A 'Puigdemont y Cia.' siempre le quedará Disneylandia, pero el 155 seguirá allí
Desde la más remota historia, con el nacimiento de las primeras religiones, se sabe el poder de los elementos mágicos. De vez en cuando, ramalazos de locura recorren el espinazo de las sociedades que caen atontadas por lo que se llamó demagogia, una de las artes 'escénicas' de la dialéctica. ¿Cómo es posible que, de ser una opción minoritaria hace solo una década, la independencia haya trastornado, o abducido, a algo menos de la mitad de la sociedad catalana?
Vale, de acuerdo, la crisis ha sido muy dura y los partidos no han estado a la altura de su responsabilidad. Eso es cierto. También lo es que entre los más irresponsables se encuentran en el podio de la incompetencia los políticos locales. Cataluña está a la cabeza de España en desmoche del estado de bienestar, en recortes insensatos, y en corrupción 'generalitatizada'. Capital mundial del diseño, también lo ha sido del diseño trampa: 'España nos roba', fue un veneno social efectivo. Una droga alucinógena, que borró la capacidad de razonar – elemento distintivo del homo sapiens con respecto a los homínidos que no le siguieron en la evolución de la especie- y expandió el virus idiota.
En poco tiempo, la confluencia de la conversión repentina y el teatrillo montado ex profeso provocó un estallido social. Una masa alegre y aparentemente convencida, un sector contagiado hasta los extremos del delirio, llenó las calles y sufrió una ceguera inducida que no le permitió reflexionar sobre lo que había de verdad y lo que había de mentira, manipulada por geniecillos maquiavélicos, salidos de distintos purgatorios: los extremistas sin expectativas razonables de llegar al poder, los corruptos con expectativas razonables de acabar en la cárcel; los ambiciosos llegados desde la calle que de repente se vieron tratados con pompa y solemnidades y un abultado salario, que defienden con 'uñas y dientes', bendito INEM milagroso... que adoptaron la pose del sacrificio ritual.
El grado de caradura e hipocresía de los preparadores del golpe de Estado pudo verse en la manifestación organizada para protestar por los atentados terroristas cometidos por yihadistas en Las Ramblas, y en solidaridad por las víctimas. Fue burdo el montaje. Desde los despachos de la Generalitat y del Ayuntamiento se hizo lo posible para minimizar la presencia del rey Felipe VI, aunque su estatura, física y moral neutralizó la intentona. Justo delante se situó a supuestos representantes de la sociedad civil, cuando el máximo representante de la sociedad civil es el jefe del Estado; y detrás se colocó un telón de fondo de esteladas, a diferentes alturas, para que en las fotos solo pudiera verse la simbología separatista. Todo, para un 3X1 publicitario: estafar a los catalanes 'benditos', a los españoles ingenuos y a los europeos desinformados, vía televisión.
Detrás de este trampantojo apenas había banderas: ahí, en esa frontera visual, se apreció claramente que en condiciones normales la sociedad catalana actuó de forma distinta a los grupos que se habían encaramado al poder gracias a un estado anímico excepcional.
Otro elemento de comprobación ha sido el antes y el después de la declaración de independencia unilateral, y acto seguido, de la aprobación del artículo 155. El separatismo, que parecía compartir la inmensa mayoría del pueblo, se evaporó. Comenzó a evaporarse cuando los constitucionalistas decidieron salir de sus casas, de una situación de 'apartheid', en parte exitosa gracias a su pasividad, y tomar las calles, oponiendo a los símbolos antiespañoles los símbolos de la España constitucional. Y fue curiosa la forma del Ayuntamiento regido por Ada Colau de contar los participantes: si en las movilizaciones independentistas 300.000 se convertían en 1 millón, en las de los constitucionalistas, 1 millón se convertían en 300.000. El famoso 'equilibrio', la 'equidistancia' de la 'emperatriz de la ambigüedad, como la llamó Josep Borrell.
La república catalana fue otro fenómeno virtual, un globo pinchado, que como todos, primero gira sin sentido, y luego cae al suelo atrapado por la fuerza inexorable de la gravedad. Y del drama se ha pasado al cómic. Carles Puigdemont y cinco consejeros cesados de la brumosa República catalana, huyen a Bélgica, una monarquía parlamentaria, cuyo rey se llama también Felipe, porque hay allí ministros flamencos separatistas cercanos a los neonazis que les prometieron acogerlos como refugiados. Pero no como a los s sirios, libios, iraquíes o de Uganda del sur, sino con tratamiento VIP.
Entre tanto, diversas fuentes indican que el ex Muy Honorable, presuntamente, había planteado vía PNV a Rajoy que aceptaría la celebración de autonómicas a cambio de que la justicia no le tocase su patrimonio. Eso, esta impunidad, ha suscitado un repentino interés por su patrimonio, y por quién paga los gastos de la residencia en Bruselas del golpista y sus colaboradores.
