Una educación que cuida lo invisible a los ojos: escola Congrès-Indians
La escuela trata de fomentar la autoestima y la felicidad de cada niña y niño. Por eso es importante que no se sientan juzgados, ni comparados con otros. Que no se menosprecien sus sentimientos y emociones. No se utilizan con ellos los premios ni los castigos, por sutiles e inconscientes que sean. Sus emociones, todas, se aceptan como algo natural.
Foto: Esto no es una escuela, con licencia CC-BY-SA-NC.
Hablar con los niños agachándonos y mirándoles a los ojos. Desde una mirada que cuida, sin afán de controlar. Dándoles espacio y tiempo. Acompañándoles desde la empatía con sus sentimientos. Desde la sinceridad y la complicidad. Sin juicios ni comparaciones, premios ni castigos. Y dejándoles explorar, descubrir por sí mismos, y también, sobre todo, jugar. Así hace esta escuela viva y activa que quiere contemplar el mundo a través de la mirada asombrada de un niño.
"Una escuela sin mesas ni sillas": es lo que ansiaban Astrid y Desirée, dos maestras que acababan de ser madres, cuando tuvieron la oportunidad de crear un cole público desde cero en Barcelona. Y en enero de 2010 Congrés-Indians abrió sus puertas, con cincuenta niños de primer curso de infantil cuyas familias conocían y apoyaban incondicionalmente el revolucionario proyecto. Cuando conocemos a Astrid, la directora del centro, que ha sido madre por segunda vez hace sólo unos meses, nos damos cuenta de que fue el impulso de la maternidad -de una maternidad consciente y transformadora- lo que permitió que esta escuela se haya gestado y haya crecido como lo ha hecho, desde el deseo de una crianza y una educación basadas en el respeto y la confianza en el niño.
La búsqueda de estas maestras, como madres, desembocó en una nueva visión de la educación que les ha llevado a conocer iniciativas pedagógicas como Summerhill en Inglaterra, Reggio Emilia en Italia o las escuelas finlandesas. Congrés-Indians comparte con esas otras escuelas la confianza en las capacidades propias de cada niño y niña, y en su curiosidad innata. Saben que cuando permitimos aflorar la iniciativa de los niños, y les damos un entorno donde sienten seguridad sin sobreprotección, el aprendizaje surge desde esa motivación intrínseca que es la más valiosa.
Foto: Esto no es una escuela, con licencia CC-BY-SA-NC.
¿Cómo es un día en Congrés-Indians? Las niñas y niños -de tres a ocho años-van llegando poco a poco, acompañados de sus familias, que entran hasta el aula. Es lo que se conoce como "entrada relajada": se permite la llegada con un margen de flexibilidad horaria, y las niñas y niños pueden disfrutar un rato jugando en compañía de sus mamás y papás. Todo el mundo se descalza antes de entrar en clase, por higiene pero también por comodidad. Dentro del aula hay varios espacios, organizados de forma que cada uno sirva para trabajar desde las diferentes inteligencias que recoge la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner, que ha servido de base para el proyecto curricular:
La mañana empieza con una asamblea, un espacio de reunión para expresar y compartir, y que tiene un papel crucial en el aprendizaje del diálogo y la escucha. Después el tiempo se reparte entre la asistencia a talleres (que se desarrollan desde un enfoque experiencial y manipulativo, y que van cambiando a lo largo del curso en función de las necesidades de los niños), "libre circulación" y actividades de libre elección. Los talleres no se suelen elegir, sino que las niñas y niños van al que les está asignado según el criterio de las maestras. Los temas que abarcan son muy amplios y van mucho más allá del concepto de "asignatura". Hay, por ejemplo, talleres de agua, de cocina en inglés; el "atelier" (jugar con luz y color, sombras y movimiento, transparencias, a nivel científico y artístico); de lenguaje matemático; de psicomotricidad vivencial basada en el método Aucouturier; de música; de arte; de ciencias en inglés... La jornada acaba con la asamblea de tarde, y una salida relajada en compañía de las familias.
