Construyen el salto de esquí más caro del mundo y nadie quiere pisar la pista
La imponente instalación olímpica de Zhangjiakou, símbolo de la polémica por el despilfarro y la falta de sostenibilidad, languidece casi vacía dos años después.
Una pista de récord y un desolador panorama casi 100 millones de euros después. Así es como puede resumirse el estado actual de la gigantesca rampa de esquí de Zhangjiakou, construida para los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022. Dos años más tarde, las instalaciones apenas han visto algún tipo de competición. Ni el precio astronómico ni su vanguardista diseño han logrado que los grandes eventos deportivos vuelvan a esta sede.
El "alto de esquí más caro del mundo", como ya la califican, languidece en un frío silencio. Mientras el circuito masculino de la Copa del Mundo ha dado la espalda a China desde los Juegos, el circuito femenino sí ha disputado, este fin de semana, los primeros mundiales. La primera prueba internacional que se ha vivido en la pista desde 2022. Pero lo que se ha visto allí, según el portal Web.de, ha dejado más sombras que luces: gradas vacías, temperaturas gélidas y una organización bajo mínimos.
El fiasco de las instalaciones olímpicas
El seleccionador alemán de saltos, Stefan Horngacher, lo dejó claro en su día: "Está demasiado lejos y es un lugar demasiado frío". Una opinión que comparten muchos otros y que ha provocado que los grandes eventos internacionales esquiven las instalaciones de Zhangjiakou. La esquiadora alemana Katharina Schmid, plata en los Juegos de Pekín 2022, destacaba el pasado fin de semana la inutilidad de semejante inversión: "Me gusta la pista, pero… ¿para qué tantas expectativas si nadie viene?".
Más allá de este carísimo salto de esquí, las demás instalaciones que se construyeron en la región para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 también están prácticamente vacías. En Zhangjiakou, se invirtieron 5.000 millones de euros para la construcción de las infraestructuras para practicar deportes nórdicos y biatlón, que apenas se han usado en dos años. En Yanqing, otros 2.000 millones se destinaron al levantamiento de un canal de hielo y pistas de esquí alpino que, ahora, también están casi abandonados.
El patrón tampoco es nuevo: una inversión multimillonaria para un gran evento que luego queda vacía de contenido y sin uso posterior. De las once instalaciones olímpicas de salto construidas en los últimos 40 años, solo la de Lillehammer (1994) es la que ha tenido una reutilización más destacable. El resto ha acabado convirtiéndose, bien en ruinas o bien en costosos cementerios deportivos.
La versión oficial: éxito y 300 millones de esquiadores
Mientras tanto, el gobierno chino prefiere mirar hacia otro lado. Según la narrativa oficial, los Juegos de Invierno de 2022 impulsaron el crecimiento de la industria del deporte de invierno y llevaron a "300 millones de chinos a esquiar", tal y como afirmaba la agencia estatal Xinhua. Pero esa cifra contrasta con la dura realidad de instalaciones faraónicas inservibles: ni el canal de hielo ni las rampas de salto son aptas para el uso recreativo.
Algunos expertos han sugerido algunas soluciones, como una hipotética gira entre las tres sedes olímpicas asiáticas: Sapporo (Japón), Pyeongchang (Corea del Sur) y Pekín. Pero la falta de voluntad política y económica hace que esta idea sea casi una utopía. Los Juegos de Pekín 2022, que se celebraron bajo estrictas medidas anticovid y rodeados de polémica por el abuso que se hizo de la nieve artificial, no han conseguido escapar del fantasma de la insostenibilidad. Con un coste estimado en 3.900 millones de dólares (hay expertos que creen que la cifra real es diez veces mayor), el evento lastra su reputación.