George Soros tiene razón -y esto no es un elogio-
No sé si lo que está pasando es igual o terminará provocando lo mismo que la crisis iniciada en 2008 y cuyos efectos más perversos todavía sufrimos, con su balance brutal de desempleo, recesión, pobreza y desigualdad. Pero lo que sí sé es que o se empieza a actuar ya para cortar en seco lo que está ocurriendo o se terminará pagando caro.
Foto: AFP
Ha tenido que ser George Soros quien, con sus declaraciones, haya dado la voz de alarma, cuando la mayor parte de los políticos, los medios y, por supuesto, los ciudadanos de a pie llevaban semanas o incluso meses contemplando el pronunciado y brusco descenso bursátil mundial como quien oye llover, como algo que no iba con ellos.
"Estamos ante un desafío que me recuerda a la crisis de 2008", ha dicho Soros, que sabe bien de lo que habla porque lleva décadas dedicándose a los mercados financieros y, en muchos casos, no precisamente para fomentar el bien común, sino para especular contra todo lo que se mueva y obtener pingües beneficios.
No sé si lo que está pasando es igual o terminará provocando lo mismo que la crisis iniciada en 2008 y cuyos efectos más perversos todavía sufrimos, con su balance brutal de desempleo, recesión, pobreza y desigualdad. Pero lo que sí sé es que o se empieza a actuar ya para cortar en seco lo que está ocurriendo o se terminará pagando caro.
En el capitalismo, el dinero es una mercancía (podría decirse incluso que la mercancía por excelencia). Algo tan simple de enunciar implica que las turbulencias en los mercados financieros, empezando por las bolsas, tienen consecuencias inmediatas y devastadoras en la economía real: desde 1929 hasta hoy sobran los casos históricos.
Sin embargo, el sentido común social tiende a pensar que las bajadas en la bolsa solo afectan a quienes tienen dinero invertido en ella. Nada más lejos de la realidad. Por ejemplo: bajadas como las registradas en los pocos días hábiles de 2016 han supuesto una descapitalización de las empresas del IBEX que supera los 25.000 millones de euros, algo que impacta directamente sobre sus balances y estrategias de inversión, lo que terminará influyendo en el crecimiento y el empleo. Otro ejemplo: como los Fondos de Pensiones no podrían hacer frente a sus compromisos únicamente con las aportaciones de sus participantes, invierten en bolsa ante los nulos resultados de hacerlo en renta fija; si la bolsa no para de caer, el valor de los Fondos bajará y si, para protegerse de los descensos, se van a activos monetarios -sin rentabilidad- sufrirán un evidente coste de oportunidad. Tercer ejemplo: los particulares que sufran minusvalías en bolsa (directamente o a través de los Fondos de Inversión), reducirán su consumo, lo que perjudicará las expectativas de venta de mayoristas y minoristas. Pongan todo en una coctelera y agítenlo...
Repito lo dicho otras veces: intentar explicar el batacazo bursátil de enero porque el PMI de China ha bajado del 48'6 al 48'2 o porque baja el petróleo es un insulto a la inteligencia. Cualquier día terminarán argumentando que las acciones suben o bajan dependiendo de la previsión del tiempo. Para comprobarlo, basta hacer la prueba del nueve: cuando baja la bolsa de Shangai, se hunden las europeas y norteamericanas; cuando sube, siguen haciéndolo. O vale también pensar racionalmente que un petróleo más barato debería servir para aumentar la producción y el consumo en Occidente, ¿o no?
Así que tenemos que volver a señalar a los de siempre, a quienes Soros conoce muy bien: los hedge funds, los fondos especulativos, los bajistas que están hundiendo las bolsas desde hace ocho meses sin que se haya tomado una sola medida para impedirlo. ¿Qué ha pasado de malo en el IBEX, por poner un caso, para que haya caído desde los 11.800 puntos de abril a los 9.000 actuales -que me temo durarán pocos días u horas, todo sea dicho-? Nada, ni siquiera la crisis política que vive España lo explica, porque al resto de bolsas europeas o americanas les ha afectado la misma tendencia sin tensión alguna.
Las soluciones serían tan claras como contundentes: a corto plazo, prohibir por un período determinado las operaciones bajistas y dejar pillados a los especuladores es una de ellas. Alguien dirá que eso solo debe hacerse en casos desesperados: ¿este no lo es? Esperen unas semanas y ya me dirán si quien tiene que tomar la decisión no se ve obligado a hacerlo deprisa y corriendo. Y a medio plazo, controlar y, sobre todo, gravar exponencialmente los beneficios obtenidos por esa vía especulativa para todos los que participan en la cadena. O incluso prohibir las llamadas operaciones a corto definitivamente.
Si un comerciante acapara un producto de forma irresponsable o trata de manipular los precios abusivamente, hay mecanismos legales que aplicarle, ¿no es cierto? ¿Por qué a quien lo hace con las bolsas, introduciendo la inestabilidad y fomentando la crisis económica sin aportar ningún valor añadido, no se pueden parar los pies?
Es hora de que las grandes empresas europeas, los sindicatos, Juncker, el Parlamento Europeo y los gobiernos de los estados miembros de la UE se pongan manos a la obra antes de que sea tarde. Combatir a los hedge funds no solo es una cuestión de responsabilidad, es un asunto de pura dignidad democrática.