Ana Julia Quezada reconoce que mató al niño Gabriel, aunque se ve "inocente"
Ratifica su relato previo por el que sostuvo que mató al pequeño de forma accidental.
Ana Julia Quezada, la autora confesa de la muerte de Gabriel Cruz, ha reconocido en su primera declaración que dio muerte al niño, y ha manifestado durante el juicio que sólo responderá a las preguntas del ministerio fiscal y de su propio letrado.
“Sí”, ha dicho Quezada, cuando ha sido preguntada si “acabó con la vida del menor de 8 años”.
Llorando al inicio de su interrogatorio, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres, ha afirmado que se ve “inocente”, ratificando su relato previo por el que sostuvo que mató a Gabriel de forma accidental.
De este modo, Quezada ha asegurado que “nunca he tenido intención de hacerle daño a Gabriel”.
Ha afirmado además en respuesta a su letrado, Esteban Hernández Thiel, que si no llamó a nadie cuando murió Gabriel para intentar asistirlo fue porque “se quedó paralizada”. “Toqué al niño, vi que no respiraba y no sabía qué hacer”.
Asimismo, ha sostenido que tras matarlo sintió “mucho miedo” y se quedó bloqueada. “Miedo sobre todo por hacerle daño a la familia de Gabriel, a mi hija”.
“Cuánta más gente venía, peor. No sabía qué hacer”, ha añadido.
“Ningún problema” con la madre del pequeño
Quezada ha manifestado también -a la Fiscalía- que no ha tenido “ningún problema nunca” con Patricia Ramírez, la madre del menor, con quien ha asegurado que tenía una buena relación.
En su interrogatorio, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres del menor, que manifestó que sólo respondería a las preguntas del ministerio fiscal y de su propio letrado, hizo el relato de la secuencia de cómo cometió el hecho.
Ha relatado cómo llegó a Las Negras, en Níjar (Almería), junto a una anterior pareja de Burgos, y que conoció a Ángel Cruz, el padre de Gabriel, en el bar que había montado con su expareja en la Nochevieja de 2016, e inició su convivencia en la casa del progenitor en Vícar (Almería) en septiembre del año siguiente.
Quezada ha indicado que los martes por la tarde recogía a Gabriel del colegio porque Ángel “tenía que ir a trabajar y a las ocho de la tarde lo llevaba el padre con su madre”, ya que el régimen de visitas establecido entre los progenitores establecía que éste tuviese al niño los fines de semana alternos, martes y jueves.
Ha añadido que pasaban tiempo de forma habitual en la casa de la abuela del menor en Las Hortichuelas Bajas, en Níjar, porque al niño “le gustaba” el sitio.
Asegura que no conocía a Patricia Ramírez, aunque sí que había coincidido alguna vez con ella en su casa después de entablar la relación con Ángel, añadiendo que la relación entre los progenitores era “buena”.
Con Patricia asegura no haber discutido nunca ni responderle mal nunca, manteniendo que es “mentira” que se enfrentase con ella en la Comandancia de la Guardia Civil por su relación con los medios durante la búsqueda.
Ha afirmado que su propia relación con el niño era “buena” y que no tuvo problemas con él, que únicamente una vez le dijo: “Qué nariz más fea tienes, parece que tengas una hostia en la nariz, pero no se lo tuve en cuenta, me reí”.
“Deja el hacha”
La autora confesa de la muerte del niño Gabriel Cruz ha afirmado que vio al menor dirigirse a ella con un hacha en la mano y que le dijo que era “fea”, que no quería que estuviera con su padre y que se fuese a su país.
“Le dije, te vas a hacer daño, deja el hacha. Me dijo: Tú a mí no me mandas, que no eres mi madre, que tienes la nariz fea, que no quiero que estés con mi padre, que quiero que te vayas a tu país”, ha manifestado Quezada en su declaración.
“Simplemente le tapé la boca, no quería hacerle daño al niño, quería que se callara”, le puso la “mano derecha en la boca y en la nariz, no recuerdo en la nuca o dónde”, afirmando que estaba “muy nerviosa”.
En otro momento de la declaración, en respuesta a la fiscal Elena Fernández, Quezada ha explicado que se había encontrado al niño entre unos matorrales, “a la derecha” de la salida de la vivienda de su abuela en Las Hortichuelas Bajas, en Níjar (Almería) y que le había dicho que lo llevaría con sus amigos en “10 o 20 minutos”.
“Le dije, qué haces ahí. Me dijo que estaba haciendo tiempo para que comiesen los primos. Le pregunté si quería venirse conmigo a Rodalquilar aunque no pintemos, ventilamos la casa y te traigo en 10 o 20 minutos con tus amigos y se vino conmigo”, ha afirmado.
“El niño ya no respiraba”
Ana Julia Quezada ha explicado que cuando dejó al menor en el suelo, “el niño ya no respiraba”.
En su declaración, Quezada ha afirmado no recordar si ejerció una fuerza “desproporcionada” o si se echó encima de él: “Le tapé la boca y la nariz con la mano, de lo demás no me acuerdo, cuando lo dejé, ya no respiraba”.
“Utilicé las dos manos, la derecha seguro en su boca, la izquierda no lo sé, en la nuca, en la frente, fueron momentos muy rápidos, estaba muy nerviosa”, ha dicho la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres del menor.
Ha reiterado que se dio cuenta de que no respiraba cuando lo soltó porque le puso la mano en el pecho y que entonces se quedó “bloqueada”.
“Me quedé un rato y luego me fui a fumar como una loca, salía, entraba, salía, entraba y no sabía lo que hacía”. Entonces vio una “pala y decidió hacer un agujero”.
“Quería que me cogieran”
La autora confesa de la muerte del niño Gabriel ha relatado que colocó la camiseta del menor que ella misma simuló encontrar porque “quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras, yo quería que me atraparan”.
Aunque previamente había manifestado que lo hizo para dar “esperanzas al padre del niño, Ángel Cruz, este martes ha sostenido en respuesta a la fiscal Elena Fernández que quería que la “encontraran porque no podía aguantar más ese secreto”.
Ha relatado que había guardado la ropa de Gabriel en el cuarto en el que dormía con Ángel y que el 3 de marzo del año pasado le dijo: “Vamos (...) al barranco de Las Negras, por las Agüillas, por esa zona”.
“Le dije, vamos a dar un paseo. Cogí la camiseta del armario. La metí en la mochila, cogí mi coche. Vamos Ángel y yo a ese sitio. Yo fui a colocar la camiseta allí”.
Aprovechó que el padre estaba “hablando por teléfono con un médium o un periodista” y que subió a ver un cortijo para dejar la camiseta en un cañaveral y entonces simuló encontrarla.
“Utilizada” por su madre
Por su parte Judith, la hija de Ana Julia Quezada, ha sostenido este martes ante un jurado popular que se ha sentido “utilizada” por su madre tras conocer todo lo ocurrido en relación a la desaparición y fallecimiento del niño de 8 años.
Así lo ha indicado Judith a preguntas de la fiscal, Elena Fernández, al declarar como testigo por videoconferencia desde Burgos en la vista oral contra su madre, a la que se niega a ver en cualquier circunstancia, según ha advertido al inicio de su testimonio.
Sobre la supuesta utilización que hizo de ella su progenitora, ha indicado que efectivamente le dijo que hablase con el psicólogo clínico de la madre de Gabriel (Patricia Ramírez) para decir que Sergio, una expareja de Quezada, era un “hijo de puta”.
Precisamente, Quezada había colocado una camiseta del menor a escasa distancia de donde reside su expareja, según la Guardia Civil para intentar inculparlo, simulando el hallazgo de la prenda el 3 de marzo del año pasado.
También ha sostenido que le pareció extraño que su madre hablase de sus cuidados físicos durante la búsqueda, porque incluso ella se sintió como “una mierda” sin “conocer de cerca al niño” por lo ocurrido.
Sin embargo, ha mantenido que al margen de eso no notó ningún comportamiento extraño que le hiciera pensar que tuviera relación con los hechos, si bien ha admitido que su progenitora no le explicó cómo había encontrado la camiseta.
Ha aclarado además que antes de trasladarse unos días a Almería desde Burgos, la relación con su madre era “distante”, sin la “confianza y apego” que suele existir entre madres e hijas.