El fin del trabajo

El fin del trabajo

No entiendo que se introduzcan elementos desde los gobiernos que frenen estos avances con la justificación de proteger los puestos de trabajo de un sector, porque en realidad lo único que se consigue es que estos lleguen más tarde a nuestro país.

5c8b45bc2000004504707de0

Foto: GETTYIMAGES

El título que encabeza este artículo no es nada original, es de una publicación de Jeremy Rifkin, uno de mis economistas de cabecera, aunque creo que definirlo así es poco para su perfil. Estaría mejor llamarlo divulgador de los avances que están por llegar. En su libro, Rifkin hace un análisis de cómo el desarrollo de la tecnología ha llevado aparejada una reducción de las necesidades de mano de obra en el mundo, y basa sus afirmaciones en datos contrastados que contradicen la teoría de que aunque el avance de la tecnología elimina determinados puestos de trabajo, los compensa con la creación de otros, derivando en un saldo neto equilibrado.

Como pueden haber comprobado los que hayan leído alguno de mis artículos, verán que soy un apasionado de la tecnología y un defensor de los avances que supone su utilización, por lo que en ningún caso entiendo que se introduzcan elementos desde los gobiernos que frenen estos avances con la justificación de proteger los puestos de trabajo de un sector. En realidad, lo único que se consigue es que estos lleguen más tarde a nuestro país, y en consecuencia, nos situemos en una posición de debilidad para competir con territorios que facilitan su llegada y los potencian.

Tenemos varios casos en los que hemos visto cómo se ha buscado frenar los cambios. Como ejemplo tenemos los creadores que intentan evitar que sus obras se compartan libremente a través de la red o gobiernos que ponen trabas a la microgeneración de energía evitando que lleguen a nuestro país avances como la famosa batería Tesla....

Espero que nadie interprete de mis palabras una defensa de la piratería. Mi planteamiento va mucho más allá, defendiendo que debemos abrirnos a los avances, aprovechando todas sus potencialidades y no buscando frenarlos por la melancolía de no perder una forma de sociedad que está mudando de piel, de la que no nos queremos desprender, sin ser conscientes de que esto no depende de nosotros.

Como comprobamos cada día, se está produciendo un cambio radical al que tenemos que adaptarnos para aprovechar todo el potencial.

Ante las consecuencias de la reducción del número de puestos de trabajo, necesaria por la evolución de la tecnología, los planteamientos que debemos hacernos son otros, como el reparto del trabajo que hay. Una de las medidas que valorar es la de la reducción de la jornada laboral, repartiendo el trabajo disponible, algo que se hizo en Francia cuando se rebajó la jornada semanal a 35 horas. Pero lo que es evidente es que nadie querrá renunciar a un porcentaje de salario a cambio de trabajar menos horas, por lo que lo lógico sería la rebaja de las horas sin bajada de salario, algo que trae otro problema añadido, como es la perdida de competitividad, ya que se aumentaría el coste por hora de trabajo. En un mercado globalizado como el actual, tomar una medida de este tipo de forma independiente por parte de un país llevaría aparejada la perdida de muchos puestos de trabajo, por lo que estas medidas deben ser defendidas y puestas en marcha de manera global a través de un pacto entre países que, siendo conscientes de la nueva realidad y sus consecuencias, busquen las mejores soluciones.

Debatiendo sobre este tema, el otro día un amigo indicó que el problema radicaba en la propiedad de los medios de producción, aunque es un tema antiguo. Pero con el avance de la tecnología, uno de los elementos que va a cambiar de forma radical es en manos de quién están los medios de producción; en el sistema pasado y presente, la maquinaria para la fabricación de los productos no era accesibles para cualquiera persona, por lo que el poder lo ha ostentado el que ha tenido acceso a ellas por capacidad económica. Pero a partir de ahora, y gracias al desarrollo de nuevos medios de producción, vemos cómo cualquiera puede producir electricidad en su casa con un simple panel solar que, gracias a los avances, cada día reduce su precio. Igual que la llegada de las impresoras 3D va a propiciar que cualquiera pueda fabricar gran cantidad de objetos desde su casa y a un precio muy razonable.

Como comprobamos cada día, se está produciendo un cambio radical al que tenemos que adaptarnos para aprovechar todo el potencial, porque de lo contrario, solo nos quedará esperar a la vuelta unas lógicas que nunca volverán.