El gran delito de Antoni Benaiges, asesinado por los fascistas, fue ser maestro, un verdadero maestro. Como contaba con una vieja gramola les enseñó a cantar y bailar, y con el auxilio de una imprenta, logró publicar Cuadernos donde los chicos y las chicas de Bañuelos volcaban sus experiencias, sus sueños, sus planes, sus anhelos de volar más allá de su aldea.