Los abrazos dan vida al cerebro

Los abrazos dan vida al cerebro

El cerebro necesita el contacto físico para su desarrollo y mantenimiento saludable toda la vida.

Morsa Images via Getty Images

Los abrazos de esos que “quitan el hipo” se han hecho escasos en los últimos años. ¿Cuántas veces te ha cubierto alguien con sus brazos por más de cinco segundos en los últimos tiempos? El cerebro necesita el contacto físico para su desarrollo y mantenimiento saludable toda la vida. Las caricias positivas son esenciales para la mente.

El contacto físico para el cerebro

El cerebro es ávido de sensaciones desde la piel. Aunque no lo parezca en apariencia, la piel es uno de los órganos más grandes y pesados que tenemos y establece un circuito de conexión neuronal con el cerebro. La piel “avisa” de lo que está en contacto, de la presión, la temperatura, la percepción, el dolor, etc.

Desde meses antes de nuestro nacimiento desarrollamos una exquisita capacidad sensorial. En particular, poseemos una alta sensibilidad a los estímulos afectivos. Llevamos la emoción inscrita en nuestras células desde la etapa fetal, y por consiguiente necesitamos el estímulo interactivo con los demás durante toda la vida.

En los primeros meses de vida del ser humano, el tacto es uno de los primeros sentidos que se desarrolla. Mucho de lo que aprendemos de la interacción con el mundo se aprende a través de las sensaciones físicas del tacto.  Desde los primeros instantes de la vida, los besos, caricias, abrazos, masajes, etc. son necesarios para el desarrollo mental. La impronta del tacto y las caricias dejan una impronta necesaria que se evoca el resto de la vida.

Se sabe que cuando hay carencias táctiles en los bebés se puede generar un retraso en el desarrollo cerebral. Un estudio científico efectuado en 2018 con cientos de niños y niñas de unos 12 años correlacionó el estado de salud mental con el afecto parental. Los datos obtenidos indicaron que aquellos niños en los que los progenitores practicaban de preferencia las caricias negativas (aversión, críticas, rechazo, excesiva exigencia) tenían un mayor riesgo de desarrollar enfermedades mentales posteriormente.

Además, la ausencia de sensaciones táctiles placenteras en el adulto por la ausencia de caricias puede fomentar la depresión, ansiedad, disfunción sexual e incluso aumentar el riesgo de esquizofrenia.

Masaje terapéutico en Alzhéimer

Los profesionales de la fisioterapia, la kinesoterapia y la neurología indican que los masajes terapéuticos aplicados a personas con síntomas de algunas enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer pueden incluso aliviar los síntomas de estas enfermedades.

En este tipo de masajes se fomenta la práctica del tacto y las sensaciones sensoriales a través de la piel para estimular el cerebro y la actividad cognitiva y social. Una de las prácticas de masoterapia se basa en masajes terapéuticos abdominales, torácicos o antiálgicos (emocionales) en personas afectadas de Alzhéimer.

Algunos fisioterapeutas que trabajan con estos pacientes se sorprenden de la eficacia de los masajes en estas personas. En palabras de uno de estos especialistas, Jacques Manieux “el masaje terapéutico se convierte en una manera de comunicar aprecio, cariño, respeto como seres humanos con independencia de la relajación muscular, nerviosa y emocional que los pacientes experimentan”.

El resultado es que las personas con Alzhéimer que reciben esta terapia responden con mayor serenidad, menor irritabilidad, mejor estado de ánimo y un incremento de la sociabilidad. El masaje como forma de caricia positiva en el Alzhéimer se convierte en una herramienta complementaria para el tratamiento de estos pacientes.

La química del cerebro se estimula con el tacto

El tacto a través de la estimulación suave de la piel envía información a distintas regiones del cerebro que se encargan de gestionar no solamente la parte sensorial sino también la parte emotiva. Incluso aquellas que están dedicadas a la toma de decisiones.

El Instituto del tacto de la Universidad de Miami que trabaja sobre la fisiología y fisiopatología de la sensación táctil señala que la carencia de abrazos y de contacto con los demás reduce la producción de dopamina. La dopamina es la molécula que utilizan las neuronas para la motivación, el placer, la memoria la actividad de los músculos.

La falta de estímulos táctiles también afecta a la producción de la serotonina.  La serotonina es otra molécula neurotransmisora que las neuronas utilizan para el ánimo, el afecto e incluso la conciliación del sueño. De esa manera, la falta de abrazos podría contribuir a que durmiéramos peor si éstos son escasos.

