Los hijos de los héroes de la Transición, encandilados por espejismos
Tantas cosas se hicieron en el gran cambio que introdujo el PSOE con Felipe González al frente, que los hijos de aquellos tipos legendarios y honestos ven natural imitarles. Aunque no lo hayan teorizado, por edad o por adoctrinamiento malicioso de frikis oportunistas, sencillamente quieren ser como sus mayores, a los que admiran sin darse cuenta, como algo natural.
Un joven periodista me ha hecho notar que muchos hijos de viejos socialistas -dicho sea lo de viejo en sentido de reconocimiento de su papel histórico en el tiempo que les tocó vivir su juventud- se habían convertido en votantes de Podemos. No es una sorpresa, si se le da a ciertos refranes ("de casta le viene al galgo") la dosis de experiencia que a todos, o a casi todos, se les supone.
Sus padres protagonizaron unos hechos gloriosos, modestia aparte; ellos, y sus abuelos en muchos casos, lucharon contra una dictadura, muchos sufrieron la cárcel sin haber lanzado otras piedras contra la dictadura que no fueran en forma de letras; campos de concentración, cárceles, vidas rotas, clandestinidad, lucha, con Franco vivo y no solo en el recuerdo de sus herederos, movilizaciones y huelgas políticas en el franquismo tardío y cuando la Transición aún no había cogido el rumbo...
Tantas cosas se hicieron y tantos objetivos se consiguieron en el gran cambio que introdujo el PSOE con Felipe González y Alfonso Guerra al frente, que los hijos de aquellos tipos legendarios y honestos ven natural imitarles. Aunque no lo hayan teorizado, por edad o por adoctrinamiento malicioso de frikis oportunistas, sencillamente quieren ser como sus mayores, a los que admiran sin darse cuenta, como algo natural. De casta le viene al galgo.
Pero la 'nomenklatura' del partido socialista se ha hecho viejuna; el PSOE, lastrado por el aparato, se ha convertido en una especie de sindicato de cargos cuya monotonía solo es rota de vez en cuando por algún electrón libre, prestamente neutralizado. Se olvidan los sabios consejos de la experiencia al respecto: hay que tener convicciones y sostenerlas, y hay que gestionar. No valen solo las convicciones si se es un incompetente; y no vale solo la gestión si no se tienen convicciones. Que incluyen una radical honradez, por supuesto. Sin honradez no hay ideología sino engaño. Impostura.
Las listas cerradas, que tuvieron un sentido en su momento, son un cáncer muy agresivo en el interior de las organizaciones. Cuando importa más la opinión del que hace la lista, el secretario general, que la opinión de los vecinos del distrito, ese concejal, diputado, senador está cavando una fosa colectiva.
Los mesías aparecen cuando desaparece la eficiencia y se resquebraja la ética. La praxis, cuando se convierte en cinismo, crea monstruos. Así que, cuando llegaron las dificultades, a la crisis económica se le sumó la falta de vergüenza en forma de corrupción. Los primeros ajustes que Zapatero se vio obligado a hacer por la presión de los mercados, encarnada en la mayoría política de la Unión Europea y la neoliberal que traicionó al espíritu de la democracia cristiana y a sus principales logros, coincidieron con el saqueo de lo público y el endiosamiento del hormigón. Está documentada la ecuación: a más hormigón, más comisión.
Todo eso dio lugar a una desazón, a una frustración, que fue tornándose en respuesta popular activa. Apareció gente, profesionales, con camisetas de distintos colores, uno para cada profesión u oficio. Las blancas de los médicos, las verdes de los maestros... Todos los damnificados, todas las patas de la clase media sometida a expolio y humillación, fueron tomando las calles. ¿Cómo no sumarse a la protesta, al "basta ya", como hicieron sus padres?
Estos chicos habían sido educados con el ejemplo y la enseñanza de que para coger lapas hay que mojarse el culo. Así se cogieron las lapas de la libertad en el franquismo, y así se hizo la Transición. Hay que releer de vez en cuando la Constitución -que muchos políticos no han leído, solo la conocen de oídas- y reflexionar sobre la disposición derogatoria que declara la victoria de la democracia y la derrota del oprobio.
Es elemental que a los problemas complejos no corresponden soluciones simplonas. Los discursos facilones, tribales, la exacerbación de los sentimientos, la demagogia del trampantojo, sirven para reunir adeptos pero siempre, siempre, conducen "a peor la mejoría". Estos jóvenes que quieren ser como sus padres y que tienen la noble determinación de hacer de España una democracia mejor y más sana en la que el estado del bienestar no sea arruinado y robado por unos trileros, han sido confundidos por un experimento social que fabrica espejismos. Fanales de barquillas para coger chipirones.
La lucha no consiste en la democracia de plató, la gallardía no tiene nada que ver con la cantinflada de acatar la Constitución con aspavientos y estupideces. No se puede declarar uno socialdemócrata y llorar cuando abraza a un Anguita trastornado, como siempre, por el delirio de recuperar el poder que nunca se tuvo. No se puede defender, impasible el ademán, a Chávez y a Maduro, y no ver ese río de gente que va a Colombia a comprar pañales, papel higiénico, comida, medicinas. Ese río humano que en la RDA se cortó con el Muro o que en Cuba tomó forma de éxodo interminable.
Qué curiosa esta manía de la gente de escapar del paraíso. Y qué fanática constancia la de quienes se empeñan en ignorar el pasado verdadero. Sí, todos los pueblos tienen un Trump como animal de compañía. Pero hay que ser precavidos y no quitarle nunca el bozal ni aflojar la correa.