Cosas que Tsipras debería cambiar tras su fracaso en el Eurogrupo
Tsipras ha olvidado varias cosas: que tan legítimo es su gobierno como el resto de la zona euro; que su capacidad de obtener concesiones amenazando a la UE con provocar el caos del euro es inversamente proporcional al número de instrumentos y mecanismos puesto en pié con éxito desde el inicio de la crisis para evitar nuevas crisis de la moneda única; que su país está como está por muchas cosas, incluyendo en primer lugar los propios errores nacionales.
Tsipras ha construido su propia derrota en Bruselas a la primera de cambio. Olvidemos los paños calientes: eso y no otra cosa ha sido el acuerdo del Eurogrupo del viernes 20 de febrero: un fracaso en toda regla de la táctica y la estrategia del nuevo Gobierno de Grecia.
Ninguna de las promesas electorales de Syriza ha salido adelante. Únicamente algunas cuestiones de segundo nivel han sido aceptadas por el resto de países de la zona euro, las mismas, por cierto, que ya había propuesto y habría obtenido el Ejecutivo de Samarás.
Pero la adopción del acuerdo del Eurogrupo (por una unanimidad que incluye a Grecia) es solo la primera taza amarga que Tsipras va a tomarse. Después vendrán otras, en aplicación del mismo: la presentación y aprobación por los socios del euro de un nuevo listado de reformas; la retirada o vaciamiento de algunas de las primeras e impactantes medidas presentadas por su Gobierno al Parlamento, que ni siquiera llegarán a ser votadas; la liberación de fondos con cuentagotas siempre y cuando se cumplan a rajatabla los compromisos adquiridos (incluyendo el retorno a Bruselas del único Fondo hasta el viernes disponible, dotado con 11.000 millones); el cumplimiento total y en el momento establecido de los pagos de la deuda con los acreedores (empezando por los que habrá de hacer al Banco Central Europeo en verano); las visitas y la aprobación de la Troika de todos los pasos a dar, aunque ahora llegue en vuelos y horas distintas a la capital helena; y así un largo etcétera.
En realidad todo se resume en una frase: Syriza afirmó que con su victoria electoral el rescate firmado por los anteriores gobiernos había muerto y el 20 de febrero lo ha aceptado con todas y cada una de sus siete letras. Como hará con el tercer rescate, a no ser que cambie 180 grados su táctica y su estrategia en Europa.
Tsipras ha olvidado varias cosas: que tan legítimo es su gobierno como el resto de la zona euro; que su capacidad de obtener concesiones amenazando a la UE con provocar el caos del euro es inversamente proporcional al número de instrumentos y mecanismos puesto en pié con éxito desde el inicio de la crisis para evitar nuevas crisis de la moneda única; que su país está como está por muchas cosas, incluyendo en primer lugar los propios errores nacionales cometidos por Gobiernos votados en las urnas (y también, por supuesto, por los provocados por el exceso de austeridad demandado a Atenas).
Y, sobre todo, no ha comprendido que la clave de bóveda de la UE se asienta en la negociación y el consenso garantizando el cumplimiento de lo acordado. La política de la silla vacía practicada por el General De Gaulle o por Margaret Thatcher no solo es cosa del pasado: hoy la Europa comunitaria ya no es una coordinadora de estados, sino una unión política, económica y monetaria -aunque todavía imperfecta-. Ni siquiera países tan fuertes como Francia o el Reino Unidos estarían hoy en disposición de bloquear la UE por una decisión unilateral. Así que imaginen si puede conseguirlo un socio que representa un 3 % del PIB comunitario y le debe a
sus socios y al BCE más de 200.000 millones de euros.
Tras ganar las elecciones, escribí aquí un post en titulado "Tsipras: ayúdanos a ayudar a Grecia". Lamentablemente, no lo ha hecho y las consecuencias de su error las van a pagar los griegos y, probablemente, todos los que pensamos que la política de la austeridad a ultranza debe ser superada por otra basada en la austeridad y, en el mismo nivel, el crecimiento y la creación de empleo de calidad. En realidad, el maximalismo de Syriza le ha hecho un gran favor a los heraldos de la austeridad por la austeridad, que han dado un golpe de autoridad sobre la mesa. Empezando por Alemania.
Los programas electorales dejan de serlo cuando se convierten en eslóganes. Por eso, haría bien Tsipras en adoptar ahora un programa de gobierno que permita a Grecia conseguir objetivos factibles para salir de la crisis con la ayuda europea. De momento, su margen se ha agotado. Podrá recuperarlo si empieza a pensar en términos europeos, formando alianzas realistas con quienes quieren y pueden ayudarle, como los socialistas, pero con los pies en la tierra.
Porque más vale un buen acuerdo que una impactante rueda de prensa de Varufakis. A él y a su primer ministro lo ocurrido el viernes 20 de febrero Tsipras debería servirles para reorientar su política. De lo contrario, el favor seguirán haciéndoselo a los más duros de la austeridad como medio y como fin en sí mismo. Y los demás no tenemos por qué pagar los platos rotos de sus errores y los de sus palmeros en otros países.