Utopía energética
Un nuevo panorama de autosuficiencia o de menor dependencia podría llevar a un escenario global más pacífico, incluida también la mitigación de los efectos del cambio climático en las poblaciones más vulnerables. Se trata de un modelo que permita a las futuras generaciones seguir contando con los recursos necesarios para una vida digna; que facilite una sociedad más igualitaria Es una utopía, sí, pero una utopía alcanzable.
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Imagínense que cada uno de nosotros pudiera generar su propia energía, esa que necesitamos para encender la luz, para calentar el agua o hacer funcionar la calefacción, a partir de un panel solar o de un molino de viento. Imagínense lo que, después de la inversión inicial, nos ahorraríamos cada año, mientras contribuiríamos, al mismo tiempo, a disminuir las emisiones que están provocando el cambio climático.
La transición energética, de un modelo basado en combustibles fósiles, el actual, a otro basado en energías renovables, es fundamental para alcanzar los objetivos fijados en la Cumbre del Clima de París del pasado año, y que se ha firmado estos días, y para tratar de dar un giro drástico a las negativas consecuencias que la acción del hombre está teniendo sobre el medio ambiente. Como afirma Carlos Álvarez, presidente de la Fundación Innaxis, "no es que estemos matando el planeta, es que nos estamos suicidando".
Dicha transición es fundamental también para lograr los objetivos de la Unión Europea, líder mundial tradicionalmente en la defensa de la sostenibilidad; entre dichos objetivos están obtener de fuentes renovables un 20% de la energía de la UE para 2020 y un 27% para 2030, con el fin de haber alcanzado una reducción del 80-95% de las emisiones de gases de efecto invernadero, con respecto a los niveles de 1990, para 2050.
Aunque no se trata solo de nuestros hogares, claro. Las industrias y el transporte, los auténticos grandes consumidores de energía y los mayores contaminantes, deben sumarse a este esfuerzo colectivo con decisión. Es una realidad que ya se percibe en el horizonte, que ya está más que lista tecnológicamente, pero que no cuenta ni mucho menos con el empuje y la rapidez que serían deseables... y necesarios.
Existe la creencia generalizada de que esta transición hacia un modelo energético más limpio será un proceso largo, como todas las grandes transformaciones de la Historia. Sin embargo, no tendría por qué ser así. Un reciente estudio demuestra que estamos listos para prescindir de los combustibles fósiles en una década. Ello requería "cambios significativos en la tecnología, en las regulaciones políticas, en las tarifas y regímenes de precios y en el comportamiento de usuarios y compañías". Pero se puede.
Es cierto que el cambio se enfrenta también a enormes resistencias. Para empezar, por parte de un puñado de gigantes empresariales que no solo controlan los recursos sino que tienen un gran poder frente a gobiernos y sociedades. Vencer esa batalla va a requerir buenas dosis de voluntad política y presión ciudadana.
Pero además, esa transformación hacia las energías limpias puede tener también importantes consecuencias en las relaciones globales. Un primer aspecto es que disminuiría, para muchos, la dependencia del exterior. En un país como España, esto es crítico. Un 72,9% de la energía que consumimos en 2014 procedía de importaciones -el segundo país con mayor dependencia entre los grandes de la UE, detrás de Italia-; cerca del 100% de nuestro consumo de petróleo y gas es comprado en el exterior. "A menor dependencia, menor vulnerabilidad y mayor seguridad energética", afirma Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía y Cambio climático del Real Instituto Elcano.
Significaría también que disminuiría notablemente el peso que han tenido y tienen un grupo de países poseedores y productores de petróleo y gas, muchos de los cuales han desarrollado regímenes autocráticos al amparo de los petrodólares. La geopolítica de la energía se transformaría sustancialmente.
De hecho, ya hemos empezado a ver movimientos en este sentido, no tanto por la vía de las renovables, pero sí por la vía de la independencia energética. La perspectiva de autosuficiencia lanzada desde Estados Unidos, gracias a su impulso al fracking, ha sido responsable, entre otros factores, de la caída de los precios del petróleo promovida desde Arabia Saudí. Esa misma perspectiva ha llevado a muchos observadores a cuestionarse si Washington estaba comenzando a desviar su interés de Oriente Medio hacia otras regiones.
Pero las consecuencias de la transición energética podrían ir mucho más allá. El desarrollo económico siempre ha ido ligado al control de las materias primas, y sobre todo de las energéticas. El imperio inglés fue posible gracias al carbón y el crecimiento de Estados Unidos lo fue gracias al petróleo y a sus esfuerzos por controlarlo en los más diversos lugares del mundo. Teniendo en cuenta que la mayoría de los conflictos bélicos han tenido como excusa el control de los recursos -incluidos y, sobre todo, los recursos energéticos- ese nuevo panorama de autosuficiencia o de menor dependencia podría llevar a un escenario global más pacífico, incluida también la mitigación de los efectos del cambio climático en las poblaciones más vulnerables. Es una utopía, sí, pero una utopía alcanzable.
Mientras, habrá que seguir trabajando en varios frentes. De entrada, "hay que ganar la batalla de las ideas", afirma Pau Solanillas, director ejecutivo de Green South Technologies. En España, por ejemplo, un país que ha pasado de ser líder y pionero en la implantación de energías renovables a sufrir un parón casi absoluto en los últimos años, el debate se ha politizado completamente: parecería que solo la izquierda defiende la sostenibilidad mientras la derecha sigue aferrada en la defensa de los intereses de las grandes corporaciones energéticas. Pero no se trata de un debate ideológico. En otros países, como Francia, hay un consenso de Estado para avanzar hacia un modelo energético no contaminante.
Detrás de todo ello se vislumbra también una profunda transformación del modelo productivo, y por tanto, de modelo de sociedad. Un modelo que permita a las futuras generaciones seguir contando con los recursos necesarios para una vida digna; que facilite una sociedad más igualitaria, en donde la dependencia dé paso a la colaboración como motor de las relaciones. Las bases están ahí. ¿Utopía?