¿Cuentos de fútbol?
Cuando jugamos al fútbol nos exhibimos abiertamente. Dejamos aflorar lo que somos, en lo más profundo. Lo mismo nos sucede cuando vemos jugar al equipo que amamos. Lo hacemos sin mediaciones, sin disimulos, sin disfraces. Y eso lo convierte en una oportunidad literaria interesantísima.
Hace casi veinte años, mientras trabajaba en una oficina en la que odiaba a mis jefes, a mi trabajo y al universo en general, escuché por la radio una rápida entrevista que le hacían a un jugador de fútbol de la selección nacional. El muchacho llegaba desde Europa, convocado para jugar un partido de eliminatorias para el mundial de Francia. Mientras tecleaba en el ordenador, me asaltó una imagen o una pregunta con forma de imagen. ¿Qué pasaría si ese muchacho exitoso, millonario y rutilante, en lugar de ser convocado por el entrenador de la selección, fuese llamado por sus amigos de la infancia para enfrentar el desafío anual en el que son derrotados, una y otra vez, desde que este buen muchacho se fue a jugar a Europa?
Subrepticiamente, mirando sobre el hombro de vez en cuando para que mis jefes no me descubrieran, escribí en unas horas el que sería mi primer cuento de fútbol, y le puse como título Esperándolo a Tito.
Tiempo después, y mientras seguía odiando con idéntica pertinacia a mis jefes y a mis tareas, me asaltó otra imagen: dos hermanos juegan un partido clave en una liga paupérrima de pueblo. En el peor momento de una derrota inminente, se miran a los ojos y entienden lo que tienen que hacer para torcer la marcha fatal del mundo. Y así nació mi segundo cuento de fútbol, De chilena.
Para entonces, en Radio Continental de Buenos Aires existía un programa los sábados en la tarde que intentaba unir el fútbol con la música, el cine y la literatura. El periodista que lo conducía leía algunos de los muy buenos y muy pocos cuentos futboleros que existían. Un puñado de textos de Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Soriano. Alguna perla de Mario Benedetti. Me atreví a enviárselos y así empezó mi carrera como escritor.
Descubrí que inventar ficciones me aligeraba el espíritu. Y que a veces el fútbol, como terreno amigable y conocido, me servía como escenario para situar a mis personajes. No soporto a los publicistas del fútbol. Esos que, amparados en rótulos fáciles como "la pasión", el "amor incondicional" y cosas así, pretenden hacernos creer que el fútbol es una manifestación maravillosa, pura e ingenua del alma humana. El ámbito propicio para el desenvolvimiento de la ética y la estética de lo más hermoso del hombre.
Juego al fútbol, miro fútbol y considero que al mismo tiempo el fútbol puede ser el escenario de las actitudes más atroces, más reaccionarias, más burdas y desagradables.
Cuando jugamos al fútbol nos exhibimos abiertamente. Dejamos aflorar lo que somos, en lo más profundo. Lo mismo nos sucede cuando vemos jugar al equipo que amamos. Lo hacemos sin mediaciones, sin disimulos, sin disfraces. Y eso lo convierte en una oportunidad literaria interesantísima.
Si existe algo de valor en los cuentos que se sirven del fútbol para organizar escenarios es que, a partir de esa superficie conocida, cotidiana y en principio predecible, autores y lectores tienen la chance de remontarse hacia las cuestiones que animan toda literatura. El amor, el dolor, la esperanza, la pérdida, el amor, la soledad, la muerte, los sueños, la derrota. Esos temas últimos, definitivos, que hacen de nuestras vidas lo que son y lo que no son, pueden aflorar directa o tangencialmente en los libros que leemos.
Como autor, me encanta encontrarme con lectores que se acercan a decirme que el fútbol les gusta mucho y que estos cuentos de fútbol les han resultado gratos. Pero mucho más disfruto cuando se acerca alguien a decirme que odia el fútbol y que, sin embargo, estos cuentos les han sido significativos. Como si el arduo trabajo adicional de perforar el prejuicio volviese más luminoso el hallazgo final de una complicidad entre autor y lector.
Un modo de leer este libro es situarse en sus tramas, las cuales, de más cerca o de más lejos, se rozan con el fútbol. Otro modo es aproximarse a estas historias pensando en los amores, las traiciones, las esperas, las deudas, las revanchas, las decadencias, las herencias, las compensaciones, los desafíos y las reparaciones que esas historias dejan entrever. Más acá, o más allá del fútbol.
Espero que los lectores encuentren placentero caminar ese segundo sendero.