Al fin el Capitán América se ha acordado de África
Es muy posible que a más de uno se le haya escapado uno de los mayores éxitos sanitarios de los últimos tiempos.
“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannahäuser…”. ¿Cómo habría empezado el relato de un ciudadano del siglo veinte que se hubiera aventurado a viajar hasta el año 2020? Seguramente se nos ocurren muchos inicios.
Es cierto que, semana tras semana, la COVID-19 está copando los titulares de periódicos y telediarios de todo el mundo, y que su protagonismo está diluyendo algunas buenas noticias que están ocurriendo a lo largo de estos meses.
Es muy posible que a más de uno se le haya escapado uno de los mayores éxitos sanitarios de los últimos tiempos. Sucedió en el mes de agosto, África fue declarada territorio libre de polio salvaje. Un acontecimiento que englobará las páginas más felices de los libros de Historia de la Medicina.
El testimonio más antiguo que tenemos sobre esta terrible infección está fechado en el siglo catorce antes de Cristo, las piernas de un sacerdote egipcio llamado Rom muestran la atrofia muscular típica de esta infección.
Hace apenas un cuarto de siglo todavía miles de niños africanos quedaban paralizados como consecuencia de la poliomielitis. Nigeria se convirtió en el bastión de este virus. Tan sólo este país –a lo largo de la última década– registraba más de la mitad de la casuística del mundo.
La campaña de vacunación masiva que se ha llevado a cabo en Nigeria ha dado sus frutos. Es cierto que ha requerido un esfuerzo colosal para llegar a lugares remotos y peligrosos en los que la violencia campa a sus anchas, y que durante esta campaña cientos de sanitarios han perdido tristemente su vida.
Desde hace cuatro años la Organización Mundial de la Salud ha certificado la ausencia de enfermedad provocada por virus naturales o salvajes de la poliomielitis en África. Un acontecimiento que debería ser aplaudido en todo el mundo, ya que es uno de los mayores logros de salud pública de nuestra era.
Desgraciadamente, no todos los países pueden remachar esta conquista, todavía hay dos naciones en las cuales se sigue registrando la transmisión de poliovirus de forma natural: Afganistán y Pakistán.
Echemos por unos instantes la vista atrás. En 1941, cuando la poliomielitis hacía estragos en las principales ciudades estadounidenses, la factoría Marvel creó un fervoroso superhéroe americano, el Capitán América. Este personaje luchará contra el mal engalanado con un antifaz y un escudo indestructible, elaborado a partir de la aleación de un metal extraterrestre –adamantium- y otro que tan sólo se encuentra en tierras africanas –vibranium–.
Al principio de la saga el protagonista –Steve Rogers– se nos muestra como un joven débil y frágil que es rechazado por el tío Sam para incorporarse al ejército, puesto que su cuerpo no es apto para la guerra.
Steve Rogers, tal y como nos cuenta el cómic, había nacido en 1917, tan sólo un año después de que una espantosa epidemia de polio causase más de veintisiete mil muertos solo en Estados Unidos. Muy probablemente el protagonista había sido una víctima más de aquella infección.
Un Alto Mando del ejército –el general Chester Philips– se pondrá en contacto con Rogers y le invitará a formar parte de la operación ReBirth –literalmente, volver a nacer–, un ensayo clínico que consiste en administrar suero a los voluntarios que decidan participar. El objetivo de este ensayo clínico es devolverles su vitalidad.
Rogers no titubeó en dejarse administrar aquel tratamiento experimental –una vacuna– el cual produjo el esperado milagro, adquiriendo una fuerza, resistencia y agilidad inmejorables. El protagonista había dejado atrás las secuelas de la poliomielitis y, además, había pasado a englobar la nutrida lista de superhéroes.
El Capitán América está a punto de cumplir ochenta años y, por fin, ha vencido al virus de la polio en tierras africanas. Esto sí que es noticia y no se nos puede escapar.