Lula da Silva, un presunto criminal egipcio
En Brasil se trata de "un presidente con un pasado obrero y que tiene un proyecto de desarrollo social", mientras en Egipto es "un dictador con un pasado manchado de corrupción".
Confieso que nunca he sido fanático del expresidente brasileño Lula da Silva. Desde el inicio de su mandato tuve dudas sobre si lograría desarrollar su proyecto y alcanzar ese objetivo de ganar la guerra contra el hambre.
Esas dudas aumentaron cuando realicé un viaje a Brasil en 2008. Pero no puedo negar que Lula logró realizar algunos cambios en distintos aspectos de la vida de los brasileños.
Si queremos definir a Lula da Silva en una frase, de esas que pueden lograr consenso, ser pronunciadas en actos de protocolo y con las que todo el mundo puede estar de acuerdo, esta podría ser: "Un presidente con un proyecto de cambio real para su país". Sin entrar en la discusión de la izquierda de si el Brasil de Lula es un modelo o no.
¿Qué tiene que ver todo esto con Egipto? La respuesta a esta pregunta la dejamos para el final. Ahora vamos a pasar a hablar de otro hombre llamado Ahmed Shafik.
Se trata de uno de los dos candidatos que compiten en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales egipcias. He hablado de él en el post anterior. Pero me gustaría escribir acerca de él un poco más, sobre todo porque creo que será el vencedor de estas elecciones, si es que estas se celebran finalmente y no surge ninguna sorpresa que lleve a suspenderlas antes del día 16 de junio, fecha prevista para su celebración.
Ahmed Shafik nació en 1941. Fue piloto de las Fuerzas Armadas egipcias, es decir, fue compañero de Hosni Mubarak. Por orden del expresidente Mubarak, Shafik fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire y luego comandante de las Fuerzas Aéreas durante seis años, el periodo más largo que alguien ha ocupado este cargo, por ser un hombre de confianza del presidente. En 2002 Mubarak lo nombra ministro de Aviación Civil, puesto que ocupará hasta la caída de la cabeza del régimen en 2011. Durante estos nueve años de ministro se verá salpicado en casos de corrupción y en trato de favor a los hijos de Mubarak.
Es conocida su amistad con Mubarak y Shafik reconoce públicamente que el expresidente es su ídolo y maestro.
El día 29 de enero de 2011, cuatro días después del comienzo de la revolución, Mubarak lo nombra primer ministro. Se mantiene en su cargo hasta la dimisión de su jefe el día 11 de febrero. A lo largo de esos trece días, intenta acabar con la revolución a base de violencia y de detenciones. Pero también a través de discursos "elegantes", vestido con un jersey azul -por primera vez aparece un primer ministro con jersey y no con traje-, prometiendo enviar bombones a los acampados en las plazas y dirigir el país mientras que los manifestantes se pudrían en las plazas.
Con la caída del jefe, cae su Gobierno, pero el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que asume el poder el 11 de febrero, lo nombra primer ministro en funciones. El 3 de marzo de 2011 tendrá que dimitir debido a la presión de la calle, se trata del segundo logro de la revolución después de acabar con Mubarak.
Desaparecerá durante unos meses y volverá a aparecer en escena para la carrera presidencial, presentándose como el candidato de la continuidad del régimen.
Ahmed Shafik tiene 45 causas pendientes por corrupción frente a la Fiscalía, además de diversas denuncias por su responsabilidad en los asesinatos a manifestantes, especialmente el día que se conoce como el de "la batalla de los camellos y de los caballos", el 2 de febrero del año pasado.
Tres semanas antes de las elecciones presidenciales, el Ejército, apoyado por delincuentes comunes, realizó una matanza contra manifestantes en una plaza cercana al Ministerio de Defensa. El candidato pronunció ese día una de sus joyas: "Esto es una prueba de lo que haremos contra los que protestan si gano las elecciones".
Ese es su estilo; pocos días antes de la celebración de la primera vuelta de las elecciones, funcionarios del ministerio que él dirigió durante nueve años, fueron a la sede del Colegio de Periodistas para celebrar una rueda de prensa en la que iban a presentar documentos que mostraban su vinculación con casos de corrupción. El candidato envió a unos delincuentes comunes para que pegaran a los funcionarios y se anulara la rueda de prensa.
Este es el Lula da Silva egipcio.
Pido disculpas a mis queridos amigos brasileños, pero no soy yo quien lo dice, sino Shafik, el candidato, en uno de sus últimos anuncios publicitarios de su campaña.
Un anuncio de 100 segundos con la voz en off de un conocido actor egipcio. Durante el primer tercio se habla de Lula da Silva, aparece su imagen y se cuenta su trayectoria, desde que fue limpiador de botas hasta convertirse en alguien que hizo de Brasil un gran país. En los otros dos tercios se habla de la democracia y del desarrollo con referencias a Brasil. Al final del vídeo, y solo al final, aparece la foto del candidato, el presunto criminal, el "Lula egipcio", junto a la frase: "Si queremos democracia, Ahmad Shafik presidente. Hechos y no palabras".
Al parecer, los responsables de la campaña no saben que Lula pronunciaba largos discursos. Pero sí saben cómo un término o una imagen pueden modificar completamente su contenido al cruzar el Atlántico. En Brasil se trata de "un presidente con un pasado obrero y que tiene un proyecto de desarrollo social", mientras en Egipto es "un dictador con un pasado manchado de corrupción".