A la caza del plagio
La disponibilidad masiva de información en internet está facilitando que todos seamos instantáneamente expertos en cualquier cosa, pues basta introducir la secuencia de búsqueda en la ventana de un buscador para que nos aparezcan centenares de miles de entradas sobre ese tema disponibles en la web.
Los medios de comunicación informaban recientemente de que la investigadora Jane Goodall ha sido acusada de plagio en su último libro, que contiene, entre otros, plagios de entradas en Wikipedia. Hace algunas semanas hemos visto cómo una ministra del Gobierno alemán dimitía al haber sido cazada plagiando en su tesis doctoral, convirtiéndose en el segundo miembro del Gobierno de Angela Merkel que dimite por plagiar su tesis.
La disponibilidad masiva de información en internet está facilitando que todos seamos instantáneamente expertos en cualquier cosa, pues basta introducir la secuencia de búsqueda en la ventana de un buscador para que nos aparezcan centenares de miles de entradas sobre ese tema disponibles en la web. Ni siquiera el uso de distintos idiomas es ya una barrera gracias a los sistemas de traducción on line en la web. Escribir libros o artículos no requiere ya de conocimientos enciclopédicos, porque esa enciclopedia está al alcance de todos.
Ha costado más de 2.000 años pero todo el conocimiento se reúne de nuevo en una torre bajo una misma lengua, en la que Wikipedia despunta como una la nueva Torre de Babel.
La cacería del plagio está de moda y lo está gracias a los mismos desarrollos que lo han facilitado: la disponibilidad masiva de información en la red.
En los últimos años se ha desarrollado software capaz de buscar información en la web y detectar plagios entre un documento y los existentes en la red. La forma en que esto se hace es a través de la coincidencia en un porcentaje determinado de secuencias de texto entre ambos documentos. Por encima de un cierto porcentaje y longitud de texto la coincidencia es difícilmente atribuible al azar y apunta al plagio.
El uso de software contra el plagio se ha generalizado en tan solo un año en los procesos científicos, ya que en los últimos 5 años los editores de revistas científicas habían detectado, de forma casual, un gran aumento de los casos de plagio. Gran parte de estos provenían de artículos de científicos de países emergentes en los que los incentivos salariales a las publicaciones junto con una cultura muy permisiva ante a la copia frente a la propiedad intelectual habían promovido el plagio. La preocupación por el plagio se trasladó también a las agencias de financiación científica que descubrían de forma casual cómo proyectos que financiaban en un área repetían, palabra por palabra, ideas y párrafos enteros de proyectos presentados a otras agencias en el mundo.
Ahora muchas revistas científicas evalúan los artículos que reciben usando programas de detección de plagio, este es el caso por ejemplo de Global Ecology and Biogeography, una de las revistas de las que soy editor asociado. Lo mismo ocurre con agencias de financiación, como por ejemplo el European Research Council, de cuyo consejo científico formo parte, también rastrea todas las propuestas que recibe por software the detección de plagio.
Pero ahí no se acaba la historia, porque ese mismo software está disponible para quienes presentan propuestas de investigación o envían artículos científicos. Recientemente participé en la elaboración de un proyecto de investigación sometido a una agencia en un tercer país y la institución a través de la que se enviaba la propuesta escaneaba previamente el documento con software de detección de plagios. El resultado era un documento con frases o fragmentos destacados en color rojo, que se debía modificar para que no fuese tomado como plagio, pues no lo era, y se trataba puramente de coincidencias en el texto.
Pero aquellos que sí han plagiado también pueden usar ese software para identificar qué cambios deben hacer a los textos plagiados para que no sean detectados como tales... la guerra contra el plagio continua.