Se busca presidente de la Comisión. Razón: salvar Europa
El Consejo (líderes nacionales de los 28) propondrá un candidato teniendo en cuenta los resultados electorales y el Parlamento lo elegirá por mayoría absoluta de sus votos. La idea de una gran coalición (populares, socialistas y liberales) es la más probable a día de hoy.
Hay que mirar la luz, aunque sea la del rayo en medio de una tormenta. Nos recuerda que el sol terminará saliendo. El optimismo es humano. Por eso comienzo estas notas con una buena noticia para Europa: se ha roto una tendencia histórica que traumatiza al Parlamento Europeo desde hace décadas: conforme más poder ha ido obteniendo, menos ciudadanos han participado en las elecciones al Parlamento Europeo. La participación ha bajado sistemáticamente desde las primeras de 1979 (61,99%) hasta las anteriores de 2009 (43%). Pues bien, anoche terminó este ciclo, con un 43,1%. Es tan sólo una décima más que en 2009, pero la ruptura de la tendencia histórica es importante para la moral del Parlamento. Sobra recordar que la fortaleza de la única institución europea elegida directamente por los ciudadanos reside precisamente en atraerlos el día D.
La mala noticia, amplío el foco ahora a la tormenta huracanada, es que es muy probable que este cambio de tendencia se deba a la movilización de aquellos que quieren destruir la Unión Europea, comenzando por su Parlamento, sin renunciar, eso sí, a sus sueldos, dietas y gastos. Escucho voces que señalan a la novedad de los candidatos a presidir la Comisión como la causante del relativamente buen dato (a nivel europeo) de la participación. Creo que es un análisis bastante ingenuo, post-optimista. Ha sido positiva la experiencia, pero no tanto como para pensar que es la causa del cambio de tendencia.
El avance de los partidos anti-europeos, un conglomerado plural con un componente anti-establishment aglutinador, ha sido formidable. Y es la razón por la que la participación ha dejado de caer. Francia es sin duda el ojo del huracán. En el país fundador del sueño europeo por excelencia, cuna de Jean Monnet, ha ganado una candidata que quiere sacar a Francia del euro y garantizar que los trabajos en Francia sean para los franceses. Si ha ganado las europeas, podrá en su día ganar las presidenciales. Es un problema para los franceses, pero sobre todo para los europeos, castigados por los nacionalismos y las guerras como ninguna otra región de la tierra. Si en tu país vecino gana Le Pen es una buena ocasión para empezar a interesarte por la política europea.
El avance populista se completa con la victoria de UKIP en el Reino Unido. Londres es la urbe más cosmopolita de Europa y sin embargo ha ganado un partido con tics racistas. Desde 1910 todas las elecciones generales las habían ganado o los laboristas o los conservadores. En Dinamarca ha ganado también el Partido Popular (que no tiene que ver con el partido popular europeo), un recordatorio para quienes culpan solamente a la crisis y el euro de la emergencia del antieuropeísmo. En Hungría Jobbik ha quedado segundo. En Grecia, Finlandia, Países Bajos y Austria han sido terceros. Su reto ahora reside en lograr formar un grupo político en la Eurocámara (deben juntar como mínimo 25 diputados de al menos 7 países distintos) a pesar de su heterogeneidad. Creo que lo lograrán.
La gran incógnita post electoral es quién será el próximo presidente de la Comisión Europea y qué mayoría parlamentaria lo elegirá. Tiene como reto salvar Europa. Reconducir el proyecto o esperar a que siga desfigurándose y muera, como mueren las ideas bellas y frágiles cuando el paso del tiempo las cubre de óxido. Este es el verdadero peligro: que los líderes que se reunirán en Bruselas esta semana vuelvan al business as usual y se dediquen al juego de nombres y puestos, perdiendo de vista que el barco tiene importantes vías de agua.
Recordemos las reglas para elegir al presidente de la Comisión Europea: el Consejo (líderes nacionales de los 28) propondrá un candidato teniendo en cuenta los resultados electorales y el Parlamento lo elegirá por mayoría absoluta de sus votos. Dados los resultados, ¿qué candidato puede lograr el apoyo de 375 diputados?
Ni un potencial bloque de derechas o izquierdas lograrían esa mayoría, salvo escenarios bastante impensables (que el conglomerado anti europeo votara por Juncker, por ejemplo). La idea de una gran coalición (populares, socialistas y quizás liberales) es la más probable a día de hoy, aunque está por ver quién será el elegido para presidir la Comisión. Juncker tiene a su favor la victoria del PPE y que no genera quizás tantos rechazos como Schulz (renegado hasta por los laboristas británicos, aunque bastante mejor candidato a presidente que el luxemburgués). Por el momento, el Parlamento ha dado luz verde a Juncker para que busque los apoyos necesarios en la cámara para ser investido presidente.
¿Será capaz una gran coalición de cambiar Europa para salvarla? ¿O seguirá la misma música hasta el hundimiento del Titanic? Esta es la gran cuestión - más que el juego de nombres - que deben abordar los líderes europeos y el Parlamento a la hora de elegir al presidente.
Me temo que la peor pesadilla de los candidatos (que finalmente un candidato no oficial se haga con la presidencia) es todavía posible, pues facilitará que los adversarios en la cámara apoyen a alguien contra el que a fin de cuentas no han hecho la campaña. Sería una tomadura de pelo más al (informado) ciudadano europeo. Comencemos las apuestas.