85 años de la 'Desbandá', la matanza fascista de Málaga que multiplicó por diez Guernica
Hasta 300.000 personas escaparon rumbo a Almería para sobrevivir de los disparos por mar y aire de los fascistas de Franco, alemanes e italianos. Al menos 3.000 murieron.
“Imaginad a 150.000 hombres, mujeres y niños encaminándose por seguridad hacia una ciudad a más de 100 kilómetros de distancia. Sólo hay una ruta que puedan tomar (…) A medida que caminen, tropezarán y se tambalearán con los pies rasguñados y magullados a lo largo del camino pedregoso, blanco, mientras los fascistas los bombardean desde el aire y les disparan desde sus barcos en el mar”. Así describía Norman Bethune, un cirujano canadiense al que su entrega y Almudena Grandes dieron vida eterna, la huida por carretera desde Málaga a Almería. Comenzó el 8 de febrero de 1937. Bethune estaba siendo testigo de uno de los episodios más trágicos de la Guerra Civil española, la Desbandá. Los fríos números dicen que fue como diez Guernicas. El peor bombardeo, probablemente, de esa contienda.
Todavía hoy es imposible saber el número aproximado de las personas que huyeron, pero se calcula que fueron entre 150.000 y 300.000, de las que entre 3.000 y 5.000 acabarían muertas. En su mayoría, eran españoles leales a la II República, personas que escapaban de zonas ocupadas por los sublevados, que acudían a Málaga en busca re refugio, porque resistía.
El asalto fascista de Málaga es posiblemente el episodio más negro vivido en Andalucía entre 1936 y 1939, por ser el menos selectivo, el más masivo, una carnicería que casi arrasó la población total de la capital costasoleña, convertida en diana de la tecnología de guerra que años después defendería los valores del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, conejillos de Indias de la guerra moderna. Málaga cayó la primera semana de febrero de forma muy rápida, una razia generalizada que comenzó con ataque aéreos sobre el puerto, donde varios buques cobijaban a millares de rehenes, barcos-prisión, listos y bien señalizados para saltar por los aires.
Era el inicio de un fracaso esperado: los principales defensores de la causa republicana (CNT y PC) estaban divididos y desorganizados y no se construyen trincheras ni se bloquean carreteras, en parte por falta de medios y de liderazgo, en parte por desprecio a tomar medidas preventivas (como si la precaución redujese la valentía).
El coronel José Eduardo Villalba, asignado a la defensa de la ciudad y luego severamente reprendido por el Gobierno a resguardo en Valencia, denunció a su llegada la ausencia de cañones y de munición básica, lo que llevó a una ausencia total de resistencia frente a las tropas de Franco, una mole de 10.000 moros, 5.000 requetés, 5.000 italianos y otros 1.000 alemanes, con pleno suministro para camiones y artillería, con una veintena de tanques y otros tantos aviones, listos para ser usados contra la población.
Entre el 6 de febrero, cuando comienza el exilio masivo, hasta el día 8, cuando Málaga cae finalmente, los historiadores calculan que escaparon entre 100.000 y 150.000 vecinos. La mayoría optó por el oriente, teniendo en cuenta que la Andalucía occidental estaba casi por completo en manos nacionales. Iniciaron su camino por la carretera que lleva a Almería, a poco menos de 250 kilómetros de distancia. Regueros de familias con hatillos y mulas cargadas hasta el extremo, de coches y camionetas con los retales de una vida, de heridos para los que no ha habido tiempo ni de una cura de urgencia.
Pronto, los atacantes dejaron claras sus cartas: no iban a dejar que los malagueños escaparan, sino que habían logrado concentrarlos en unos pocos kilómetros, encajonados entre las primeras laderas empinadas, de piedra pura, que llevaban a Sierra Nevada, y los acantilados del mar al otro. Imposible escapar. La carretera era una ratonera natural. Los fascistas acercaron tanto como pudieron sus buques de guerra a tierra y comenzaron a disparar contra la población. Desde el aire, pilotos alemanes e italianos hacían lo propio. Los observadores británicos destinados en el Estrecho de Gibraltar no hicieron nada por detenerlos.
