El "espíritu aventurero" de los africanos
Estoy segura de que esos aventureros africanos, que con tanta valentía vienen a buscarse una vida digna, no quieren que les echemos una mano. Sólo agradecerían que se la quitásemos de encima.
La secretaria general de Inmigración y Emigración, Marina del Corral, hablaba hace unos meses de que la emigración de jóvenes españoles al extranjero no se debe sólo a la crisis económica, sino a otros factores entre los que está "el impulso aventurero de la juventud".
Resultaron y resultan chocantes estas declaraciones viniendo de un alto cargo de Inmigración, pero más sorprendentes resultan ahora cuando ese espíritu aventurero no se celebra tanto cuando viene de los jóvenes que están al otro lado de nuestras fronteras.
Hemos visto la actuación improvisada, irregular y, sobretodo, inhumana de las fuerzas de seguridad del Estado contra centenares de inmigrantes en Ceuta el 6 de febrero y que acabó con la vida de al menos 15 personas. Organismos como la Comisión Europea o numerosas ONG como Alianza por la Solidaridad han pedido al ministro del Interior una investigación seria e independiente sobre los hechos, que esperamos que se produzca pronto. Las ONG no hablamos, como demagógicamente nos dicen algunos, de poner una alfombra roja para que entre todo el mundo, sino de respetar los acuerdos internacionales que protegen el derecho a las migraciones. Y entre recibirlos con azafatas y dispararles con pelotas de goma mientras están el mar, hay un trecho.
Las cuestiones migratorias son uno de los principales retos políticos para el siglo XXI y los gobernantes no están a la altura de la tragedia. Hoy es Ceuta, ayer Melilla y antes de ayer Lampedusa. Pronto nos tocará a nosotros. Acabamos de saber que, en 2013, 336 españoles fueron expulsados de Bélgica y que Suiza ha restringido la libre circulación de los extranjeros en sus fronteras.
Decía David Llistar i Bosch, en su libro La anticooperación: Los problemas del sur no se resuelven con ayuda internacional, que "usted y yo estamos sutilmente conectados con un campesino sin tierra de Nicaragua a través de nuestras tazas de café. Con un nigeriano cuando calentamos la cafetera con gas natural. Con un ecuatoguineano cuando arrancamos nuestro automóvil. Con un indígena indonesio al comprar en Ikea. La globalización no es ninguna broma".
El fenómeno migratorio, como se ve, es demasiado complejo y multicausal para soluciones de sobremesa. En la aldea global donde vivimos, la solución pasa por ser global y tiene que implicar, no sólo a las áreas de Migraciones e Interior, sino a los responsables de políticas comerciales, económicas, ambientales y de seguridad depredadoras, que son las que producen la pobreza y la desigualdad, razón por la que los africanos siguen emigrando a pesar de alcanzar, a veces, tasas de crecimiento superiores a España en sus propios países.
Estoy segura de que esos aventureros africanos, que con tanta valentía vienen a buscarse una vida digna, no quieren que les echemos una mano. Sólo agradecerían que se la quitásemos de encima.