‘Andanzas y entremeses de Juan Rana’ o, por un momento, seamos gente

‘Andanzas y entremeses de Juan Rana’ o, por un momento, seamos gente

Ron Lalá han vuelto a hacerlo con Andanzas y entremeses de Juan Rana en el Teatro de la Comedia. Le ponen fácil el trabajo al crítico y al espectador. Solo hay que sentarse, esperar a que comience la función y lo demás vendrá por sí solo. La palabra y el verso y con ellas la música, las canciones, las ganas de cantar y bailar y las ganas de reír, de pasarlo bien, eso que no se olvide. Razones suficientes para que la venta de entradas vaya como un tiro y que los que al final se queden sin verla tengan la sensación de que se han perdido algo. 

Esta vez, para montar una obra han recurrido a Juan Rana. Famoso personaje del Siglo de Oro que protagonizó multitud de entremeses, algunos escritos por Calderón o Moreto. El personaje era tan famoso y apreciado en la corte que Cosme Pérez, el actor que lo interpretaba, tenía cierta bula, cierta protección y se ganaba la vida y las prebendas de los reyes con dicho personaje que le arrebató hasta el nombre. Lo que en cierto modo lo condenó porque no le dejaron ser otro personaje que no fuera el feo, gordo y achaparrado Juan Rana, con el que se le acabó identificando. Lo que se podría describir como que le convirtió en un pájaro en una jaula de oro de la que intentó escapar sin suerte.

Este personaje le sirve a la compañía para hablar de hoy. De la censura que sufren los cómicos. El juicio público y real al que son sometidos por intentar provocar una risa o una sonrisa en el espectador o en el lector o por dar simplemente su opinión, una opinión que no coincide con la de los bien pensantes. Las amenazas que sufren y que a veces se actualizan. Ahí está el ataque a la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo, parecido a El Jueves español, para que no se olvide. 

Para montarlo recurren a toda su poética escénica. Motivo por el que se pierde ese aire de sorpresa y frescura que se tiene cuando se ve a Ron Lalá por primera vez. No ayudan algunos detalles. Como por ejemplo, la rapidez con la que se suceden algunas secuencias en el escenario. O las pompas de jabón que salen por un solo lateral y emborronan la composición de determinadas escenas y de un más que notable trabajo con la luz y el espacio. O el microfonado, demasiado alto, al menos para un público como el del Teatro de la Comedia el jueves pasado que ni cantaba, ni bailaba, ni casi votaba, cuando desde el escenario se le invitaba a ello. Haciendo parecer por momentos que el texto se gritaba. Microfonado que tendrá mucho más sentido en aquellos casos en que la audiencia acepte esta invitación a cantar y bailar, como sin duda sucederá en muchos de los lugares de su larga gira que en breve comienzan.

Pequeños detalles que una compañía como esta seguramente pulirá a medida que vayan rodando el espectáculo. Un espectáculo que se mueve entre el entremés y la música, mucha música que suena a chirigota y mojiganga. Lleno de hallazgos. Entre todos, destaca Bernarda, la mujer de Juan Rama/Cosme Pérez que compone Daniel Rovalher. La forma en la que se mueve y la manera en la que muestra y toca sus bongos, es algo difícil de olvidar. O la escena del cuadro de Juan Rana. O esas confesiones y castigos autoimpuestos del inquisidor que habita Iñigo Echevarría ayudado por una luz cenital, en los que sí se da ese tiempo que se necesita para que las cosas sucedan y reaccione el público.

Sí, es este un buen espectáculo popular. Del que se sale contento de pertenecer a una comunidad de anónimos. De ser gente, aunque solo fuera el momento que se estuviera dentro del teatro. Gente que disfruta y lo pasa bien. Una comunidad que se reconoce en una cultura hecha de palabras. Todas esas palabras del español que se recuperan con felicidad y sin esfuerzo en este montaje y se hacen palabras de todos y para todos. Antológico ese momento en el que recitan todas los sinónimos que se han usado y se usan para definir lo que es una actriz, palabras como la de farandulera que atrapan la imaginación. 

Comunidad hecha de memoria musical y de artistas que defienden y hacen de este mundo, un mundo más libre, más vivo, más diverso, más tolerante. Un mundo en el que el distinto es un igual que merece ser defendido. Como esta compañía defiende al personaje Juan Rana y se la juega por el actor Cosme Pérez que lo representaba y por todos los actores y actrices que son y han sido. Convertida en una defensa lúdica no solo de una persona sino de todos los seres humanos, de la gente, y su derecho a reírse y hacer reír. Pues reírse no es un pecado, pero prohibirlo sí.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.