El poder de las redes sociales: ¿A qué estamos esperando?
Nosotros somos, si nos organizamos, somos mucho más poderosos que los bancos porque su poder radica en que nosotros les confiamos nuestro dinero. Basta con que decidamos trasladar nuestras cuentas bancarias a bancos con políticas sociales más solidarias.
Acabo de leer la noticia del suicidio de la tercera persona que se quita la vida ante su desahucio inminente. Me ha impactado, al igual que los dos anteriores, como una bofetada, que todavía siento caliente en mi mejilla, con sentimientos encontrados de indignación y de cabreo, por un lado, y una pena inmensa que me ahoga por otro lado.
¿Qué podemos hacer para detener tanto dolor, tanta injusticia? No quiero esperar a leer el cuarto anuncio. No quiero pensar en la próxima persona que va a perder su casa, y quizás arrastrada por la suya la de un familiar, típicamente sus padres o sus abuelos, que avalaron su casa con la suya.
Leo que el PP y el PSOE quieren modificar la ley hipotecaria, pero no será suficiente ni se hará con la rapidez necesaria. Hemos de hacer algo, no podemos seguir consultando día a día los titulares a la espera de otra noticia igual de trágica.
Hemos de despertar al poder que tenemos, el único que no nos pueden quitar, porque la capacidad de expresarnos nos la han secuestrado con las porras de los antidisturbios y la de influir en la política con las listas cerradas. Nuestro mayor poder, el único que nos pueden quitar, reside en nuestra capacidad como consumidores. Aprendamos cómo usarla y tendremos el poder de cambiar las cosas a partir de acciones pequeñas.
Hace 12 años el periodista Malcolm Gladwell publicó el libro The Tipping Point: How Little Things Can Make a Big Difference (El umbral de cambio: Cómo pequeñas cosas pueden hacer grandes diferencias), que trataba de cómo pequeñas acciones, impulsadas por el poder de las redes sociales, podían generar grandes cambios.
El término redes sociales no se refiere en este contexto a las herramientas electrónicas para contactos en red, sino a las interacciones entre individuos en una comunidad y la velocidad con la que estas redes pueden propagar tendencias y opiniones generando cambios.
En ese libro se describían una serie de ejemplos del poder de las redes sociales para generar cambios bruscos y a veces inesperados en comportamientos sociales. Quizás el ejemplo más conocido de cómo están estructuradas las redes sociales sea el que conocemos con "seis grados de separación", que se refiere a la idea de que dos personas tomadas al azar están conectadas entre ellas por seis personas. Esa idea la expresó el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un relato corto titulado Cadenas, que inspiró muchas de las cadenas de cartas que se popularizaron en España en los años 80, donde cada persona que recibía una carta debía reenviarla a su vez a otras 6 personas.
En los años 50 dos matemáticos americanos intentaron derivar la solución al número de personas que une, en promedio, a dos personas tomadas al azar, y en 1967 el sociólogo Stanley Milgram realizó un experimento en el que personas seleccionadas al azar en un estado de EEUU debían hacer llegar un paquete a otras tantas personas seleccionadas al azar en Massachusetts, de las que solo conocían el nombre y ocupación enviando el paquete a las personas con más contactos que conociesen. El número de intermediarios para que el paquete llegase a su destinatario fue de entre 5 y 7. Hace una década Duncan Watts realizó un experimento similar, pero a través de internet, que permitió reproducir el experimento con un número mucho mayor de sujetos, pues implicó a 48,000 personas, y obtuvo que el número de personas que unía a dos tomadas al azar ¡era de seis!.
De hecho las redes complejas, sean de amistad, de internet, de conexiones aeroportuarias o ecológicas, suelen presentar una propiedad conocida como de "mundo pequeño" que significa que el número de nodos que unen dos nodos tomados al azar es mucho menor de lo que se podría esperar si las redes se hubiesen estructurado al azar. También se caracterizan porque un número pequeño de nodos -o personas en este caso- presenta una cantidad desproporcionadamente alta de conexiones. Son estas propiedades de las redes sociales la que explotan las herramientas de internet llamadas redes como Facebook, Linkedin o Twitter, y es esta la razón por la que son tan eficientes en contactar personas que se conocen pero que han perdido el contacto entre sí.
El estudio de redes complejas es una de las herramientas más potentes para estudiar fenómenos cooperativos en ciencia, desde cambios abruptos de opinión o patrones de consumo a interacciones entre predadores y presas o entre polinizadores y plantas en ecosistemas.
La lección más importante es que las personas estamos mucho más conectadas de lo que podríamos pensar y que el uso de redes sociales es una herramienta potente para lanzar campañas, generar opinión y desencadenar cambios.
Nos sentimos atrapados por los bancos, culpables en gran medida de la crisis, pero que se comportan como fieros depredadores o carroñeros para despojar de todo lo que tienen a las personas que han caído en la espiral de deuda que los propios bancos han promovido.
Sin embargo, nosotros somos, si nos organizamos, somos mucho más poderosos que los bancos porque su poder radica en que nosotros les confiamos nuestro dinero. Basta con que decidamos trasladar nuestras cuentas bancarias a bancos con políticas sociales más solidarias. Afortunadamente estos existen. La Kutxabank y Caja Laboral han decidido paralizar todas las ejecuciones hipotecarias tras el último suicidio en Barakaldo. Os animo a que aviséis a vuestro banco por correo electrónico de que moveréis todas vuestras cuentas y depósitos a bancos que establezcan alternativas a los desahucios. Si en una semana no han cambiado sus políticas, no lo dudéis y cambiad vuestra cuenta a un banco que sí lo haya hecho.
Si todos seguís esta pauta venceremos a los bancos y salvaremos con ello a muchas personas que se han visto atrapadas por la situación actual.
Podemos aplicar este mismo poder a muchas organizaciones que nos intentan imponer sus medidas, contra la voluntad mayoritaria. Por ejemplo, los partidos políticos. Las listas cerradas están también en la raíz de la degeneración de nuestro sistema político, pero no serán los propios partidos quienes cambien esta herramienta de control interno. Exigid listas abiertas a los partidos que votáis y hacedles saber que si no apoyan este cambio no les votaréis -y no lo hagáis- y si estáis afiliados, retirad vuestra afiliación y hacedles saber que no volveréis a afiliaros o votarles hasta que no adopten las listas abiertas.
También podemos movilizarnos para promover acciones solidarias, donde el enorme tamaño de las redes sociales podrían dar un apoyo importante a iniciativas de cohesión social como el banco de alimentos con la aportación individual de cantidades muy pequeñas de dinero, magnificadas por la participación masiva de ciudadanos.
Ha llegado el momento de actuar, y la gran mayoría silenciosa lo puede hacer sin necesidad de salir a la calle, desde la potencia que nos dan las redes sociales. Esas pequeñas acciones serán más poderosas que las más ruidosas de las manifestaciones. Seamos conscientes de nuestro poder y usémoslo: ¿A qué estamos esperando?