La decoración y el ambiente de la escuela recuerdan a una gran casa, con mobiliario acogedor, cuadros bonitos en las paredes, plantas, adornos de materiales naturales, y juguetes de madera. Con Jara, mi hija de dos años, paso un rato en una sala destinada a las familias: hay butacas, una alfombra con materiales infantiles, una estantería con libros sobre crianza y educación que se ofrecen en préstamo, y un ordenador. Congrés-Indians no es sólo una escuela, es una comunidad de aprendizaje donde se integra a las familias, e incluso al barrio. Las familias pueden participar con las maestras en los talleres, y también acudir a las sesiones de acompañamiento que la escuela ofrece, con títulos sugerentes como "la escuela desde una mirada sistémica", "materiales de matemáticas", "una mirada respetuosa hacia la infancia", o "la literatura infantil".
Paseando por el patio encuentro un enorme arenero, una fuente de madera en la que el agua cae como una cascada, un montículo atravesado de lado a lado por un túnel, y árboles frutales atendidos por los niños. Aquí no hay una "hora del recreo", pero del edificio de la escuela empiezan a salir niñas y niños, tranquilamente, en pequeños grupos, sin el ansia de espacio y la necesidad de desfogarse que vemos habitualmente cuando un niño sale al patio después de estar horas sentado en clase. Es el periodo de "libre circulación", y el exterior es uno más de los ambientes preparados en los que los niños y niñas pueden elegir pasar este rato jugando y explorando libremente.
Foto: Esto no es una escuela, con licencia CC-BY-SA-NC.
Un grupo de niños empieza a jugar en la fuente, cogiendo agua con cubos y mezclándola con arena. Pasan así muchos minutos, riendo y descubriendo todas las posibilidades. Ningún adulto les llama la atención por mojarse o ensuciarse, porque este juego espontáneo, libre, que podría parecer sólo un entretenimiento, se entiende aquí como la base para asentar conocimientos del medio físico que son esenciales para comprender conceptos de matemáticas y física, entre otras muchas cosas. El juego se respeta, como un derecho infantil, como algo íntimo y personal, que no necesita de una intención, ni debe perseguir la aprobación de los adultos.
La escuela trata de fomentar la autoestima y la felicidad de cada niña y niño. Por eso es importante que no se sientan juzgados, ni comparados con otros. Que no se menosprecien sus sentimientos y emociones. No se utilizan con ellos los premios ni los castigos, por sutiles e inconscientes que sean. Sus emociones, todas, se aceptan como algo natural, y no se intenta reprimirlas, lo que llevaría a los niños a desconectarse de sus sentimientos.
En una de las aulas donde juegan niños del primer curso -de tres años recién cumplidos los más pequeños- una maestra acaricia el pelo de una niñita que está tumbada en su regazo, necesitada de un contacto amoroso que la conforte. El acompañamiento emocional de los niños y niñas en Congrés-Indians parte del vínculo afectivo que se forja entre adultos y niños, y que se fortalece cada día: cuando los niños entran en el aula-acompañados por sus familias-, la maestra los recibe a cada uno con un abrazo y una frase amable. La presencia de las acompañantes se siente como eso precisamente, una compañía, alguien a quien recurrir en caso de necesitar ayuda o consuelo.
En el despacho de dirección entrevistamos a Desirée y también a Isa, tutora e integrante del equipo de coordinación. Entre otras cosas, les pregunto por la relación entre la responsabilidad y la libertad. Los niños y niñas en Congrés-Indians disfrutan de una libertad de elección, y de movimiento, que contradice la idea tradicional de disciplina. Isa me responde con rotundidad: la responsabilidad se aprende desde la libertad de acción, no desde la obediencia. El aprendizaje de la responsabilidad es más lento, ciertamente, pero permite al niño ser él mismo y tomar conciencia de las consecuencias de sus actos.
Mientras continuamos nuestra charla, desde el tablón de corcho que hay en la pared del despacho alguien nos mira: es la foto de una "Súper María Montessori", que parece sonreírnos con complicidad. Le devuelvo la sonrisa, y pienso que en Congrés-Indians hay unas súpermaestras (algunas de ellas también supermamás) que han logrado recrear un entorno amoroso y sereno en el que las necesidades de las niñas y niños, tan a menudo invisibles para los adultos, reciben toda la atención que merecen. Su lección más importante: aprender a cerrar los ojos y ver con el corazón.
Este post fue publicado originalmente en el blog de los autores