Agostos
La violencia de género siempre está presente como realidad, bien como conducta agresiva o bien como amenaza.
No sé cuántos agostos tienen que pasar (y junios y julios), para que cada año cuando llegue esta época la pregunta no sea ¿por qué aumentan los homicidios de mujeres durante estas fechas?
Y no sé qué más tiene que ocurrir para qué, ante el aumento del número de homicidios de mujeres por violencia de género que se produce en estos meses, hagamos algo más que reflexionar sobre la situación con esa extraña sensación que se mueve entre la desesperanza, la tristeza y la rabia.
A diferencia de lo que ocurre con otras situaciones en las que aumentan las víctimas en este periodo, no hay campañas específicas para prevenir estos homicidios, ni se aumentan los recursos para identificar las situaciones de riesgo, no hay “operación salida” de la violencia de género, ni tampoco aumento de los “controles y multas” para los agresores.
Quienes hacen pasar la violencia de género como una violencia más llamándola violencia doméstica o familiar, crean la confusión necesaria para reducir la violencia contra las mujeres a las agresiones físicas, y, luego, de estas considerar sólo los episodios graves basándose en las consecuencias clínicas. El mensaje final que percibe la sociedad es que mientras que no exista una de esas agresiones la violencia de género no existe. Y no es así.
La violencia de género busca el control de las mujeres: el control social a las normas impuestas por la cultura androcéntrica, y el control particular a las pautas que impone cada agresor a partir de esa referencia social. Y para conseguirlo juega con la “normalidad” que hace entender que todas las imposiciones son una demostración de amor, que el aislamiento de las mujeres es parte del compromiso de la relación, que las amenazas son promesas para mejorar, y que el daño psíquico que supone vivir en ese contexto y bajo esas dinámicas violentas es parte de las nubes que acompañan al enamoramiento.
Por eso la violencia de género siempre está presente como realidad, bien como conducta agresiva o bien como amenaza; y por eso, cuando las circunstancias cambian y se modifican los factores que definen la relación bajo las pautas impuestas, el riesgo aumenta conforme el agresor percibe que el control que tiene sobre las mujeres disminuye en el nuevo escenario.
En los meses de verano, como ocurre alrededor de la Navidad en diciembre y enero, se produce un cambio de las rutinas y dinámicas familiares que se prolongan en el tiempo, y facilitan que en ese contexto de violencia basado en el control se puedan producir agresiones graves y homicidios.
Los factores que influyen en el aumento de los homicidios en agosto y los meses de verano están relacionados con el cambio de hábitos, especialmente en las vacaciones con el aumento de los periodos de convivencia y la modificación de los horarios laborales. Esta situación hace que cuando el agresor inicia el conflicto que lleva a la violencia no se detenga en su evolución con hechos como tener que marchar a trabajar, salir a recoger a los hijos e hijas, llevar a cabo alguna gestión o encuentro con alguna persona... y qué, por tanto, la violencia continúe sin detenerse con la posibilidad de que aumente su intensidad hasta llegar al homicidio. Otros factores que influyen son el aumento de los problemas sobre hechos relacionados directamente con la familia (reuniones, viajes, comidas...), temas en los que los agresores no admiten opiniones diferentes a la suya, facilitando el inicio de episodios violentos, así como el distanciamiento de las redes de apoyo de las mujeres, especialmente de sus amistades, algo propio de las circunstancias de este período. Todo ello influye de manera directa en las dinámicas impuestas por los agresores durante la convivencia, que al verse modificadas facilitan la respuesta violenta por su parte.
Cuando la pareja ya se ha roto y no hay convivencia, los agresores que llegan a asesinar a sus ex parejas, que son hombres que intentan mantener el control por medio de un seguimiento estrecho de sus movimientos, al ver dificultada esta iniciativa por todos los cambios que se producen en estas fechas, junto al hecho de que se producen más salidas y con gente diferente a la habitual, perciben una pérdida de control que también actúa como factor de riesgo para el homicidio.
Estos factores explican por qué las fechas relacionadas con las vacaciones y el cambio de rutinas se acompañan de un mayor número de homicidios. En la serie histórica de 2003 a 2020 el mes con mayor número de homicidios es julio con 119, lo cual supone que una mujer es asesinada cada 4 días, seguido de agosto con 101, enero con 100 y junio con 96.Todo ello obedece a unas causas y a unas circunstancias relacionadas con las dinámicas de la relación, bien sea durante la convivencia o tras la separación, no a factores aleatorios ni al azar.
La violencia de género no es la agresión puntual en un determinado momento, es la decisión de un hombre que lleva a desarrollar toda una estrategia de control y dominación que puede llevar al homicidio cuando este control se pierde. Y como tal violencia de continuidad tiene elementos que hacen disminuir las agresiones directas, como por ejemplo ocurre cuando aumenta el control de las mujeres, tal y como hemos visto durante el confinamiento y la limitación de la movilidad de la pandemia, y otras en las que puede aumentar, como sucede en los periodos en los que las rutinas que juegan a favor del control se modifican, qué es lo que ocurre durante los meses de verano tal y como hemos explicado.
Lo que no podemos aceptar es que ante periodos del año identificados como de mayor riesgo de homicidios por violencia de género no se lleven a cabo acciones específicas, ni campañas, ni un seguimiento más estrecho de las mujeres que sufren violencia, ni estrategias de detección, ni otro tipo de iniciativas dirigidas a disminuir el riesgo. Al no hacerlo el resultado cada agosto o cada julio es el mismo, un incremento del número de mujeres asesinadas.
En violencia de género sorprende tanto la continuidad de los machistas violentos que maltratan y asesinan a las mujeres, como la presencia del machismo pasivo que no hace nada ante la realidad o, sencillamente, la niega.