Los bombardeos a discreción duraron dos semanas completas, hasta el ataque final contra Almería, en plena noche, con las calles llenas de refugiados dormidos. Bombas, hambre y cansancio unidos acabaron por diezmar la caravana. Dicen los vecinos de la zona que, hasta bien entrados los años 60 del pasado siglo, se veían en las cunetas restos de huesos, en la superficie, a pleno sol, de aquellos que no pudieron completar la travesía.
Algunos fueron llevados de vuelta a Málaga y enterrados en el cementerio de San Rafael, donde la Junta de Andalucía acometió en 2009 la exhumación de la mayor fosa común de la Guerra Civil conocida en la comunidad: 2.840 víctimas de todo tipo y condición, de cualquier edad, clase e ideología, una ciudad entera.
La carretera de Málaga-Almería se convirtió uno de los primeros lugares donde se bombardeó a la población civil de forma continuada y sistemática, tanto con aviones como desde el mar con los barcos. Cuando todas esas personas llegaron a Almería también sufrieron los bombardeos de la aviación alemana. Allí, sin embargo, actuó de inmediato el Socorro Rojo, inmediatamente dispersó a los refugiados de Málaga por toda la zona republicana del levante español, a Murcia, a Valencia.
La magnitud de la tragedia fue superior a la del bombardeo del pueblo vasco de Guernica, ocurrido dos meses después y con 300 muertos, retratado por el malagueño Picasso en su mítica pintura, que podría haber estado inspirada precisamente en los hechos de la Desbandá.
Los nombres del aniversario
En este 85º aniversario, los historiadores están rescatando nombres como el del doctor Bethune, que había venido a España a colaborar con el bando republicano en la transfusión de sangre. Creó un servicio de sangre móvil, de los primeros del mundo. Tras la Guerra Civil española se marchó a China a ayudar a la lucha contra la invasión japonesa. Acabó muriendo en el año en que acabó la guerra, el 39, por una herida infectada.
También está Hazen Sise un arquitecto canadiense que acompañó a España a Bethune y fue quien retrató a los refugiados y moribundos de Málaga, dejando uno de los escasísimos testimonios gráficos que hay de la matanza. Los míticos reporteros de guerra Gerda Taro y Robert Capa trataron de cubrir la Desbandá, pero llegaron tarde, ya a Almería, cuando los afectados ya estaban desplazados a otros lugares.
Y está Anselmo Vilar, un nombre que ha recorrido estos días las redes sociales, el farero de Torre del Mar que apagó la luz para proteger a quienes huían, cuya figura ha rescatado el periodista Jesús Hurtado. Sin su claridad, las aviaciones italianas y alemanas no podían bombardear la zona. Al menos, no iban con la diana clara.
Propuesta del PSOE
Ahora, pasados los años, el PSOE ha pedido en el Congreso reconocer a nivel nacional el enclave en el que se produjo la matanza del 37, con el objetivo, además, de impulsar la Ley de Memoria Democrática. El grupo parlamentario socialista ha registrado una proposición no de ley que se debatirá y votará previsiblemente en marzo, en el pleno del Congreso, y con la que pide que el Gobierno declare el espacio como lugar de memoria democrática, informa EFE.
El diputado socialista por Almería Indalecio Gutiérrez, uno de los impulsores de la iniciativa junto a su compañero Ignacio López, de Málaga, explica a la agencia que es el “momento oportuno” para recordar este hecho con motivo de su 85º aniversario y de la tramitación en el Congreso de la, que contempla precisamente la creación de un inventario de lugares de especial relevancia histórica.
El PSOE quiere promover la instalación de placas, paneles o algún distintivo explicativo en la carretera de Málaga a Almería, la actual N-430. Ya se hizo en puntos concretos de esta zona cuando la Junta de Andalucía declaró en 2012 el enclave como lugar de memoria histórica, con el PSOE al frente del Gobierno autonómico, pero los socialistas quieren dar un paso más con su reconocimiento a nivel nacional.