5 meses en bici recorriendo España y recogiendo basura con el proyecto Miss Pachamama
En estas fechas ya están bajando las temperaturas, empezamos a desempolvar los abrigos, sacar del fondo del armario los guantes y las bufandas y templamos el cuerpo con café y chocolate caliente.
Pero, ¿os acordáis del verano? Un verano que se ha alargado, que nos ha permitido estar en manga corta en octubre y que nos ha dejado cambios climáticos bruscos como el desastre sufrido en Mallorca.
No paro de escuchar que esto antes no pasaba. Claro que no pasaba, es La Tierra dándonos un tirón de orejas por estar mutilándola a base de gases contaminados, plásticos, deforestación y producción masiva, entre otras cosas.
En un intento de ser parte de la solución en vez de parte del problema este verano decidí emprender el proyecto Miss Pachamama, con el que recojo la basura que encuentro a mi paso y documento el proceso en Facebook, Instagram y Youtube para concienciar sobre la cantidad de plástico que consumimos en nuestro día a día y cómo éste acaba en nuestros ríos, mares y montañas. Y este motivo es la culpable de que yo esté ahora mismo acampado con un frío del carajo en el porche de un chiringuito cerrado refugiándome del temporal y escribiendo este post con una sonrisa en la cara.
Pero empecemos por el principio, dejadme que me presente de forma breve. Lo justo para poneros en situación.
Me llamo Rafa Sanchis, soy de Valencia, tengo 27 años y estudié ADE (Administración y Dirección de Empresas), ya sabéis lo que dicen "el que vale vale y el que no a ADE". Durante la carrera tuve la oportunidad de vivir fuera de España durante dos años y medio entre Londres y Austin, Texas. Y al acabar estuve 3 años trabajando en marketing en una agencia en Barcelona y en una empresa de software en Valencia. Pero esto no es lo que me define, no es lo que me apasiona, no es con lo que disfruto como un niño pequeño. Solo he encontrado una cosa en la vida que me llene así y son los viajes de aventura.
Es por ello que en junio de 2018 me encontraba dando la vuelta a Ibiza en kayak en solitario. Llegue a cala Salada por la tarde y como iba a haber tormenta aquella noche decidí buscar cobijo en una cueva que se formaba entre dos casetas de pescadores. Había poco espacio, el suelo era irregular y yo solo tenía mi esterilla y el saco de dormir.
Como os podéis imaginar, aunque yo me consigo dormir en cualquier lado, no fue una de las noches más placenteras de mi vida así que al día siguiente, a pesar de que hacía sol, entre que no había dormido mucho y el mar estaba revuelto decidí pasar el día descansando en la playa contigua, Cala Saladeta.
En pocos minutos se llenó de turistas y a eso de las 10 de la mañana llegaron tres chicos y una chica, montaron dos mesas plegables, empezaron a sacar todo tipo de botellas de alcohol, de refrescos, frutas, pajitas... pusieron música y se pusieron a servir mojitos a los allí presentes. Tenían el desparpajo de aquel que se le nota que está viajado y que se ha tenido que buscar la vida con todo tipo de trabajos y quehaceres.
La gente de vacaciones, día soleado, bonitas vistas y mojitos fantasía con todo tipo de frutas y pajitas de colores. Toda una invitación al consumo y a inmortalizar el momento en redes sociales. Fueron pasando las horas y los cuatro mojiteros no daban a basto. Así pasaron 10 horas nonstop y al caer la noche una buena parte de esas pajitas y esos vasos de plástico quedaron en la arena.
Yo me retiré a dormir en la malla de un pequeño catamarán abandonado (el cual a la mañana siguiente me enteré que pertenecía a un navegante que había desaparecido en esa embarcación navegando el día 6 de enero de 2018. Los equipos de rescate al encontrar el barco lo habían remolcado hasta esta cala).
