Nueve falsas creencias sobre la depresión
Estar deprimido o dejar de estarlo NO es una cuestión de voluntad. Es frecuente encontrarnos con personas que piensan que estar deprimido es una posición cómoda; es más fácil permanecer en la cama que lidiar con la realidad. De esta forma, esperamos del paciente que actúe como una persona sana, obviando lo incapacitante de enfermedad. Pero, ¿exigimos a un jugador de fútbol lesionado que meta goles?
La depresión es ese agujero negro de infelicidad y desesperanza que fagocita la vitalidad de las personas que la sufren. En su forma más severa, la persona mantiene una sensación continuada de tristeza, sentimientos de poca valía, ausencia de capacidad para disfrutar o sentir placer (anhedonia), irritabilidad, sensación de cansancio, e incluso dificultades de concentración y alteraciones del sueño, del apetito y la memoria.
Se trata de un trastorno mental que parece extenderse como la pólvora en el actual contexto de crisis. A pesar de su relevancia, es una enfermedad poco conocida para un sector importante de la población, y todavía son frecuentes algunas creencias erróneas.
1. "Bueno, te puede pasar, pero es algo raro, raro..."
La depresión NO es una enfermedad minoritaria. Se trata del trastorno mental con mayor prevalencia en la población general. En España, se estima que cerca de un 15% la padecerá a lo largo de la vida. Este último porcentaje supera el 20% si incluimos otros trastornos relacionados como la distimia o trastorno depresivo persistente. La Organización Mundial de la Salud apunta que más de 350 millones de personas sufren depresión, y anticipa que se convertirá en una de las tres principales causas de incapacitación laboral en el mundo en el año 2030.
2. "Pero si tiene una buena vida, no ha perdido a nadie y mira... ahí tirada."
La depresión NO está siempre precedida por una o varias desgracias. El duelo por la muerte de un ser querido, una enfermedad, accidente o separación pueden ser detonantes de un proceso depresivo. Sin embargo, la causa del trastorno no se corresponde necesariamente con la acumulación de acontecimientos trágicos. En muchísimas ocasiones la depresión tiene un comienzo paulatino, insidioso y difícil de identificar.
3. "Es que es más fácil pedir una baja por depresión que venir a trabajar cada día."
Estar deprimido o dejar de estarlo NO es una cuestión de voluntad. Es frecuente encontrarnos con personas que piensan que estar deprimido es una posición cómoda; es más fácil permanecer en la cama que lidiar con la realidad. De esta forma, esperamos del paciente que actúe como una persona sana, obviando lo incapacitante que resulta como enfermedad. ¿Exigimos a un jugador de fútbol lesionado que meta goles? Eso sí, no debemos olvidar que la implicación del paciente y su adherencia al tratamiento son factores fundamentales para su recuperación.
4. "Esto es un problema del primer mundo, mira los africanos no se deprimen."
La depresión NO es una enfermedad exclusiva del primer mundo. Es un hecho que los países nórdicos registran una mayor prevalencia. Sin embargo, la depresión no sólo afecta a los habitantes de países ricos y occidentales. Sí existen diferencias transculturales en las diferentes sociedades a la hora de explicar o lidiar con los síntomas. Es decir, en las sociedades occidentales, ante lo que identificamos como una depresión, acudimos al psicoterapeuta. En algunas culturas tribales africanas, un sentimiento de tristeza continuado o una pérdida de vitalidad puede ser interpretado como el producto de una maldición o mal de ojo y se acude al líder religioso o curandero.
5. "Me he levantado con una depresión de caballo, tengo un bajón que no puedo ni moverme."
Estar deprimido NO es lo mismo que estar triste o disgustado. Estar deprimido implica padecer una enfermedad mental. Lo que caracteriza un episodio depresivo (convirtiéndolo en patológico) es el mantenimiento prolongado de un estado de ánimo decaído y una escasa capacidad para sentir placer que afectan a diferentes parcelas de la vida. La tristeza es una emoción normal y adaptativa, indica que algo no va bien en nuestras vidas, y por tanto nos moviliza hacia la búsqueda de soluciones.
6. "Es que siempre fue muy flojo, sin carácter, ummm, se veía venir."
La depresión NO implica debilidad de carácter. Sufrir esta dolencia no se relaciona con rasgos de personalidad que otorguen un carácter débil a la persona. Grandes personajes históricos padecieron depresión. Algunos de los más ilustres son Ludwig van Beethoven, Abraham Lincoln, Ernst Hemingway, Virginia Woolf, Winston Churchill o Frida Kahlo.
7. "Pero chico, anímate, a ver si te vas a deprimir como una viejecita..."
La depresión NO es una enfermedad propia de mujeres y personas mayores. Las estadísticas indican que un mayor número de mujeres buscan apoyo psicoterapéutico. No obstante, este trastorno no entiende de género o edad. Puede afectar a niños y adolescentes, aunque la edad más frecuente de inicio se produce entre los 30 y los 40 años.
8. "Tú lo que necesitas es tomar más cañas con las amigos."
Lo único que necesita una persona deprimida NO es estar cerca de los suyos. El apoyo social, la seguridad afectiva o simplemente el hecho de compartir actividades placenteras son aspectos clave en el proceso de recuperación del paciente. No obstante, las buenas intenciones y el cariño no convierten a amigos y familiares en psicoterapeutas. Un exceso de implicación puede provocar actitudes de dependencia; los intentos de quitar hierro al asunto pueden dar lugar a la banalización de la enfermedad, y los esfuerzos por motivar pueden ser interpretados como críticas o reproches.
9. "Bueno, está mejor, pero yo creo que está enganchado a las pastillas."
Los antidepresivos NO tienen por qué provocar adicción. Un tratamiento combinado, farmacológico y psicoterapéutico, es el método más eficaz para tratar una depresión severa. Muchos pacientes se resisten a tomar fármacos porque entienden que generan dependencia. Los antidepresivos no originan los efectos adictivos de otros fármacos prescritos como algunos ansiolíticos. Sí es cierto que, en algunos casos, una retirada brusca de los mismos puede originar síntomas de privación. Un tratamiento supervisado y una disminución paulatina de la dosis en el momento de la retirada evitan este tipo de consecuencias no deseadas.
Ilustración: Elvira Zamorano