Nadia Murad, un premio para el Sájarov
La historia de Nadia es ya conocida: los bárbaros terroristas de DAESH entraron en su ciudad, la arrasaron, asesinaron a cientos de personas (muchos familiares y amigos de Nadia, entre ellos) y tomaron como esclavas sexuales a las mujeres. Nadia sufrió esta tortura pero pudo escapar, y de inmediato, al mismo tiempo que hacía su duelo, decidió transformar su sufrimiento en acción para el cambio. Poco después se convirtió en un símbolo.
Pero los que la conocemos sabemos que es mucho más que eso. Cuando impulsé su candidatura al Premio Sájarov del Parlamento Europeo (que obtuvo junto con su compatriota Lamiya Aji Bashar) no lo hice sólo por lo que simbolizaba, sino por su trabajo. No se trataba de hacer una declaración de intenciones, sino de dar nuestro apoyo y el impulso que conlleva a una iniciativa concreta: en este caso, llevar ante la justicia internacional a los terroristas para que se les juzgue por genocidio contra el pueblo yazidí. Porque de eso se trataba: DAESH fue especialmente cruel con la gente de Nadia porque pertenecían a una etnia diferente y tenían otras creencias religiosas.
Por eso creo que el caso de Nadia representa perfectamente el espíritu del Premio Sájarov, y por eso ha sido para mí un privilegio acompañarla esta semana en diferentes actos para celebrar el 30 aniversario del galardón, tanto en Bruselas como en Madrid y Málaga. El premio une a su potencia simbólica una voluntad de activismo, de apoyo a causas concretas relacionadas con la libertad de conciencia y con los derechos humanos. No persigue reconocer una trayectoria, sino impulsarla.
Lo que da más peso al Sajarov que a otros reconocimientos es que lo concede el Parlamento Europeo, es decir: los quinientos millones de ciudadanos de la Unión a través de sus representantes libremente elegidos. Creo que su creación fue una iniciativa valiosa. Recibió el nombre del más célebre de los disidentes soviéticos, una figura mítica que murió apenas unos meses después de que se concediera por primera vez el galardón (que recayó en Nelson Mandela y en otro disidente de la URSS: Anatoli Marchenko). Su lista de premiados tiene menos borrones que otros reconocimientos por el estilo, aunque alguno hay y deberíamos estudiar la posibilidad de revocación.
Con todo, el Sájarov es sólo una herramienta más en la caja de la que dispone la Unión Europea para extender sus valores democráticos y favorables a los Derechos Humanos por todo el mundo. Nadia ha lamentado alguna vez en público que no le cuesta obtener buenas palabras, pero le resulta más difícil obtener apoyo financiero. Aunque el Sájarov tiene una dotación económica, la Unión tiene que hacer un mayor esfuerzo para apoyar con fondos las causas que defiende. Nadia ha creado el Sinjar Action Fund, cuyo objetivo es reunir fondos para la reconstrucción de su región, que quedó devastada tras el paso de los terroristas. La implicación de Europa es imprescindible.
Por estos motivos creo que Nadia representa a la perfección los valores del premio Sájarov. No sólo por defender la justicia y los derechos humanos, por oponerse a la barbarie terrorista, sino porque ni se detiene ni piensa hacerlo. Al revés, es ella la que sigue tirando de nosotros, la que sigue liderando a su manera modesta, casi tímida, la causa que persigue. Y cuando logre sus objetivos -algo que ocurrirá, estoy segura -su logro se extenderá a quienes la han apoyado. El Sájarov recayó en Nadia Murad y Nadia Murad se convirtió en un premio para el Sájarov.
Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE)