Alberto Garzón: "El PSOE no se atreve a enfrentarse al poder"
Entrevista al líder de Izquierda Unida: "Hay una derecha radicalizada que bordea los límites de la democracia"
El Boletín Oficial del Estado (BOE) acaba de publicar el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria electoral del 28-A. Y en el Congreso han empezado a prepararse hasta materialmente para la nueva legislatura: los operarios pintan ya y hacen reformas en el vestíbulo que da a la calle madrileña calle de Cedaceros.
Al final de la planta se abren las puertas de la sala Istúriz. En las paredes cuelga el cuadro Lección de música, de Antonio García Morales. Lo observa Alberto Garzón antes de sentarse y someterse a esta entrevista. Lo que no se sabe aún es a qué ritmo sonarán las urnas en el próximo mes.
Se prepara para una campaña vertiginosa, irá como 'número uno' de la lista de Unidos Podemos por Málaga. Su tierra. Antes, los militantes de su partido deben dar el visto bueno a repetir el pacto de los botellines en una votación que finalizará este sábado. Dice que en este momento la izquierda necesita unidad para hacer frente a ese "monstruo" de tres cabezas que representan PP, Ciudadanos y Vox. Esa derecha, denuncia, que incita al "odio y al conflicto". Y avisa sobre la llamada al voto útil de Pedro Sánchez: el PSOE no se atreve con el poder.
¿Qué va a hacer el 8-M?
Es un evento que corresponde a las mujeres, que lo están organizando y demostrando una enorme habilidad para defender sus conquistas y ampliarlas. Ese día hay huelga de cuidados y, por tanto, haré lo que también hago en otros momentos, no es una excepción, pero en este caso de forma obligatoria absolutamente e impepinable de cuidar de mi hija, de mi familia y de la vivienda. Además, iré a la manifestación como signo de apoyo, pero sin pretender ocupar en ningún momento un protagonismo que no nos corresponde.
Ha pasado un año de aquella gran manifestación del 8-M y, de repente, sobre la mesa hay debates como la derogación de la ley contra la violencia de género o del aborto. ¿Están en peligro muchos de los avances de las mujeres?
Absolutamente. Pero eso es debido a que en nuestro país nunca ha desaparecido un espacio sociológico que podríamos resumir como franquista, pero que en última instancia lo que tiene es una profunda defensa de valores reaccionarios que estaban también insertos mucho más atrás en la historia. Es el típico sentimiento que se está levantando en este momento y que están tratando de canalizar los tres partidos de derechas. De hecho, Ciudadanos fue uno de los primeros en el 8-M del año pasado que trató de desconectarse de una forma explícita de la manifestación y sus declaraciones fueron en bastantes puntos ofensivas. Trató de canalizar una parte de la sociedad que detesta el feminismo como una amenaza a sus valores, en muchos casos de privilegio a los hombres. Y ahora están insertos en esa batalla de las tres derechas peleando por el voto más reaccionario.
Por cierto, ninguno de los candidatos de los cinco grandes partidos es una mujer.
Efectivamente, este es uno de los elementos que están siendo claros desde hace bastante años, desde que este ciclo político ha multiplicado el número de partidos. La inmensa mayoría somos hombres y es una de las expresiones de que algo no está funcionando bien en nuestra sociedad. Aunque pueda parecer anecdótico, no deja de ser un reflejo de muchos otros componentes de la sociedad que son profundamente machistas.
¿Preparado ya para la campaña del 28-A?
Sí, absolutamente. En cierta medida estamos siempre preparados, especialmente en un contexto tan volátil como este, en cualquier momento podía suceder cualquier cosa que nos empujara a una campaña electoral y finalmente se ha desatado. Tenemos un ciclo electoral muy intenso, con la maquinaria activada cien por cien.
¿Qué pronóstico hace? ¿Qué van a decir los españoles en las urnas?
Es muy difícil de saber. La ley electoral siempre ha penalizado a los partidos pequeños y medianos. Lo hemos sufrido en IU, pero ahora el escenario es muy complejo para predecir un resultado en escaños. Ahora mismo lo único que tenemos que hacer es debernos a nuestros valores y ofrecer nuestra propuesta a la ciudadanía. Atraer y movilizar votantes de izquierdas en un momento tan complejo como este. Tenemos retos sociales, ecológicos, territoriales y políticos, como esta amenaza de la derecha reaccionaria. Esto nos debe obligar a actuar con contundencia a la hora de defender nuestras conquistas. Espero que esta sea la óptica que utilice mucha gente de izquierdas, incluso aquella que no tiene claro su voto, que tenga claro que lo que nos jugamos va mucho más allá de estas elecciones.
El PSOE se presenta como el voto útil para frenar a las derechas, ¿cree que va a tener mucha fuga de sufragios a los socialistas? ¿Son el voto útil?
Creo que la izquierda en su conjunto tiene un escenario complejo, IU y Podemos, en particular. Pero todo está abierto, no cabe en ningún caso tirar la toalla, sino trabajar para atraer y movilizar el voto. Efectivamente, el PSOE ha marcado la campaña, ha convocado las elecciones, sabiendo que dejaba en el tintero una serie de leyes muy importantes para la izquierda de este país como derogar la ley mordaza. El tacticismo del PSOE ha hecho que finalmente tengamos que seguir con la ley del PP de represión de la movilización ciudadana. Por tanto, el PSOE controla esos tiempos y ritmos y tratará de llamar al voto útil.
Lo que tenemos que explicar es que la diferencia entre que el PSOE pacte con Cs, que está encima de la mesa, a que lo haga con la izquierda es abismal. Cs ha dicho que es una mala idea subir el salario mínimo. Para las familias trabajadoras esa diferencia es abismal, es clave que la ciudadanía lo comprenda. Tenemos sobre la mesa un hipotético gobierno entre PSOE y Cs.
Pero Ciudadanos ha dicho que no piensa pactar con Pedro Sánchez, ¿se lo creen?
No. Es un partido posmoderno en la medida que funciona sin ideología explícita. Es un partido de clase, defiende los intereses de los más adinerados. Su práctica política así lo demuestra. Es un partido que opera en función de las encuestas y es capaz de dar bastantes bandazos, en función de lo que le interese. Es capaz de defender las visiones más reaccionarias y ofrecerse como una especie de centrismo liberal, todo ello sin que le caiga la cara por las contradicciones. Ya dijo que no iba a pactar con el PSOE en las elecciones de 2015 y apenas unos días más tarde estaban haciendo el pacto de El abrazo. Con un Partido Socialista que había llamado a Cs la nueva derecha. Es parte de la propaganda y de la táctica política. Uno de los elementos que están poniendo encima de la mesa muy importantes personalidades del PSOE y Cs es que haya un acuerdo entre ellos.
¿A Sánchez lo ve más por el pacto con ustedes o con Ciudadanos?
En el momento en el que convoca las elecciones está a la expectativa de ver cuál es el resultado y a partir de ahí opera. Fue la persona que pactó con Rivera en 2016, estaba enfrentado con Rivera frontalmente hace muy poco tiempo y Pedro Sánchez podría ser cualquier otra persona dentro de unos cuantos meses.
Del pacto de El abrazo al de los botellines, que reeditan Podemos e IU. Se celebra esta semana un referéndum interno en Izquierda Unida. ¿Cree que los militantes apoyarán de nuevo esta coalición?
Espero que sí. Fundamentalmente por razones políticas, lo que significa en nuestro país consolidar un bloque de unidad, que permite conquistas para las familias trabajadoras. Cuanta más fuerza, mejor. Incluso, por una cuestión práctica. En este momento dividir a la izquierda con esta ley electoral significaría hacer un favor a la derecha reaccionaria. En el reparto de escaños, la fragmentación de la izquierda beneficia a la derecha, incluso en muchas circunscripciones podría ser Vox el beneficiado. Espero que la militancia de IU, que siempre ha demostrado altura de miras, vote a favor de este preacuerdo.
En Andalucía, bajo la marca Adelante Andalucía, Podemos e IU perdieron 300.000 votos respecto a las anteriores elecciones cuando fueron por separado. En la generales, perdieron un millón de votos tb los dos partido al ir coaligados. ¿Sale a cuenta esta unión?
Ese análisis peca casi de un elemento metodológico: presuponer que no ha pasado nada más en ese tiempo. La primera de las confluencias se produjo en abril o mayo de 2016, para entonces Podemos ya venía bajando en las encuestas de manera notable porque una gran parte de ciudadanía de izquierdas se ve frustrada ante la imposibilidad de un Gobierno alternativo al de Mariano Rajoy. La unidad en ese punto vino más a resolver y a tratar de consolidar que a ser un detonante de algo nuevo. Funcionó porque permitió consolidar un espacio y sortear la ley electoral, se mantuvieron cinco millones de votos a pesar de la tendencia descendiente. Se han cometido errores a partir de ese momento, evidentemente antes también. Y han pasado muchas cosas, ha cambiado el contexto político en este país.
Veníamos de un ciclo alcista de la izquierda, de las cuestiones sociales, y ha sido sustituido por una agenda reaccionaria, que también opera en América Latina, Europa o EEUU, con cuestiones nacionalistas en las que la izquierda tiene dificultades para moverse. La izquierda está sufriendo la crisis, y eso explica que en las andaluzas nuestro espacio tuviera 300.000 votos menos, pero el PSOE 400.000 menos. La confluencia no era responsable. La unidad en este momento es el único camino y seguir construyendo conjuntamente un espacio que es diverso, heterogéneo, con formaciones distintas y autónomas, pero que ante el monstruo que tenemos delante y la responsabilidad histórica no podemos mirarnos el ombligo.
Habla de un monstruo, ¿es Vox?
Vox es una expresión de ese monstruo, pero cuando uno escucha a Pablo Casado y Albert Rivera hablar de prácticamente cualquier cuestión relacionada con la actualidad se da cuenta del problema al que se enfrenta la democracia española. Es una derecha radicalizada, que bordea cuando nos traspasa directamente los límites de la democracia. Se permite llamar golpista no solo ya a dos millones de catalanes o a los votantes de Podemos e IU, incluso a los del PSOE y directamente al presidente Sánchez. Cuando estamos ante ese exceso retórico y discursivo, lo único que están haciendo es extender el odio, dividiendo a los españoles y rompiendo España. Cuando hacen una manifestación como la de Colón, en la que el mensaje es no debe haber diálogo, eso es opuesto a la política, nos damos cuenta del peligro tan grande que enfrenta nuestra sociedad por el auge de estas tres derechas, que tiene diferencias entre ellas pero que comparten una agenda reaccionaria con diversos temas. Ese monstruo está representado por esas tres cabezas.
¿Legalizaría a Vox?
Soy muy claro con esto. Los partidos políticos no deben ser ilegalizados salvo que hayan cometido delitos recogidos en el Código Penal. Es importante que entendamos que la política es un instrumento para resolver las cuestiones a través del diálogo y la negociación. Vox es una expresión de un sentir sociológico que está en nuestro país, que tenemos que combatir a mi modo de entender, pero no desde el ámbito penal sino desde el cultural, pedagógico, periodístico, educativo. Vox es una fuerza que no representa sustancialmente nada nuevo, estaba dentro del PP, es una escisión del Partido Popular, pero sus valores son profundamente reaccionarios y antidemocráticos. Su exaltación del fascismo en algunos puntos es notoria. Eso no se va a resolver ilegalizando los partidos ni fundaciones, sino a través de un plan integral de promoción de los valores democráticos, de la mujer, de la igualdad. Eso es otro campo más complejo, pero más útil que la represión legal.
¿Ha sido el Gobierno de Sánchez de izquierdas?
Ha sido ambivalente, no ha sido lo suficientemente valiente como para abordar determinadas cuestiones. Si no llega a ser por Unidos Podemos, no tendríamos un salario mínimo interprofesional de 900 euros que dentro de su modestia es una subida del 22% y leyes sociales que se han ido aprobando en este pequeño trance de tiempo. Pero mi concepción de democracia es mucho más ambiciosa, implica que nadie debe pasar frío si no puede pagar la factura de la luz porque debería garantizarlo el Estado, por ejemplo. El PSOE no se ha atrevido en estos puntos, hemos propuesto nacionalizar las empresas estratégicas que ya fueron públicas en su momento y no han querido. Además, hemos propuesto regularizar los precios del alquiler y tampoco porque eso suponía enfrentarse a los bancos. El PSOE tiene mucha retórica, pero cuando se trata de enfrentarse al poder no se atreve en absoluto.
Hablaba de la unidad de la izquierda, vemos a sus socios de Podemos totalmente divididos. ¿Usted es más de Pablo Iglesias o de Íñigo Errejón?
Respetamos las discusiones y debates legítimos que tienen otras formaciones, igual que ellos los nuestros. Tanto Iglesias como Errejón representan parte de la solución de este país, necesitamos trabajar conjuntamente. No podemos prescindir de nadie. La izquierda atraviesa un momento irritante, en el que se producen divisiones, fracciones, formas bastante negativas de acción política. Tenemos que ser claros: o estamos unidos o la derecha va a estar ganando.
Unidos Podemos aparece en el último CIS en cuarta posición. ¿Cree que empezó todo a fastidiarse en las encuestas desde el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero?
No, hay que reconocer que ha habido muchas polémicas en torno a Podemos, también en IU y en otro puntos de la izquierda que han existido y afectado. Pero las tendencias de largo alcance, que son las que nos deben preocupar explican que desde enero o febrero de 2016 ya había un deterioro del espacio. Eso significa que no hemos sido capaces de atraer, movilizar y mantener a un votante. Sabiendo que es un escenario complejo, tenemos que ser capaces de ir a sacar el mejor resultado posible convenciendo a la gente que confió en nosotros por todo lo que nos jugamos como país. Pero los procesos son más largos, las decisiones de los líderes y de los dirigentes pueden ser acertadas o incorrectas, pero el mundo no depende solo de eso sino de tendencias de más alcance. A ver si somos capaces de hacer una remontada y sacar el mejor resultado.
Hablando de unidad y de líderes. El excoordinador de IU Gaspar Llamazares irá por Actúa a las elecciones generales. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no han podido retenerlo en su propio partido?
Llamazares fue coordinador de IU, ha sido parlamentario desde 1991, cuando yo tenía 6 años ya era diputado. Una persona con mucho conocimiento y experiencia, y es un activo importante de la izquierda. Nos hubiera gustado que hubiera mantenido su lealtad con IU, pero tuvo su opinión diversa. Ha organizado otro partido fuera de Izquierda Unida con el que ya tenía intención de competir. Es legítima la decisión, pero no la comparto y no es muy coherente. Pero es personal y de pequeño alcance, hay que respetar y espero que el espacio político que representa se pueda contar con ellos en el futuro. No nos podemos permitir el lujo de este tipo de fragmentaciones.
Hace tres años, en las elecciones de 2016, sólo se hablaba del posible sorpasso de Unidos Podemos al PSOE. ¿Es aquello ya el sueño de una noche de verano?
Está todo muy abierto, no necesariamente para las elecciones de abril. De la misma manera que hace un año hablábamos de la legislatura de Mariano Rajoy, ahora nos encontramos en un escenario totalmente distinto con un partido de extrema derecha explícito que va a entrar en el Parlamento. Todo cambia rápidamente, estamos en un escenario volátil. No sabemos qué va a pasar en abril pero menos todavía el año que viene. Estamos en recomposiciones permanentes, lo que hay que hacer es ser coherente con nuestros principios y valores. Tenemos la mejor propuesta para las familias trabajadoras y para la gente que se identifica con la izquierda. Vamos a ver si somos capaces de hacer crecer este espacio para que algún día gobernemos directamente que es lo queremos hacer.
Gobernar... Querían haber entrado en el Ejecutivo con Pedro Sánchez. ¿Le gustaría ser ministro?
No hay ninguna ambición personal en ser cargo ni público te diría. Lo que tenemos que hacer es acumular fuerza para poder llevar a cabo políticas desde el Gobierno. Lo hemos hecho así en municipios y en comunidades. IU tiene una solvencia demostrada en la gestión pública pero tenemos un horizonte de sociedad que implica que para conseguir esos apoyos necesitamos ganar también mucha legitimidad fuera de las instituciones. Lo importante es acumular fuerzas.
Los premios parlamentarios de Alberto Garzón
¿Quién es el mejor orador del Congreso?
No tendría uno. Pero hay claros aspirante como Aitor Esteban (PNV), Joan Tardá (ERC) o Pablo Bustinduy (Podemos). Personas que cuando suben a la tribuna la gente les escucha. Cosa que no es fácil.
¿El mejor debate que ha vivido en esta legislatura?
Es complicado. Han sido muy agrios, muy duros. La derecha cuando ha perdido el poder se ha radicalizado y se ha vuelto maleducada. Mucha violencia verbal. El debate de la moción de censura fue muy interesante, se recordará. La intervención que hizo Pablo Iglesias será uno de los puntos de referencia para ver qué pasó en estos años tan convulsos. Fue un gran debate, a pesar del rencor que mostró Mariano Rajoy.
¿Ha pasado vergüenza en el Hemiciclo?
Muchas veces. Estoy en muchas comisiones, colaboro con personas de otros partidos, PP, Ciudadanos, por ejemplo, en la comisión de investigación de la crisis, y la relación era cordial, el tono era amable en los pasillos... Pero cuando ves a sus líderes Pablo Casado y Albert Rivera en la tribuna, se ponen a insultar y mentir, utilizar un lenguaje belicista que incita al odio y al conflicto uno pasa vergüenza. Como ciudadano, bastante aterradora, por la expansión del odio al que promueven.
¿El diputado revelación?
Creo que Pablo Casado. Pero no por nada nuevo. Ha demostrado habilidad parlamentaria a la hora de subir y no leer discursos, pero el problema es el mensaje. Creerse eso es muy peligroso, ese belicismo, esa actitud de llamar golpistas, de hablar en términos guerracivilistas no solo es obsceno, es peligroso. Hay mucha gente que se deja guiar y se instala en un clima del que es muy difícil salir de ese discurso de extrema derecha que llevan Pablo Casado y otros. Es un problema para la democracia en España.