Mujeres 2: La historia de Nawal
Muy contentas estuvieron las comentaristas de TVE en la gala de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres por la participación de mujeres en algunos comités olímpicos de países musulmanes.
Muy contentas estuvieron las comentaristas de TVE en la gala de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres por la participación de mujeres en algunos comités olímpicos de países musulmanes. Yo también estuve contento. Pero parecía que ellas más, como si fuera un mérito propio de ellas y de cualquier occidental haber "conseguido" esta participación y como si eso cambiase definitivamente la situación de las mujeres en estos países.
Esto me ha recordado a algo que se ha repetido a lo largo de los últimos diez años y que hace referencia a la guerra de Afganistán y a su ocupación, como si se hubieran producido para liberar a sus mujeres. Si esto fuera verdad no haría falta mucha investigación informativa para descubrir que el objetivo no se ha conseguido, y que la vida de las mujeres afganas no ha cambiado a mejor, a pesar de la "civilización occidental" que invadió el país.
Las comentaristas españolas de la gala insistieron en informar al espectador sobre los países en cuyos comités participaban mujeres por primera vez: Arabia Saudí, Irán y Afganistán. En algún momento mencionaron Catar.
Es Arabia Saudí el único país de esos cuatro mencionados que por primera vez permite a las mujeres participar en su comité olímpico. Pero el nombre que se va a quedar grabado en la mente del espectador, la noche de la gala, es Irán. Se añade así un elemento nuevo a favor de la imagen del monstruo, del enemigo, y se olvidará al amigo saudí.
El espectador no buscará informaciones que le mostrarán que la situación de la mujer en el país enemigo es mucho mejor que en el país amigo. Y ello no gracias al régimen islámico iraní, al que no puedo defender en ningún aspecto, sino a la lucha de las mujeres iraníes durante décadas contra este régimen y a favor de sus derechos.
Por cierto, no soy musulmán, no tengo ninguna simpatía hacia los regímenes donde la religión juega un papel político y mucho menos cuando se gobierna en nombre de Dios.
Pero el olor del petróleo saudí, los intereses europeos y norteamericanos en la zona, el dinero saudí que se mueve en bancos occidentales y el hecho de que este régimen sea un aliado cercano, todo ello no permite hablar de la situación de la mujer en esta sociedad. Ni se habla de las mujeres, ni de la invasión de los tanques de Arabia Saudí en Bahréin para acabar con la revuelta popular el año pasado, ni de las revueltas de Alkateef.
Los intereses exigen silencio y complicidad. Si son países amigos debemos cerrar nuestros ojos ante el desastre social y político que sufren sus habitantes. Por ello me apetece regalaros la historia de Nawal.
Nawal es una joven periodista egipcia. El 25 de mayo de 2005, día de las primeras elecciones presidenciales en Egipto con más de un candidato, y falsas como de costumbre, Nawal fue a manifestarse con sus compañeros contra el régimen de Mubarak -que hasta el día de su caída fue un amigo de Europa y de Estados Unidos- a la escalinata del Colegio de Periodistas. Algunos dicen que no fue allí a manifestarse, sino para asistir a un curso de inglés.
En cualquier caso, las fuerzas de seguridad usaron todo tipo de violencia contra los manifestantes y fueron a "la caza" de algunas mujeres para meter miedo a las demás. Nawal fue cazada frente al sindicato, la desnudaron en la calle, la acosaron y ejercieron la violencia contra su cuerpo desnudo, allí mismo, en el espacio público.
Nawal no se calló. Habló, contó y denunció lo ocurrido, a pesar de la carga del honor que cayó sobre ella. Empezó a participar en otras protestas, siempre llevando encima mucha ropa para que quizás la protegiese si volvía a ocurrirle lo mismo. El marido se divorcia de ella y el periódico en el que trabajaba la despide por no callarse.
Su hermana enfermó de cáncer y Nawal dedica todo su tiempo a acompañarla hasta que muere. Meses después, Nawal también muere de cáncer, en 2009, dos años antes del estallido de la revolución egipcia.
¿Habías oído hablar antes sobre Nawal, una de las miles de mujeres violadas por los hombres del "régimen amigo" de Egipto?
Nawal no ha vivido para escuchar a los políticos occidentales hablar sobre la valentía de la mujer egipcia en la revolución contra su aliado. Ni ha vivido para ver a las mujeres sufrir test de virginidad a manos de los militares -aliados actualmente de Occidente- pocas semanas después de la caída de Mubarak. Simplemente murió joven, sola y con una carga de honor que la sociedad le impuso.