Los abrazos de varios segundos de duración también fomentan la producción de la oxitocina. Se trata de una hormona que se estimula con el contacto físico y fomenta el cariño, el apego, las sensaciones placenteras. La oxitocina también se produce durante el orgasmo y es necesaria para estimular el útero en el momento del alumbramiento.

Por consiguiente, abrazarnos con personas a las que apreciamos refuerza los lazos de afecto, confianza y seguridad, lo que a su vez genera relaciones relajantes para el cerebro.

No escatimes en caricias, aunque sean caricias virtuales

Aunque el contacto físico es esencial para la actividad mental en diversas facetas, existen otro tipo de caricias positivas que pueden generar efectos beneficiosos similares. Por ejemplo, las experiencias sensoriales a la hora de mirar a alguien a los ojos, sentir el olor de las personas o sonreír aunque sea a través de la mascarilla puede fomentar la liberación de sustancias químicas para para reforzar los lazos afectivos, relajarse, sentir placer e incluso atenuar el dolor. Por añadidura, se pueden generar sensaciones táctiles positivas a sí mismo cuando nos acariciamos, tomamos unos minutos para ponernos una crema hidratante en el cuerpo, o al enjabonarnos en la ducha y dedicamos unos minutos a las sensaciones de la piel propia. Se genera en el cerebro un efecto sedante y relajante.

Una caricia se puede considerar un acto de reconocimiento. Se trata de transferencia de sensaciones, con independencia de lo que la persona receptora sienta. Este concepto extiende la caricia más allá de la muestra de afecto. Una caricia positiva puede generarse con una palabra amable, una escucha atenta, una palmada en la espalda, una sonrisa, o el sutil roce de la piel.

Sin embargo, también existen las caricias negativas destructivas, como un grito inesperado, un comentario despectivo, una mirada de desaprobación o un gesto irrespetuoso. Las caricias negativas son con frecuencia el resultado del enfado, el miedo, la tristeza, la envidia, el rencor y otras emociones negativas que el generador de la caricia negativa siente. En definitiva, las caricias negativas son fruto de la carencia de autoestima que intoxica el estado mental y se plasma en sensaciones adversas y nocivas.

Abraza al sistema inmune

A pesar de que el contacto físico o un simple abrazo sostenido están contraindicados actualmente para evitar contagios de los virus epidemiológicos que tanto han cambiado nuestras vidas desde hace ya muchos meses, se sabe que los abrazos y las sensaciones táctiles generan un impulso en la actividad del sistema inmune.

El tacto propio y de otros activa las defensas del organismo que a su vez son los aliados anti-infecciones virales.

Como hubiera dicho el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) en estas circunstancias paradójicas del efecto de los abrazos: “Lo que no mata, me fortalece”.

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El libro Alimenta el sueño para un cerebro sano. Guía práctica para dormir mejor y alargar la vida del cerebro (Roca Editorial) de Raquel Marín llegará a las librerías el 10 de marzo.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Raquel Marín es neurocientífica y catedrática de Fisiología. Coordina el grupo de investigación de «Señalización celular en enfermedades neurodegenerativas», de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, en la que también da clases. Estudió Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid, y fue allí donde se inició en la investigación médica. Máster y doctora en Biomedicina por la Universidad Laval de Quebec, sus tesis se centraron en investigar el sistema nervioso. Con posterioridad, y antes de llegar a La Laguna, trabajó en la Universidad Rockefeller de Nueva York. Investigadora de excelencia Ramón y Cajal durante cinco años, a lo largo de toda su carrera académica y profesional ha centrado su línea de investigación fundamentalmente en enfermedades neurodegenerativas asociadas al envejecimiento. Es autora de varias monografías y de casi un centenar de artículos científicos publicados en revistas internacionales referentes de su ámbito de estudio, ponente invitada en una treintena de congresos internacionales y conferenciante y divulgadora científica. Ha recibido el Premio a la Mujer Investigadora en Biomedicina en la Universidad Laval (Canadá), el Premio de Investigación Agustín de Bethencourt de la Fundación Caja Canarias, la Medalla Europea al Trabajo de Economía y Competitividad, y la Medalla de Honor del Instituto de Ciencias Forenses (Barcelona). En su página www.raquelmarin.net escribe un blog de divulgación sobre el cerebro, la nutrición y recetas neurosaludables. Dale vida a tu cerebro es su primer libro de divulgación, que tras cinco meses desde su publicación ha entrado en su 3ª edición.