Tras pasar una buena noche me desperté a las 6:15 am, en estos viajes en los que duermes tan expuesto uno intenta acostarse cuando se pone el sol y levantarse con los primeros rayos. Así aprovechas las horas de luz al máximo y evitas que nadie te llame la atención por estar durmiendo en un sitio en el que no está permitido hacerlo.
Al despertarme vi que no era el único en Cala Saladeta y me acerqué a un hombre que tenía algunos plásticos en la mano y que observaba mi kayak de cerca varado a unos metros de la orilla.
Me puse a hablar con él. Era alemán, se llamaba Moritz y llevaba 30 años yendo a veranear a Ibiza desde que era un hippie veinteañero. Me comentó que estaba muy preocupado, ya que nunca había visto la isla tan sucia y que o él y yo recogíamos el plástico que el día anterior había quedado en la arena o todo eso iba a acabar en el mar.
Repitió mucho esa frase, "Al final todo acaba en el mar".
Le ayudé a recoger, nos despedimos y yo continué mi travesía. En un viaje en kayak pasas muchas horas solo en altamar. Y no hay mucho que puedas hacer a parte de pensar y remar mientras el sol abrasa tu cerebro que intentas proteger con un sombrero de ala ancha.
Durante ese día la frase de Moritz venía todo el rato a mi cabeza, "al final todo acaba en el mar". La verdad que yo llevo desde los 7 años yendo a la montaña, éste era el quinto verano haciendo viajes en kayak y hacía poco había estado pedaleando la Great Ocean Road en Australia, vamos que he pasado bastante tiempo en la naturaleza y siempre me he quejado de la cantidad de basura que dejaba la gente. Y aunque a veces recogía basura que no era mía no lo hacía de una forma proactiva y constante. Creo firmemente en que nuestros actos hablan más que nuestras palabras, y el ejemplo de Moritz había calado hondo en mí.
Palada tras palada decidí que iba a seguir su ejemplo y que limpiaría la siguiente playa en la que fuera a dormir. A media tarde llegué a Cala Lentrisca. Una cala de piedras y difícil acceso a pie a la que las corrientes habían arrastrado bastantes plásticos. Al no ser muy grande en unos 20 minutos la había dejado limpia y había llenado 5 bolsas grandes de basura.
Era tal el volumen que ocupaban que vi imposible llevarlas todas conmigo al día siguiente así que cogí dos y me acerqué remando a un velero que había fondeado en la cala. Si hay algo que me ha enseñado viajar es a no tener vergüenza de preguntar, ya que si no preguntas la respuesta siempre va a ser no. Era un velero de una familia finlandesa, les conté lo que me pasaba y accedieron a llevarse ellos dos de las cinco bolsas de basura.
Volví a tierra firme con una sonrisa en la boca y la satisfacción del trabajo bien hecho, y decidí que era el momento de relajarme buceando un poco por la cala. Me puse las gafas y al zambullirme me di cuenta de que en el fondo del mar había más del doble de plástico que yo había sido capaz de recoger. En ese momento volvió a mi mente esa frase lapidaria que Moritz tanto había repetido "al final todo acaba en el mar" y me entró un bajón terrible.
Estuve pensando en qué hacer para que la gente fuera consciente del grave problema que sufrían nuestras playas y montañas y pensé en que la mejor manera era dar la vuelta a España en bici recogiendo basura, documentándolo y hablando sobre la cantidad de plásticos que consumimos en el día a día.
El proyecto necesitaba un nombre y decidí llamarlo Miss Pachamama. La Pachamama es la diosa Inca de la naturaleza y me pareció un bonito homenaje.
Volví a Valencia y un mes después tras haber preparado la ruta y adquirido el material necesario salía cagado de miedo de las Torres de Serrano de Valencia. Con ganas de dar la vuelta a España pero pensando que no iba a llegar a Teruel. Ahora más de cuatro meses y medio de viaje, más de 3.700 kilómetros y más de 680 kilos de basura recogidos empiezo a vislumbrar el final de esta aventura, pero bueno todo lo que ha pasado desde que salí en julio hasta ahora mejor la dejamos para la siguiente ocasión...