan las esculturas romanas de Palmira debemos condenar que una integrista destruya una instalación mexicana.