Donantes de solidaridad
La emoción es tan contagiosa que resulta difícil contener las lágrimas. La madre de un joven fallecido en accidente de tráfico escucha a través de un fonendoscopio el latir del corazón de su hijo en el pecho de otra persona. Anna ríe primero al compás de los primeros latidos, solloza después y se funde en un sentido abrazo con Greg, el hombre que vive ahora gracias a la generosidad de ella. El vídeo ha supuesto una ola de emoción que pone imagen y voz a la solidaridad más extrema del ser humano: ceder sus órganos para que otra persona siga viviendo. En España, los trasplantes son anónimos, pero en Estados Unidos, donde se grabó, se pueden llegar a conocer. En todo caso, la solidaridad es muy anterior a la globalización. Es esencia del ser humano desde el principio de los tiempos. Por tanto, esa emoción que refleja el vídeo es la emoción que genera este incomparable acto de altruismo.
El número de donaciones y el incremento de ellas año tras año es la radiografía más fiable del elevado índice de solidaridad de España. Con motivo del reciente Día Nacional del Donante de Órganos, que se ha celebrado el 7 de junio, no está de más destacar esta implicación de la sociedad. Los datos reflejan, por ejemplo, que el número de personas que han donado sus órganos en la Comunidad Valenciana ha aumentado un 30% en los cinco primeros meses de 2017. De mantenerse la tendencia, la tasa de donación pasaría de 38,6 por millón de habitantes a 47,6. En suma, la generosidad cotiza alza.
Unos porcentajes que, a su vez, evidencian el reto que supone estar a la altura de una ciudadanía tan implicada y solidaria. Sólo desde el trabajo para consolidar y mejorar estas cifras se puede hacer mínimamente justicia a las personas que deciden dar una segunda oportunidad de vida a quien la necesite. En la Comunitat Valenciana, el año pasado se repitió el récord histórico de trasplantes con 491 intervenciones. La evolución en los primeros cinco meses del año, con un aumento del 35% en el número de trasplantes, invita a un optimismo que nunca ha de conducir a la autocomplacencia. No tiene cabida cuando de lo que se trata es de salvar vidas o de mejorar las condiciones de personas enfermas que necesitan un órgano.
Sin embargo, sería injusto omitir que, junto a la generosidad de personas o familias, la sanidad pública valenciana cuenta con recursos humanos cada vez mejor formados y más implicados en la salud de sus pacientes. A este factor vinculado al capital humano hay que sumar los equipos tecnológicos y el acceso a todos los tratamientos que posibilitan la recepción de un órgano en las mejores condiciones cuando hay disponibilidad. Por tanto, a la gratitud por la generosidad de la ciudadanía hay que añadir la que se debe a quienes a diario ponen su profesionalidad y entrega al servicios de los demás.