15M: política con barro
El 15M fue una hoguera de San Juan, una catarsis performativa-política en la que muchas nos revisamos desde lo colectivo, quemamos inercias y alguna dinámica sectaria para mirar a la plaza sin prejuicios, sabiéndonos diversas, queriéndonos diferentes. Quienes crecimos en los centros sociales ocupados autogestionados (se cumplió estos días el 20 aniversario de El Laboratorio) sabemos de la potencia del desborde, de la cooperación sin mando.
Los tiempos sin referencias son duros como una tarde de verano buscado una fuente en Madrid. Así nos sentimos los días pares, esos en los que se encuentra una patera sin tripulantes, los días que el machismo destroza vidas o en los que nos parece que los ladrones institucionalizados están blindados... Pero hay días impares en los que la gente para desahucios, en los que hay personas que ayudan a otras a escapar de campos de refugiados, en los que hay huertos en barrios y movimientos globales por los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
Una de las ideas mas empoderadoras y potentes del 15M es eso: "Sí se puede", porque apela a cada una de nosotras, en diversas magnitudes y ordenes. Se puede evidenciar que los gobiernos están llenos de chorizos, se pueden articular movilizaciones sectoriales que se trasversalicen socialmente, como son las mareas... se puede, incluso, condicionar la agenda política y que en los parlamentos se aprueben medidas que ayuden a la gente. Dice Gabriel Celaya que "en el poema debe haber barro, con perdón de los poetas 'poetísimos".
Quienes estudiamos con atención a nuestras compañeras feministas, sabemos que cuando decimos que "lo personal es político", también hablamos de las diversas escalas de luchas y discursos, de lo importante de la escucha y de lo fundamental de primar siempre la necesidades frente a los privilegios. Todo ello nos ha permitido trascender la soledad.
La catarsis del 15M ha supuesto el grito de varias generaciones unidas por la necesidad de clarificar una fractura evidente con el sistema. Cuando César Rendueles cita informes donde se refleja que hay una inmensa mayoría de la sociedad española que piensa que el capitalismo no es el mejor sistema económico posible, estamos hablando de una sociedad decente, una sociedad honesta que tiene claro lo que no funciona. Que está sedienta de propuestas. En este contexto, creo que Podemos ha conseguido leer varias cuestiones clave en esta nueva fase de conquista de la autoestima política.
En Madrid, el 15M abrió juego para que UPyD entrara fuerte en las instituciones el 22M. No supieron entender al 15M, se situaron en el eje izquierda-derecha como centro regenerador, y en 4 años desaparecieron. El devenir del 15M cerró la puerta a pensar que otro partido al uso puede regenerar el sistema de gobierno, acaba con la idea de que solo los partidos son la herramienta de cambio político. En el 15M les hablamos directamente y marcamos distancia; cuando decíamos que "no somos marionetas en manos de políticos y banqueros", también decíamos "no somos, y no queremos ser como vosotros, porque no os concedemos la autoridad que creéis tener".
Y esto, entre muchas cosas, está conformando un choque político evidente; entre élites que, miopes a sus privilegios, clasistas y tecnócratas, pretenden sumarse al cambio para que nada cambie; y gente, personas de diversos colores y edades, inteligentes, brillantes y honestas que una vez se sentaron en el suelo de una plaza, que se sienten vulnerables y que, a pesar de eso, o precisamente por eso, saben dónde están. Todas estas personas saben que no hay marco ni coyuntura que legitime dar un paso en falso frente a la corrupción, frente al capitalismo de amiguetes. Los gobiernos del cambio vinieron con un mandato claro: por delante, la gente. Decía Mario Tronti (intelectual italiano y senador) que en política es importante saber "donde se está", con quien se está.
En Madrid empezó aquella acampada del 15M, en Madrid dentro y fuera de las instituciones se está lidiando ahora la batalla muchas veces encarnada y representada en lo personal y que, sin embargo, trata de cómo y para qué entendemos el ejercicio del poder. Algunas de las personas que estuvimos en el 15M estamos hoy defendiendo La Ingobernable, otras están en el Gobierno de la ciudad, otras están en el extranjero ganándose el pan, otros en el parlamento, en bares, talleres y escuelas... miles de realidades, y una misma pregunta: ¿estamos donde tenemos que estar? En el plano institucional, ¿cómo hacemos para prevenir los cantos de sirena sistémicos que nos invitan a estar por estar? ¿Cómo nos resistimos a mirarnos el ombligo y pensar que estar en la institución es el objetivo en sí mismo y la gestión de gobierno, la acción política, es el decorado secundario? Vinimos para cambiar las cosas, para poner fin a la perpetuación de un ejercicio de poder en beneficio de las élites.
Son tiempos de redefinir muchas cosas. Probablemente, estamos redefiniendo la encarnación de la ideología en nuevos cuerpos queerizados, que no necesitan ser fieles por encima de su honestidad personal. Consigna aprendida de Galeano, "somos lo que hacemos, para cambiar lo que somos".
Hay que saber donde se está, con quien se está. Hay que mancharse las manos de barro, hay que mojarse. Y sobre todo, hay que escuchar.
Así tenemos 15M para rato.