Y es aquí cuando el drama pasó al cómic. Desde el pueblo de Corralejos, en la isla de Fuerteventura, me llega el último chiste. "Puigdemoint llega a Fuerteventura, alguien le dijo "corra lejos...". La red 'informa' que nada más ser visto por la Grand Place, empezó la fuga de empresas. Ruptura en el separatismo: la ANC convoca una butifarrada por los Jordis, y los veganos separatistas se enfadan.
El surrealismo sobrepasa a Dalí, que tenía tanto de surrealista como de cara dura. ¿Cómo es posible que Puigdemont y compañía alegue persecución por parte del Estado español que simplemente aplica la Constitución? Traducida a todas las lenguas europeas, la Constitución Española, en buena parte inspirada en la de Alemania, hoy es un manual de cabecera de los políticos europeos.
Por eso ningún país de la UE ha apoyado a los separatistas, ni ha puesto obstáculos a las medidas adoptadas por el gobierno, que son excepcionales porque la situación es excepcional. Y tal y como están las cosas en Europa con los populismos y el resurgir de los nacionalismos, el artículo 155 es analizado con gran detenimiento en todas las capitales.
De todas formas, aunque a los sediciosos los abandone la Unión Europea, la OTAN, la ONU, y en realidad todas las organizaciones internacionales y multilaterales, siempre les quedará Disneylandia y su mundo mágico. Solo en una nube de ilusión tiene cabida todo el abigarrado universo antisistema, anarcosindicalista, populista, del PCUS o de las JONS...
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Los conjurados rebeldes, los pescadores en río revuelto que siguen a Pablo Manuel Iglesias, que sueña con una orgía de referéndums para hacer de España un puzzle imposible; los equilibristas como Colau; los post etarras, que por fin ven una redención histórica y un premio a sus crímenes; los herederos burócratas del partido Comunista de España, que olvidan una 'E' que les incomoda porque sus cerebros de mosquito no logran procesar que España fue el sentido que dio vida a la II República; los que se llenan la boca con nostalgia de la II República, a la que juran en vano y traicionan de palabra y obra. La bandera republicana representa los mismos valores democráticos y de progreso que la bandera salida de la Constitución de 1978, que a diferencia de la primera fue votada en referéndum, así como sus estatutos de autonomía.
Carles Puigdemont, convertido en un personaje entre lo patético y lo anacrónico, eligió el 'exilio' –o sea, la fuga- antes de enfrentarse a la alta responsabilidad de sus acciones allí donde ejecutó su golpe y promovió una 'guerra civil' blanda. Desde Bruselas, y apoyándose en otras termitas europeas, que intentan corroer las vigas maestras de la arquitectura democrática y unionista, da rienda suelta a su fantasía. Oye las voces de su 'destino manifiesto'. De su carácter providencial. Que no fue otro que el dedo de Puigdemont que le eligió por ser demasiado poca cosa para hacerle sombra cuando llegara su momentazo, como heredero de Pujol, de presidir la república. Lo sacó de la alcaldía de Girona para acercarle a la chirona.
Algunos políticos españoles confían sinceramente – parece- en solucionar el conflicto catalán con las nuevas elecciones y con una reforma de la Constitución. Pero una reforma a fondo de la Constitución 'a la carta' de los más radicales requiere una mayoría reforzada tal que este 'bloque' no puede reunir: entre dos tercios y tres quintos. . Si se pretende tocar el título Preliminar, que es clave, además de otros artículos espolvoreados por el texto, hay que reunir dos tercios y tres quintos: dos tercios para aprobar la iniciativa, y tres quintos para aprobar la reforma, con previa disolución de la Cortes entre uno y otro proceso y elección de unas nuevas 'ex profeso' con un carácter que podría llamarse 're-constituyente'.
El artículo 2: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible (in-di-vi-si-ble) de todos los españoles..." no sería posible cambiarlo si no hay una nueva glaciación política. También permanecería el artículo 155, que ni PP, ni PSOE ni Ciudadanos tocarían, y otro, que no conviene olvidar, el 138: "Las diferencias entre los estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales".
En realidad, de lo que se trata con la aplicación del 155 es ganar tiempo para dar tiempo a que retorne la cordura. Hay cosas que no tienen remedio, como decía Hassan II sobre los frecuentes pleitos con España, citando a Bismark: "La geografía es el único factor inmutable de la historia". Lo mismo puede servir el ejemplo de los violentos huracanes que han arrasado, y seguirán arrasando, enormes zonas de Centro y Norte América. No hay otro remedio que reconstruir. Una y otra vez.