El turismo no mata la ciudad, pero sí deja secuelas
El fenómeno turístico ha puesto de manifiesto el atraso de las políticas municipales, frente a la acción vertiginosa de los operadores turísticos, en un país que recibe 84 millones de turistas al año en 2017. Por eso las políticas urbanas para afrontar el turismo de masas en las ciudades han de sufrir un cambio profundo si quieren liderar los procesos alternativos a la ocupación hotelera, residencial y de servicios de los centros.
La irrupción del fenómeno de los hoteles de bajo coste, los apartamentos turísticos legales e ilegales, el alquiler informal; la ocupación de vía pública, espacios públicos y entornos monumentales, la "gentrificación" de áreas centrales y la "tematización" consumista de los centros históricos, mediante la eliminación del comercio tradicional y la población residente no son procesos nuevos, pero han pillado desprevenidos a los ayuntamientos, por la fuerza emergente de las plataformas en redes de servicios geo-localizados, - de alquiler y prestación de servicios que operan paradójicamente fuera de la ciudad de origen o destino -, utilizando datos con coberturas continentales o transfronterizas; actuando, además, ajenas a la mayoría de las regulaciones fiscales, estatales o regionales y las ordenanzas municipales. Esto las convierte en potentes amenazas reales para los límites normales de cualquier tipología turística que se considere mínimamente sostenible o responsable.
Contribuye al auge del turismo masivo la cultura dominante que, precisamente, no considera que haya que poner límites a la principal industria de España, si somos el 3º país del ranking mundial del turismo, y tampoco a la principal industria del mundo en términos de consumidores y divisas generadas. Las cifras son tan elocuentes que acallan cualquier crítica, por muy sensatamente que se plantee. Los datos de 2016 señalan 1,235 millones de turistas y divisas por 1,220 millones de dólares. Los diez primeros países, son Francia, EEUU, España, China, Italia, Turquía, Alemania, Reino Unido, México y Rusia.
En España, la política impulsada por el Ministerio de Industria, Turismo y Agenda Digital, apunta a la idea de planificación ..."nacional", fundamentada en que la racionalización de las telecomunicaciones aplicada al turismo, puede consolidar destinos turísticos inteligentes, en lo que es una especie de mercantilización "fordiana" de la sociedad de la información, ya que trata las interacciones de las tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs), como si fueran el objeto último de un producto en serie sometido a la lógica de las cadenas de montaje de la revolución industrial.
En efecto, la concentración de operadores, la fijación de precios, la rotación anual y el flujo turístico de "360º", son condicionantes de importancia. Las ciudades han asumido, de golpe, el objetivo de la inteligencia urbana basada en la noción de smart city, propia de las soluciones urbanas de las grandes corporaciones como IBM y de la posición entreguista ante el big data, el open data, WiFi, Apps y códigos QR, mediante la extensión de las tecnologías "disruptivas" aplicadas a la fijación de destinos en función de las demandas de la industria del transporte.
La aparición y proliferación de paquetes turísticos integrales de "hotel móvil", que representan los cruceros, con su relativa independencia del soporte urbano y del transporte terrestre o aéreo, hacen el resto.
La crisis ha ayudado también a que las familias que viajan elijan "bajo coste" y "paquetes integrales" y las que no pueden hacer turismo alquilen sus viviendas como "apartamentos turísticos" en los destinos de moda y malvivan por temporadas en otros alojamientos más baratos, con el fin de amortiguar los efectos críticos de su decadencia económica. El transporte, los taxistas, los comercios y la hostelería están siendo profundamente afectados por el fenómeno turístico del siglo XXI, en lo que supone una desregulación liberal mucho más fuerte y acelerada de las ciudades, que la que tuvo lugar en el primer neo-liberalismo de los años ochenta, con Thatcher y Reagan.
Las ciudades tienen un nuevo gran reto, que consiste en sobrevivir al turismo de masas. Si bien no es cierto que el "turismo mata la ciudad" como reza la potente imagen de la calavera con dos palos de "selfie", convertida en enseña de los "turismo-fóbicos", las ciudades padecen una pandemia turística de grandes proporciones, que deja secuelas para las que no están vacunadas, ni preparadas eficientemente, porque los procesos bullen en centros de poder cada vez más globales, concentrados y anónimos, que operan transnacionalmente mediante agentes bursátiles con estructura de fondos de inversión. Esta inversión está cada vez más desentendida de las economías locales, de la responsabilidad social y ambiental y es más codiciosa en la búsqueda de beneficios a cualquier precio.
En medio de la crisis crónica y la lucha contra el cambio climático, las ciudades deben afrontar con urgencia este nuevo escenario sin complejos; han de cambiar su noción y la delimitación del centro histórico y monumental ampliándolo, porque el espacio restringido produce una especulación/explotación ilimitadas, diaria y anual, dentro de sus actuales bordes. Los Planes Generales, Estratégicos y las EDUSI (Estrategias Desarrollo Urbano de Sostenible Integrado) deben prever tratamientos específicos y Ordenanzas conformes a los nuevos procesos residenciales, terciarios y turísticos, manejando con antelación y soltura los nuevos instrumentos digitales de la "smart city", precisando bien qué se quiere conseguir y evitar con los "destinos turísticos inteligentes".
Los territorios son "inteligentes" si crean riqueza social y ambiental y tontos si la destruyen. La excelencia turística se conseguirá diseñando contramedidas que frenen los daños colaterales de la masificación tendencial irreversible. El destino turístico tiene que reorientarse constantemente a la calidad y a la mejora de las condiciones de vida de los residentes. Si estos se expulsan a las afueras, las ciudades, entonces sí, morirán por la pandemia turística.