Sobre 'Salvados', el sexo y los jóvenes: la generación que me representa
Este domingo, Jordi Évole volvía a ser protagonista en las redes sociales por programa que emitió 'Salvados' sobre sexo y jóvenes, llamado La Mala Educación. En las imágenes, un grupo de jóvenes de entre 17 y 19 años dejaban con la boca abierta a las generaciones más mayores que los veían por la tele: ¿Cómo que ahora rechazan las etiquetas de 'gay' o 'lesbiana'? ¿Qué es eso de que a algunos les gusta agarrar el cuello o pegar a la chica cuando se acuestan? ¿Cómo es posible que algunos se masturben con vídeos porno que simulan violaciones?
En un momento dado, una de las chicas dejó al presentador sin palabras: "Yo estuve con un maltratador que acabó con una orden de alejamiento. Esa persona ejerció sobre mí, pues eso, me trataba como una puta, como una guarra, todo eso". "Joder...", contestaba Évole tras un largo silencio. Y es que sorprende: con tanta información a mano, una ley que no estaba para amparar a nuestras madres y abuelas, con casos de violencia sexual cada vez más mediatizados como el de La Manada... ¿Cómo es posible que siga pasando? Y es que resulta que a la vez que la sociedad se transforma, la violencia también, y toma cada vez formas nuevas que calan entre los más jóvenes. Por ejemplo, a través de las redes sociales.
El silencio del presentador y las posteriores confesiones de los jóvenes eran desoladoras: la educación sexual impartida en los colegios no enseña "nada nuevo" y la principal fuente de información es el porno. "Yo lo miro para fijarme", contaba uno de los chicos. Las chicas, en cambio, eran un poco más escépticas y contaban que no les gustaba el porno mainstream. "Hay vídeos que simulan violaciones y la gente los ve como algo normal", decían. Defendieron a la víctima de los cinco de San Fermín, dijeron no tener problemas con la orientación sexual de cada uno e hicieron un alegato por una educación en igualdad y una manera natural y sana de practicar sexo.
Y es que, detrás de las historias que contaron y que dejaron a más de un padre sin dormir, hay algo bueno que sacar de la conversación que tuvo con ellos Évole: hay una parte de esa generación que sabemos lo que hay, que reconocemos las formas de maltrato y aprendemos de los nuevos canales usados por los agresores, una generación que ayudamos a quien lo necesite a salir de una relación tóxica y que apoyamos a los transgresores, los que se salen de la normatividad.
Es parte de la generación a la que muchos tachan de alienados con las redes sociales, la generación a la que se le ha dado todo y "no ha sabido aprovecharlo". Al mismo tiempo que en La Sexta estos chicos hablaban de sexo y consentimiento, en Telecinco seguían debatiendo y jaleando las andaduras de Suso, el concursante de de Gran Hermano conocido por el machismo que destila por cada poro de piel. Al hacer zapping y ver los dos contrastes tuve claro cuál es la generación que sí me representa.
Somos una generación que se ha criado con crisis de expectativas, que sabemos que viviremos peor que nuestros padres, que no podemos pensar en formar una familia o comprarnos una casa. Pero también somos la generación que se ha cuestionado la violencia sexual, que ya no utiliza la expresión "salir del armario" porque resulta antigua. La generación que acepta que no sólo hay heterosexuales y homosexuales, sino que rechaza las etiquetas y abre así espacio para un gran espectro de orientaciones sexuales, todas ellas válidas y respetables.
La generación que llenó cuatro salas de La Casa Encendida para escuchar a la activista Angela Davis hablar de racismo institucional. La generación que se cuestiona sus propios pensamientos o que no tiene tan claro debates como la prostitución o los vientres de alquiler, porque hay que escuchar a todas las partes y comprenderlas...
Somos la generación de jóvenes que reforestan bosques y están repoblando pueblos abandonados, como el de Fraguas, por el simple hecho de vivir lejos de la contaminación y autogestionados. Los jóvenes que pertenecen a distintos colectivos y, a pesar del discurso de la caverna, se unen a las manifestaciones por los refugiados, las feministas o por la educación. Los que dan charlas y talleres altruistamente para otros en centros sociales. Los que se hacen veganos porque se informan sobre los procesos de los animales antes de convertirse en comida, los que no compran en algunas tiendas de ropa porque son conscientes de la explotación de niñas en países orientales y los que tratan de mantener el mundo limpio, frente al creciente cambio climático.
Son jóvenes como el grupo de sesenta chavales que fue expulsado de las piscinas de Salinas de Añana por apoyar a un compañero trans al que el socorrista había prohibido bañarse con camiseta o aquellos chavales que acuden a clase con la falda del uniforme en vez de los pantalones para solidarizarse con sus compañeras.
Los jóvenes que aplaudimos a a María, la concursante de Operación Triunfo, la semana en que se negó a decir "mariconez" en una canción de Mecano por ser un término homófobo y a Miki por hablar en femenino genérico. Los jóvenes del 'yo sí te creo', del 'no es no' y del 'no nos representan'.
Jóvenes como las amigas que llenaron mi salón de pinturas de guerra moradas y pancartas para salir a la calle a gritar por nuestros derechos este 8 de marzo. Las mismas con las que he marchado contra el racismo y por una educación de calidad cuando alguno de nosotros no podía pagarse la universidad.
Jordi Évole ha vuelto a hacerlo: otro domingo que nos pone frente a frente con la realidad sin levantarnos del sofá. La violencia entre los jóvenes sigue creciendo, perouna gran parte de las nuevas generaciones venimos pisando fuerte. A muchos adultos se les deberían salir los colores si viesen el programa de este domingo al ver que los jóvenes de los que muchos se quejan somos mucho más tolerantes, respetuosos y abiertos que ellos.